BEISBOL 007: Andrès Pascual

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jueves, 2 de agosto de 2018

DE LA BARRERA RACIAL AL MURO POLÍTICO CASTRISTA (reeditado 2007)


Andrès Pascual
La cantidad de jugadores negros privados de jugar en Grandes Ligas por la barrera racial impuesta por el Pacto de Caballeros hasta 1947, no es ni remotamente comparable con la otra que le impide al cubano el acceso al beisbol mayor.
A la hora de razonar sobre la tremendísima cantera que perdió el Beisbol Organizado en la Isla, se podría hablar de 1000 ó más peloteros que dejaron de actuar aquí, en más de medio siglo; porque, si República Dominicana, con menos producción histórica en tiempos normales, ha colocado más de 600 desde mediados de los 80’s, ¿Cuántos cubanos han dejado de jugar en 49 años de criminal barrera política? Nadie sabrá nunca el número exacto del desperdicio de talento producto del muro castrista; tal vez 1000 sea una cantidad.
Nadie se explica la razón por la que no tratan esa prohibición de la tiranía castro-comunista contra el pelotero cubano, igual que al Muro Racial en las agencias de prensa americanas e hispanas; incluso en las oficinas del Beisbol Organizado ¿Acaso existen diferencias en cuanto a abuso de poder entre una y otra? ¿Por qué estos “hermanos” nuestros de América Latina, desde sus posiciones en la crónica de gran alcance como la de ESPN Deportes, en vez de alabar aquella pelota mala y destruida, no se solidarizan con el pelotero nuestro y establecen un capítulo que acuse, sostenidamente, a los responsables de tamaño crimen? Que también recuerde, anualmente, que en Cuba no se permite que un jugador utilice su derecho como individuo a jugar en el beisbol que crea más conveniente, o más ventajoso, por caprichos ideológicos impuestos criminalmente
¿Cuáles son los momentos en que debemos sentir aprecio por esa “hermandad”? Tal vez, creo yo, la solución a la tragedia cubana, con respecto al Beisbol Organizado, podría hacer peligrar el negocio de otros países del Caribe.
Aceptar el hecho de la situación cubana que afecta al beisbol como algo natural y, posiblemente, ejemplarizante desde una perspectiva de “buen gobierno revolucionario”, coloca en plano hipócrita la campaña por el retiro del número de Clemente, incluso el de Jackie Robinson.
La Barrera castro-comunista contra el pelotero nacional es más criminal e injusta que la que bloqueó al jugador negro hasta 1947; porque el jugador sepia americano podía irse a jugar por dinero a cualquier país que lo contratara, sin tener que enfrentar absurdas y maliciosas acusaciones de traición a la patria y sin ser convertidos en “no persona”; pero la mayor diferencia fue que tampoco se les prohibió construir su propia pelota profesional a través de las Ligas Negras.
Nadie de la prensa hispana ni de la americana ni de las instancias superiores del Beisbol Organizado, han hecho nunca ni denuncias que los comprometan solidariamente con el problema del jugador cubano; porque tal compromiso encierra una denuncia directa a la tiranía y estos elementos, que aplican como les da la gana el precepto “lo político no mezcla con el deporte”, tienen a mano la mejor justificación para no apoyar ni al beisbol ni, mucho menos, al ciudadano de la Isla en sentido general
¿Porqué razón? Para que no peligre su presencia en la pelota americana a través de una fuente que no les pertenece, adquirida de forma oportunista por la tragedia de Cuba; así de sencillo.
En igual posición se encuentran las Grandes Ligas, solo que, en este caso, hay secretos que no conviene que se sepan por nadie ajenos al asunto.
A fin de cuentas, el pelotero cubano, desde los últimos 49 años, carece de cualquier tipo de apoyo moral que garantice, por lo menos, una revisión de la política de injusticia y segregación más grande que el deporte haya conocido en América; a pesar de la barrera racial…(fodo Wilfredo Sánchez y Félix Isas)

martes, 31 de julio de 2018

RUTH, RUPPERT, LA ADICCIÓN AL JUEGO Y EL SALARIO



Por Andrés Pascual
En 1958, Ted Williams estaba en el ocaso de su gloriosa carrera, entonces Boston le pagó 125,000 dólares, concluyó en 1960.
Aquel montón de billetes generó exclamaciones de asombro que casi se oyeron en la luna primero que la voz de Armstrong hablando un par de palabras con Nixon cuando el alunizaje del Apolo de 1969; porque, fríamente, era una soberana barbaridad; sin embargo, en esa época, los impuestos superaban el monto de los que el Tío Sam recogía antes de 1935, razón por la que Teodoro se quedó, por conceptos impositivos, con 55,000 de la cantidad que le pagaron.
Para 1959, el legendario Eddie Matthews, uno de los mejores antesalistas de la historia, artillero de más de 500 jonrones, miembro de Cooperstown que hizo la mayor parte de su grandeza jugando para los Bravos en las 3 versiones del club: Boston-Milwakee y Atlanta, asimiló con resignación una rebaja no divulgada, que justificó plenamente, porque promedió .254.
Mickey Mantle jugó 1957 con aumento de salario, para merecerlo, tuvo que ganar la Triple Corona en 1956 y soportar una advertencia del gerente: “si te quejas, puedes terminar en Kansas City”, club al que consideró la crónica sucursal de los Mulos en la Liga Americana durante más de 10 años.
Dimaggio ganó 90,000 dólares y Bob Feller una buena cantidad ligeramente inferior al Clipper; pero nadie, durante los 40’s y hasta Williams, pensó que pudiera superarse el salario que, por 3 años, le dio el Coronel Jacob Ruppert, dueño de los Bombarderos, a Babe Ruth…
Cuando los Gigntes le pagaron 90,000 a Willie Mays durante los 60’s, el comentario fue que el centerfielder se había convertido en el pelotero sepia mejor pagado del juego, sin tener en cuenta que Satchel Paige ganó una barbaridad; porque ajustaba su actuación al concepto de participación en la entrada, práctica habitual con los Monarcas que con Crawford, que con los Dragones de Trujillo, que en la Liga Mexicana; incluso en el Miami Marlins de la Internacional, que lo tuvieron como atracción de taquilla durante los 50’s, de alguna manera ajustaron por la izquierda su contribución por el concepto participación en la entrada.
La grandeza de Babe Ruth es tal, que el nombre del jonrón se deriva de su apodo, “bambinazo”; se le considera el mayor contribuyente de todos los tiempos con la disciplina, porque desarrolló la preferencia por el beisbol en Japón con sus visitas, acompañado de Gehrig y de otros bigleaguers, creando un fanatismo enfermizo hacia él mismo y hacia el deporte, que benefició a Joe Dimaggio incluso después de retirado.
Babe es el mejor pelotero de la historia, porque pudo ser un pitcher estrella de Cooperstown si no se lesiona el brazo; situación por la que se ganó al más grande bateador jamás igualado; fue un bebedor empedernido y un juelguero peligroso de una noche sí y otra también en las comisarías de Boston, verdadera razón por la que los Medias Rojas se lo vendieron a los Yankees; pero, simbólicamente, lo que representó para la pelota no tiene comparación, porque puso a los Yankees en el firmamento mundial de la preferencia fanática y “LOS YANKEES SON LOS YANKEES, EN NUEVA YORK Y EN TODOS LADOS”.
Tanto lo veneran e idealizan, que lo justifican como “el hombre que construyó al Yankee Stadium”, cuando podría ser al revés: “el hombre para el que construyeron el monumento del Bronx”, más lógico…
El Babe es el punto de partida de la preferencia por el jonrón, el bateador que enterró la llamada “era de la bola muerta”, que incluyó la saliva legal.
La adicción a las apuestas, vicio compulsivo de Ruth, ratificado en Cuba en 1920 durante el viaje en que acompañó a los Gigantes del Napoleón del Beisbol, John McGraw, posibilitó que no pudiera superar los 100,000 dólares, en vez de los 80,000 que le pagaron por tres años entre 1928-1931; en aquella oportunidad, Abel Linares y un comerciante santiaguero le pagaron una fortuna en La Habana y en Oriente, que dilapidó en el jaialai (foto) y en el hipódromo antillano.
Al finalizar la campaña de 1927, Ruth era uno de los personajes más influyentes de la sociedad americana, muy solicitado en todos los estratos, por lo que no escapó a la voracidad de Hollywood, y un estudio lo invitó a filmar una película, “EL BABE VUELVE A CASA”, por la que le pagaron 35,000 dólares.
Por su vicio incontrolable ante las apuestas, perdió en los hipódromos de California todo el dinero, estaba a días de firmar un contrato con Ruppert.
El Coronel, viejo zorro que sabía que el Bambino había perdido todo el dinero, lapidariamente le preguntó: – ¿Firmarías ahora mismo un contrato por tres años entre 75,000-80,000 cada campaña? La respuesta del artillero no se hizo esperar: – ¿Dónde están ese papel y esa pluma?
De esa manera, en desventaja sicológica, le tiró Ruth y no le dio a una recta por el centro que pudo ser una cantidad superior a 100,000 dólares en 1928…

MUSIAL FUE MEJOR BATEADOR QUE MAYS Y QUE AARON



Por Andrés Pascual
Los jonrones  y una prensa deportiva moderna que se entretiene, en plano de contribuyentes, en la factura de un tipo especial de fanático, confundido en su apreciación del juego histórico y presente, son los responsables de que se sirvan en bandejas de plata, como campañas de injusta desvalorización, las actuaciones superiores de muchos jugadores del pasado de raza blanca con respecto a otros de raza negra, a tal extremo viciosas que, cuando se habla de un supertope de bateadores, nadie hace la justicia que merece Stan Musial, quien debería mencionarse por encima de Willie Mays y de Hank Aaron; porque, sencillamente, fue mejor bateador que ellos.
Lo mismo ocurre entre Jackie Robinson y el ex intermedista del Detroit Charles Gheringer o entre aquel y Roger Hornsby, no solo mejores bateadores que el ex Dodger (el cardenal, un 2 triples coronas, 3 por encima de .400 y .340); sino que, en el caso del ex intermedista de los bengaleses, mucho mejor segunda base también. En otro caso, este entre blancos, en el team de los mejores peloteros del siglo, confeccionado en 1999, no solo dejan fuera a Gheringer; sino que Mark McWire fue seleccionado con Lou Gehrig en perjuicio de Jimmy Foxx, milla y media mejor que el ex atlético esteroirizado…
Los Cardenales significaban “joseo” en Grandes Ligas, un club que nunca se daba por vencido. Pero nadie como “El Hombre”, su jugador franquicia histórico y uno de los cinco más importantes del juego a la hora de enumerarlos: Stan Musial.
El glorioso # 6 es uno de los cinco mejores bateadores en los anales del pasatiempo, sin embargo, “los modernos de la crónica del sector” no le toman en cuenta con la importancia que merece; porque, sin dudas, ni Mays ni Aaron superan a Musial como bateadores. A no ser que la clase profesional haya sufrido cambios y sea mejor quien tenga desventaja numérica.
Stan Musial jugó 22 campañas, todas con los Cardenales (1941-63), concurrió 10972 veces a la caja de bateo y fue líder una vez en este departamento; anotó 1949 carreras y encabezó a los anotadores de la Liga Nacional 5 veces; 3630 hits con 6 liderazgos; 8 veces al frente en la Nacional en dobles y su total, 725; 177 triples con 5 veces delante de todo el mundo con 20 en dos temporadas (43 y 46) y 18 en 1948; 475 jonrones; 2 campeonatos en impulsadas y un gran acumulado de 1951; 7 campeonatos de bateo y .331 de promedio de por vida; 6 veces líder en total de bases y 6164 de por vida; 1599 bases por bola con un liderazgo; 6 veces delante en slugging y .559 como acumulado total; 696 ponches consumidos con uno cada 16 veces al bate como promedio y 32 por temporada y fueron 1962 y 1963, sus años finales, en los que más lo poncharon con 46 y 43; 24 Juegos de Estrellas (1959, 60 y 61 se jugaron dos por año); 3 MVP y 4 veces segundo en la votación.
Willie Mays, considerado por muchos uno de los más completos de todos los tiempos, no puede competir con Musial como bateador. No hay forma de poder colar esa guayaba entre limones: en 22 temporadas en el Big Show, estuvo 10882 veces en el plato bate en ristre sin liderazgos anuales; anoto 2062 veces con dos temporadas encabezando el Viejo
Circuito; 3283 hits con un año delante; 523 dobles sin modo de que pudiera encabezar a los bateadores en biangulares en ninguna temporada; 140 triples y tres liderazgos, uno de ellos con 20 en 1957; 660 cuadrangulares y 4 veces en la punta; 1903 impulsadas con insuficiencia para liderar ningún año; 1464 bases por bolas con un año como líder; un campeonato de bateo con el más alto promedio anual que obtuvo .345 y .302 de por vida; 1526 ponches, con uno cada 7 veces y 69 por temporada; un liderazgo en bases por bolas recibidas y 1464; 3 en total de bases y 6066; 23 Juegos de Estrellas con 2 MVP y dos veces segundo en la votación y 3 en tercero.
Hank Aaron consumió 12364 turnos oficiales al cajón de bateo, casi 2000 más que Mays
y Musial; anotó 2174 veces con 3 delante en el departamento; produjo 3771 hits, dos al frente de la liga; 624 biangulares y 4 liderazgos; 98 triples; 755 jonrones y 4 liderazgos, nunca bateó más de 47; impulsó 2297 con 4 al frente; promedió .305 general y ganó dos títulos de bateo con .328 y con .355 en 1959, el más alto promedio que lograra en un año; 4 campeonatos en slugging y .555 de por vida; 1402 bases por bolas; 6856 total de bases recorridas con sus batazos y ocho liderazgos; 1383 ponches recibidos con 1 cada 9 veces al bate y 60 por temporada como promedio; 24 All Star; un MVP y 4 veces como tercero en la votación. Todo en 23 temporadas en las Mayores.
Ni si Dios baja del cielo pueden imponer a ninguno de los dos como mejores bateadores que el descendiente de polacos…
¿Por qué lo hacen? ¿Quién sabe? Ahora, desde hace rato, son señales de los tiempos injuriosos, decadentes y, sobre todo, muy peligrosos.

lunes, 30 de julio de 2018

EL BOCHORNOSO ASTERISCO SOBRE ROGER MARIS

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Por Andrés Pascual
Cuando Roger Maris superó por un miserable jonrón sin esteroides el récord de Babe Ruth de 60 por 61, la sociedad americana era básicamente conservadora.
Y a Maris le colocaron un asterisco sobre su marca como equivalente de lo mal hecho, fundamentado en catálogos de justificaciones en contra del zurdo de los Yanquis: 154 juegos contra 162, un juego suspendido en el 5to capítulo y varias cosas más que, viéndolo bien, son ridículas.
Tanto influyó el asunto de la persecución del récord de Ruth en Maris, que necesitó tratamiento para los nervios y sufrió de pérdida prematura de cabello; un manager le colocó al nudillista Hoyt Wilhelm de relevo, no para detener una rebelión, sino para que no bateara el # 61 contra el Baltimore; la prensa de Nueva York, con la honrosa excepción del Más Grande, Dan Daniel, rezando porque no lo diera. Solo sus compañeros, sobre todo Mickey Mantle, le apoyaban en esa difícil causa.
Cuando Mark McGwire rompió el récord de Maris, su acompañante en la carrera por la
marca, Sammy Sosa, podía venir al plato y darle un gran abrazo y un gancho al
estómago como felicitación extraña; dos lesbianas o dos homosexuales hombres se
besaban en cualquier esquina de cualquier ciudad de Estados Unidos con total
inmunidad legal; una pasante le practicaba felacio a un presidente en la
Oficina Oval y los héroes modernos del beisbol, casi todos,  llevando a cabo el más soberbio escándalo de la historia del pasatiempo…
Esto no es una sociedad liberal, en realidad nadie sabe lo que es y, en  este ambiente putrefacto, se produjo la marca de McGwire, sin asterisco hasta hoy ni tampoco la que impuso otro de los individuo que también pisoteó los parámetros de la honestidad después: Barry Bonds.
También como tratamiento dudoso, que el record de Mantle,  con 18 jonrones en
Series Mundiales, se colocara como uno más en la casilla de postemporada… no
existe la mínima diferencia como afrenta entre lo que le hacen a Mickey Mantle
con lo que le hicieron a Roger Maris hace 49 años.
Para complicar más el asunto, en 1961, año en que se rompió el récord de Ruth por primera vez y primera campaña de 162 juegos en los calendarios, Sandy Koufax superó el de ponches para el circuito nacional de Christy Mathewson, impuesto en 1903 y nunca se le puso un asterisco que lo trate con desprecio.

lunes, 16 de julio de 2018

CHANDLER, TRAUTMAN, ELADIO SECADES Y LOS EXCLUIDOS DE 1946




Por Andrés Pascual
En 1949, el Beisbol Organizado les abrió una puerta a “los inelegibles” que fueron separados “de por vida” por la incursión a la Liga Mexicana en 1946, según Eladio Secades, legendario cronista deportivo cubano a quien ataba una vieja y fuerte amistad con Jorge Pasquel (foto ambos en La Habana), “volvió a admitirlos en su seno, les ofreció pan y asumió la actitud del buen padre, capaz de perdonar los pecados de su hijo…”.
Pero, en aquella sanción exagerada y peligrosa de 1946, no se reflejaban las legislaciones del pasatiempo, sino el carácter y la política personal del Comisionado Happy Chandler.
El hombre que sustituyó al patriarca Landis, según Eladio, “nunca fue reconocido por ser un individuo de rectificaciones, de remordimientos, de trastienda generosa, de mano izquierda…”, entonces todo el mundo pensó que aquella injusticia sería cumplida de punta a cabo, sin detenerse a pensar en el sustento de los jugadores ni en sus familias, incluso ni en el rumbo que tomarían los clubes con peloteros suspendidos por las ausencias de los rosters.
Cuando Chandler informó en 1949 que abría una puerta para sanar la herida provocada por el éxodo de ligamayoristas a la Mexicana, Secades escribió que la noticia en sí fue “menos sorprendente” que el modo como ejecutó el levantamiento de la suspensión: “de zopetón, de un plumazo…muy a la forma tiránica de dirigir de este individuo”.
Como sucede siempre con los “mandamases” en cualquier esfera social, los lamebotas, los aduladores, los sietemesinos de la crónica y de otras instancias, aplaudieron “el gesto” de Chandler como un acto de filántropo de Salón de la Fama, sin embargo…
Lo que quisieron vender como un gesto de comprensión ultrapaternal, lo hizo sin bombo ni platillos George Trautman, el Presidente de los Circuitos Menores, que tuvo la visión, la capacidad de justicia y el corazón para aflojar abajo en pro de los jugadores, de los clubes y del propio pasatiempo…mientras que el hombre que casi contemplaron como a Cristo, que exageró el rigor de la ley, que desconoció y apretó arriba por soberbia ante un problema de dimensión mayúscula, se llevó la ovación “clasificada”; en definitiva, tan infractores fueron los de Ligas Menores como los de Grandes Ligas, la diferencia estuvo en la clase del personaje en cuestión para cada circuito, en su inteligencia, en su comprensión y en su calidad humana: Happy Chandler creyó que era Dios en la tierra a cargo del beisbol de Grandes Ligas.
En los días en que Trautman se daba a la tarea inteligente y piadosa de revisar y reinstalar las peticiones, Chandler, por su parte, le decía a cada jugador que hacía lo mismo para las Grandes Ligas, “no veo razón para alterar el fallo de su caso…”, esa respuesta la recibieron Roberto Ortiz, Adrián Zavala, Napoleón Reyes, René Monteagudo, Estalella, Ardilla Haussman, Rodríguez Olmos y muchos más que le imploraron “el perdón divino” al propio Satanás.
La forma tan grosera e injusta de implementar el castigo sobre los “flagelados” fue tal, que, el magnate cubano Miguel Angel González, entonces coach de 3era base de los Cardenales de San Luis, fue suspendido en el grupo que cruzó la frontera y perdió su trabajo en el club de Grandes Ligas; a pesar de que el glorioso jugador-manager y propietario criollo viajó a México a tratar de convencer a algunos peloteros cubanos de que no jugaran allí.
Pese a todo, aunque tardío, el levantamiento de la suspensión significó una medida positiva para el beisbol cubano, que había sufrido la afectación de su campeonato invernal por la celebración de dos torneos, uno de ellos considerado “renegado”, que le impidió al fanático disfrutar durante 3 campañas “seguir como Dios manda” a sus estrellas nativos en cada club de su predilección.
El beisbol profesional cubano logró sobreponerse a la molestia que provocó en la fanaticada la medida de un verdadero antisocial, un tirano que ordenó y ejecutó la peor de las ideas, nunca antes igualada en los anales de las Grandes Ligas, contra el carácter de unión y humanismo que debe tener intrínsecamente el deporte en cualquier variente, amateur o profesional.

martes, 10 de julio de 2018

¿CUÁNDO UN PITCHER MERECE EL CY YOUNG?

cy young 1908


Por Andrés Pascual
Cuando se cita al mejor pitcher de todos los tiempos, pocos nombran a Denton Cy Young (foto), el hombre que hizo una rutina ganar juegos -y perderlos-, durante la llamada “era de la bola muerta”, que fue decretada verdaderamente cadáver a partir de 1920.
A través del tiempo, se ha dado una idea equivocada de esa época al manejarla como de dudosa clase atlética; no, nadie debe confundirse, la etapa soberbia y magnifica entre 1901 y 1919 se jugó un beisbol brillante y violento, solo que la pelota no estaba hecha para batear jonrones que, a fin de cuentas, convirtieron al pasatiempo en un fraude en los últimos 20 años; además de condición pecaminosa del juego, que desembocó en el escándalo de los esteroides.
Antes de 1920 ya existían todos los lanzamientos de rompimiento que se usan hoy: el tornillo, el nudillo, el tenedor, la empalmada, la curva a tres cuartos (slider), la curva, el cambio de velocidad…pero, por si fuera poca la complejidad del pitcheo, se utilizaba legalmente el spitball o lanzamiento de “saliva”, más difícil de batear y más peligroso que cualquier recta de 100 millas por hora, tanto que, el único muerto por golpe con un lanzamiento contabilizado hasta hoy , fue por uno de ese tipo.
Después de 1920, año en que abolieron el uso, hubo 6 pitchers de ambos circuitos a los que les permitieron continuar empleándolo, bien porque era su mejor disparo, bien porque era el único de que disponían, además de una recta de regular interés..
El pitcher derecho Cy Young se inició en 1890 con el Cleveland, entonces Liga Nacional, hasta 1898; jugó con San Luis, también del viejo circuito, en 1899 y 1900.
A partir de 1901 hasta 1908, con los Frijoleros de Boston, empezó su historia legendaria durante 9 campañas, en que regresó a Cleveland por dos años y otro más con los Medias Rojas; 22 temporadas de trabajo que produjeron números como 511 juegos ganados, máximo de todos los tiempos; 316 perdidos, también suma mayor en Grandes Ligas; promedio de limpias de 2.63 y 2803 ponches, que no son suficientes para encabezar esos departamentos de por vida; 815 juegos abiertos y 749 completos, números buenos para liderar y promedio de bases por bolas con respecto a 9 innings de actuación de 1.5; además, 3.4 ponches cada esos nueve episodios de trabajo monticular. Es decir, que el arma principal de Young fue el control sobre sus lanzamientos.
Aunque el pitcher derecho acapara muchos de los records de pitcheo con fabulosas temporadas, a la hora de seleccionar un serpentinero abridor idílico, incluso de su era, los nombres pueden ser Pete Alexander o Cristy Mathewson; pero no he leído nunca que alguien escoja al primer gran estrella de los Medias Rojas como la selección idónea  para encabezar la rotación de un juego estelar extemporáneo.
Tal vez, a pesar de sus records, no lo consideran tan efectivo como algunos otros; porque, a fin de cuentas, ganó y perdió muchos y, aunque tiene un magnifico promedio de carreras limpias por juego de 2.63, otros lo tienen mejor y el dominio en el pitcheo, la efectividad absoluta, la brinda el promedio de carreras limpias.
La entrega de los premios Cy Young, como casi todo lo que es motivo de selección-elección en Grandes Ligas, se sale de las fronteras de la injusticia para caer en brazos del relajo organizado e instituido.
Nadie adivina qué patrones emplearán, una temporada cualquiera, para seleccionar al lanzador que obtendrá el premio al mejor pitcher: a veces alguno ha dominado los departamentos de efectividad, de entradas, de juegos completos, de ponches; pero se quedó corto por dos ganados de otro que, además de separarse por una carrera completa del primero, se lleva el premio a su vitrina particular, luego ¿Cual es el nombre de tal horror? ¿Injusticia? No, Cy Young que, a fin de cuentas, desde su creación en 1956, la mayoría de los distinguidos han sido los que más ganen en la campaña.
A través de la historia, grandes lanzadores han militado durante toda su vida o casi toda, en equipos pobres defensiva y ofensivamente, detalle que les hizo huérfanos del titular mañanero; porque, por lo general, su club no encabezó nunca el estado de los equipos.
Solo los grandes cronistas, como Dan Daniels en Estados Unidos o el venerable Pedro Galiana en Cuba, tenían por costumbre revisar la actuación semanal de pitchers como Robin Roberts o Ted Lyons.
Lo peor para los grandes pitchers de equipos débiles: por lo general lanzan contra el mejor del club contrario, porque nadie se entrega gratis y, la posibilidad de que el equipo batee menos contra un pitcher dominante, es más grande que la salida del sol diariamente.
A fin de cuentas, el Premio Cy Young, que fue un pelotero que no se menciona a la hora de escoger lo mejor del pitcheo por nadie en particular, se facturó para premiar al lanzador que más gane; o, por lo menos, eso ha sucedido la mayoría de las veces… Como todo en el beisbol moderno, desde hace más de 15 años, se ha violado sin contemplaciones.

jueves, 5 de julio de 2018

Primer Juego de Beisbol Oficial en Cuba

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Palmar del Junco Stadium 1874




Por Andrés Pascual - El pasado 27 de diciembre se celebró el 134 aniversario del primer juego de pelota oficial en Cuba (Liga General de Baseball, que duró hasta 1900, en el Estadio Palmar de Junco de la ciudad de Matanzas), referente como precursora de la poderosa y “asesinada” Liga Cubana de Beisbol Profesional de Invierno, su nombre verdadero, o “el Champion”, popularmente hablando.
En 1959, con motivo de celebrarse el 82 aniversario del juego que mencioné, por mucho el más “viejo” del área caribeña y solo detrás de los Estados Unidos en antigüedad, el Maestro de Maestros del diarismo deportivo cubano, Eladio Secades, redactó un material casi luctuoso para la sección deportiva de Bohemia, de la que era editor-jefe, por el estado punto menos que deplorable y crítico como veía el juego en Cuba, de acuerdo a la baja asistencia a los estadios y la pérdida de la pasión fanática “estilo antiguo”.

El 1er Campeonato de Beisbol Cubano en 1878 lo jugaron los clubes Habana, Almendares y Matanzas; al año siguiente, Colón, Habana, Almendares y Progreso serían los encargados de la acción sobre el terreno.

En 1881 aparece el club Fe, al decir de Secades, "solitario, romántico y de gallardete amarillo".

El Fe se convirtió en la zona neutra del champion, especie de palco preferencial para quienes rechazaban envolverse en la pugna entre escarlata y añil, que se resistían a ser arrastrados por una marea que, desde aquel momento, consumió toda la pasión y el proselitismo en el beisbol nacional, alterándolo todo, absorbiéndolo todo.

El Fe, según Secades,  "significó la inconformidad, el aislamiento, la misantropía..., especie de equivalente a una secta aislada, exclusiva y casi misteriosa".

En Cuba la gente era educada en la creencia de que el beisbol existía para que los habanistas rabiaran con los triunfos del Almendares o al revés, por lo que, cuando aparecía un héroe con el valor suficiente para proclamarse devoto del Fe, posiblemente despertara más sorpresa que descubrir al primer extraterrestre en el Parque Central habanero.

Según datos de la época, la primera gran alteración del orden recordada en los anales del beisbol cubano fue una victoria 8-7 de los Anacoretas del Fe sobre los Rojos del Habana.

El Habana protestó el resultado y el panel de árbitros escogido por la liga se declaró incompetente, por lo que el juego se anuló, evitando tal decisión que el Fe lograra su primera victoria.

El club perjudicado, a tenor con los años románticos de la sociedad, abandonó el campeonato por semejante ofensa.

Al año siguiente no apareció la enseña amarilla, que reapareció el próximo sin recursos, pero con dignidad suficiente como para lograr un raro éxito de campeón con 2 ganados y uno perdido.

El desarrollo de la preferencia del beisbol contó siempre con la sólida base de la compertencia entre Habana y Almendares.

En 1901, con evidente matiz patriótico, inicia su historia la Liga Cubana, organizando un campeonato con Habana, Almendares, Cubano, San Francisco y Fe.

Ese año comenzó una nueva etapa para el juego, más próspera, más sólida y con el fanatismo más preparado y entendido hacia el beisbol.

La rivalidad entre habanistas y almendaristas tuvo ciclos de locura incontrolable y de dramatismo de novela: balcones adornados en toda Cuba con el color predilecto en el terreno, el Almendares Park asaltado por verdaderas mareas rojas o azules según la ocasión ganadora o la locura inenarrable del público ante los jonrones de Dick Sisler y de Saguita Hernández.

El campeonato 1946-47 fue apoteósico por la rivalidad que alcanzó la serie extra con la yunta Agapito-Lanier como vencedora por el Almendares contra el Habana, que hizo a comentar por radio a René Molina que "quizás en 100 años todavía se recuerde", el pasado febrero cumplió 66.

En aquel material de 1959, Secades hacía votos por la salud del pasatiempo porque, evidente en aquel momento, "a veces juegan los punteros y ni 2,000 asistentes ocupan las tribunas..."

Lo que nunca imaginó el inmortal diarista fue que esa propia instalación de la barriada del Cerro quedaría únicamente como la referencia de la gloria pasada, previa a 1962.

Hoy se puede decir que, por efectos de la influencia política de la horda, por sus intereses nada patrióticos, el beisbol está muerto en Cuba, pendiente y a la espera de la declaración de cadáver.

martes, 3 de julio de 2018

Leyendas olvidadas del beisbol cubano: Tony “Haitiano” González





Andrès Pascual
La política anticubana, impuesta por la tiranía castrista para destruir a largo plazo el pasatiempo nacional incluyó, primero, eliminar el profesionalismo; después, borrar la historia, para que las generaciones nacidas a partir de 1959, nunca tuvieran referencias de la única etapa grandiosa del beisbol en la Isla.
No de otra forma se concibe que, durante 49 años, haya sido tabú que podía enviar a cualquiera a la cárcel por “propagador de ideas enemigas”, comentar sobre las grandes figuras del beisbol pre castrista.
Sin embargo, por la omisión que hace lo de los nombres famosos de la Mayor de Las Antillas en ocasiones de importancia, pareciera como si la redacción del periódico más “billetudo” de Miami fuera una extensión de las oficinas de la propaganda política que, en La Habana, trazan, pulgada a pulgada, el triste destino de los cubanos.
Uno de los peloteros  “prohibidos” desde hace 50 años es Antonio “Haitiano” González, posiblemente el mejor centerfielder nacido allá de todos los tiempos.
Porque Tony o, como le conocíamos en Cuba, Haitiano, jugó en la liga amateur azucarera de invierno conocida como Pedro Betancourt, con sede en la provincia Matanzas, se confundía su lugar de nacimiento, porque el pelotero vino al mundo en el central Cunagua, provincia Camaguey, en 1936.
Como jugador profesional en Cuba brilló con los Elefantes del Cienfuegos de la Liga Invernal y con los Cubans Sugar Kings, clase Triple A, de la Liga Internacional. Tony custodiaba el centerfield de este club cuando le ganaron a los Millers de Minneapolis la Pequeña Serie Mundial en 1959.
Ascendido a Grandes Ligas por los Rojos de Cincinnatti a mediados de 1960, fue transferido a los Filis de Filadelfia ese propio en un canje que incluyó a Wally Post, Harry Anderson y Fred Hopke.
De 5’9 de estatura y 170 libras en su mejor momento, era un hitter con aceptable poder, capaz de atrasar el swing y dirigir la bola hacia lo profundo del leftcenter con fueza desde su condición de zurdo, para fildear lo hacía a la derecha.
Tony fue el primer jugador latino con etiqueta de estrella en el Filadelfia, ni Tony Taylor, a pesar de que es un All Star del club.
González fue escogido 3 veces entre los 30 MVP de la Nacional, incluyendo la campaña de 1963, que bateó para .306 con .436 de slugging. Con Filadelfia su producción de dobles y triples fue notable y, en 1967, secundó a Roberto Clemente en promedio de bateo en el Viejo Circuito con .337.
Un extraordinario centerfielder en el sentido clásico del termino, con gran velocidad en el desplazamiento hacia cualquier lado, de brazo poderoso y certero, estuvo casi dos temporadas completas (1962 y 1963) sin cometer errores.
Durante su carrera en uniforme Fili, puso out en bases a 10 ó más corredores en cada una que actuó como centerfielder regular.
En Filadelfia le consideran el precursor del juego de Garry Maddox, de Lenny Dykstra y de Shawn Victorino y es tan recordado como el inmortal Richie Ashburn. En sentido general, uno de los 3 mejores de la posición en el club.
Junto a su compatriota Tony Taylor, incluido entre los 100 mejores peloteros de la historia de la  novena cuáquera.
Su carrera concluyó antes de tiempo por problemas en la columna vertebral. Después de Filadelfia, tuvo dos buenas temporadas con Atlanta y San Diego en 1969 y 1970. Su último ao fue en 1971, con California, en la Liga Americana.
Para los Filis promedió .295 con 438 carreras impulsadas, 68 bases robadas y .993 de fildeo.
En 12 años de actividad en las Mayores bateó .286, 103 cuadrangulares, 615 carreras impulsadas, 690 anotadas, robo 79 bases y fildeó para .987.
Uno de los jugadores legendarios que, por la tragedia nacional, responsabilidad  absoluta de la tiranía, desconocen los fanáticos de la Isla que nacieron o crecieron después de 1959.
Pertenece al Salón de la Fama del Beisbol Profesional Cubano y al Salón de la Fama del Deporte Cubano.

domingo, 1 de julio de 2018

BROOKS ROBINSON NUNCA FILDEÓ MÁS DE .980


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Por Andrés Pascual
Brooks Robinson era un jovencito de apenas 20 años, cuando Gonzalo López Silvero lo contrató para que jugara con los Elefantes del Cienfuegos en la campaña 1957-58 de la Liga Invernal Cubana, se lo recomendó Rubén Rodríguez, que no lo firmó para el Marianao, porque tenía la plantilla de la tercera base cubierta; incluso para el shortstop, los Bengaleses tenían dos de Grandes Ligas jugando (Valdivielso en el campo corto y Juan Delís como outfielder) más otro bigleaguer, Ossie Álvarez, de utility de cuadro. Todavía para 1958-59, adicionaron otro bigleaguer del Washington, el juvenil Zoilo Versalles, que actuó como bateador emergente o suplente de ocasión. El futuro HOF bateó .207, pero lideró la liga en jonrones con 9.
Fue la defensa lo que le abrió las puertas del Salón de la Fama al ex Oriol, sin embargo, por sus números como fildeador en la tercera base, matemáticamente hablando, sus guarismos no son de inmortal con etiqueta, sino que, posiblemente, por el desarrollo de la televisión durante los 60’s, que posibilitó desde entonces que pudieran verse más juegos que los de Washington DC y Nueva York, la espectacularidad del antesalista jugó un papel definitivo en elevarlo como representante de la importancia del capítulo “guante” o defensa; imagino que Robinson fue más espectacular que seguro, o que la espectacularidad provocó que hiciera más errores por “fildear donde otro no podía y tirar desde lo profundo”, a pesar de que no tuvo un cañon por brazo.
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Ser espectacular, fildear la que casi todo el mundo “se guilla y deja pasar” para evitar el error en tiro, o quedarse con la bola en la mano con la justificación “muy lejos e incómodo” para efectuar el disparo a primera, que, si falla, le propiciaría una o más bases al corredor, además de que movería a los embasados si los hubiera, también era la característica del más grande torpedero de la historia, el cubano WILLY MIRANDA, que jugó en las Grandes Ligas (hoy no existen, esta pelota es Triple A adelantada) ¡9 TEMPORADAS! Sin batear .240, incluso en los Yankees durante los años en que ningún “latino” podía osar vestirse con la franela a rayas.

willy miranda yanquis buenaLa Aspiradora” de los Orioles de Baltimore fildeó para .971 durante 23 campañas con el club de Maryland, cometió 264 errores y participó en 621 dobleplays durante 9,196 lances, además, hizo 2,712 outs.
Entre 1960-74 fue seleccionado 15 veces al Juego de Estrellas y ganó 16 veces el trofeo Guante de Oro de Rawlings.
A menudo comentan, quienes no se toman el trabajo de investigar, que fue la elección de Ossie Smith al Salón el primer homenaje rendido al capítulo defensivo era moderna (jugadores que comenzaron sus carreras durante los 50’s), sin considerar que Brooks Robinson ingresó a Cooperstown por el voto regular de la Asociación de Cronistas en 1983 y el venezolano Luis Aparicio un año después.
Por sus números ofensivos Robinson nunca hubiera podido acceder a Cooperstown, un anémico .267 de promedio al bate con menos de 400 jonrones y algo más de 1,300 carreras impulsadas, dan más ganas de llorar que esperanzas.
Para que tenga idea de cuánto de bueno tuvo que ser este hombre fildeando, su WAR es de 78 y el de Adrián Beltré 79. Sin embargo, Brooks Robinson fue el MVP de la campaña de 1964, temporada en la que lideró la Americana con 118 empujadas.
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jueves, 28 de junio de 2018

La Leyenda del Beisbol Cubano


Por Andrés Pascual
El tiempo cambia las cosas o las hace ver desde otra óptica; en unos casos, adecuada a la circunstancia; en otros, francamente fuera de tono…
En 1960, el gobierno de Fidel Castro, que no podría competir nunca con el pasado beisbolero de la República, a partir de la suspensión definitiva del beisbol profesional, utilizó al Inmortal Martín Dihigo para ejecutar una tarea que era un fraude mayúsculo: “lograr la masividad en el beisbol”, eso decían cuando, en el terreno de juego de todas las categorías, actuaban más de 100,000 atletas a todo lo largo y ancho de la Isla, con un campeonato nacional juvenil zonal que, en 1958, convocó a 150 equipos en todo el país, sin incluir el movimiento Los Cubanitos, patrocinado por los Cubans Sugar Kings; asi comenzo el Primer Campeonato Nacional de 1era. Categoría de la dictadura, que marchó independiente y paralelo durante el último año de la Liga Nacional Amateur, ya sin la Unión Atlética detrás. Juan Ealo, ex jugador amateur, ex comentarista radial y ex coach de preparación física de los Azules del Almendares, estuvo a cargo de la organización del evento, con visitas continuadas a los municipios del interior, estimulaba la creación de equipos de localidades para la competencia provincial. En Pinar del Río, por el municipio Los Palacios, jugó Tony Oliva poco antes de ser firmado por Joe Cambria.

El objetivo fue darle la impresión al pueblo de que se harían cosas superiores y mejores que las que se habían hecho por el sistema capitalista; la realidad fue que todos los cubanos de la época lo entendieron como el principio del fin del poderoso béisbol cubano, pero lo callaron y terminaron aceptándolo, por la política de "no selección alterna"; indiscutible porque, el dominio en todos los circuitos y sólo detrás de Estados Unidos en el rentado, nadie podía negarlo: juvenil, amateur y profesional del área, terreno del imperio cubano, que se encargaron de derrumbar con las garras y la mala intención los “innovadores de la destrucción”. Hasta hoy, lo único que han logrado es debilitar al pasatiempo y confundir al publico a base de mentiras sostenidas durante 48 años. Ni más ni menos que el pisoteo de la Leyenda…

Al pueblo se le adiestró en aplaudir a lo único que tenía acceso; es decir, como en el caso del boxeo, de la música, de la televisión…lo aceptaba porque no quedaba otra opción; sería material de cuentos trasnochados pensar que, si el fanático cubano hubiera tenido la posibilidad de ver a Tiant, a Versalles, a Cárdenas, al Haitiano…hubieran preferido a Urbano González o a Aquino Abreu, que gozaron de relativo público como amateurs antes de 1961.

Nunca un pelotero de clase quedó sin descubrirse por un scout; así, el que no jugó profesional fue porque no quiso hacerlo, porque no tuvo la clase exigida por la categoria o porque temía fracasar, incluso porque no deseaba trasladarse a La Habana; aunque, antes de 1945, hubo clubes profesionales en otras provincias.
El amateurismo tenía un matiz diferente, que le impidió al jugador negro actuar
en el campeonato de la Unión Atlética; sin embargo, en el de la Fuerzas Armadas participaba, en Pedro Betancourt desde 1944 o en la Cromo, Quivicán o la liga de Saguita Hernández.

La Liga Inter Fuerzas Armadas le dio oportunidad de exhibir sus condiciones, antes de saltar al beisbol profesional, a muchísimos jugadores negros o blancos de todo el país.

El General Sagua, villareño, uno de los grandes peloteros independientes durante el período 1915-1925, conocido en todos los rincones desde Oriente hasta La Habana, jugó muy poco como profesional; mientras, el pitcher J.J Alvarez, de condiciones notables en Camaguey y Oriente durante los 40’s y los 50’s, decidió no saltar y llegó con más de 40 años al beisbol de Series Nacionales castristas durante su primera etapa.

En la propia Unión Atlética se extinguió el juego brillante y superdotado del mejor pelotero amateur cubano de todos los tiempos, Antonio “Quilla” Valdés que, nadie sabe la razón, cada vez que mencionan a los mejores shortstops cubanos de la historia le dejan fuera y Quilla no solo era una maravilla en el fildeo; sino que está considerado uno de los peloteros más inteligentes que haya jugado en Cuba en cualquier época o circuito. Un pelotero completo y el mejor bateador, durante más de 15 campañas de juego, en la Unión Atlética primero con el Circulo de Artesanos de la Liga Social y, después, con el Hershey unionista. Quilla fue el cuarto bate de todas o casi todas las selecciones cubanas a Series Mundiales o Juegos Centroamericanos a que asistió.

¿De qué procedencia social eran aquellos sensacionales jugadores negros de la era pionera de “la bola muerta” en Cuba, incluso posterior a 1919? Todos, excluyendo tal vez a Dihigo, de la más absoluta pobreza; sin embargo, Mayarí Montalvo, “Bienve” Jiménez, Alejando Oms, Champion Mesa, Méndez, Torriente, Bombín, los Fernández, Chacón, Julio Rojo, Mamelo, Castillo, Padrón, Strike González…son parte de la gran historia del beisbol nacional, a pesar de que la injusta barrera racial les privó de jugar en el beisbol de los blancos americanos y de que fueran limitados en Cuba solo al profesionalismo; porque la Unión Atlética se fundo en 1914 para clubes sociales capitalinos, pero la Inter Fuerzas, que los admitía, inició hostilidades a principios de los 30’s organizadamente.

Hoy se quejan porque los implementos para jugar beisbol escasean, es una de las justificaciones sobre el debilitamiento del juego en el país, cuando se debería mirar hacia el detalle que casi nadie quiere; pero obligatorio por su incidencia en el asunto, el político: nunca habrá beisbol cubano de clase, ni amateur ni profesional, con el régimen allí, es necesario cambiarlo de raíz; pero, si hubiera profesionales con el sistema castrista, de poco serviría como estímulo, una vez que nadie podría impedir que se quedaran viviendo en sus casas de mala muerte durante el receso invernal, siendo robados hasta el último dólar de una y mil formas que inventarían.

Antes de 1950, los jugadores pobres, blancos o negros, mayormente veían un guante para jugar beisbol, o un bate por primera vez, cuando estaban en edad juvenil y zapatos spikes cuando se organizaban como profesionales o en equipos de localidades que el dueño vestía y calzaba completamente.

Esos jugadores de la era de Méndez, del Pájaro Cabrera, de Bebé Royer, de Bustamante hasta Huesito Vargas, Crespo, Agustín Bejerano, los Correa, Miñoso…se hacían peloteros jugando descalzos, con guantillas de lona hechas por ellos y con pelotas caseras confeccionadas por ellos; para batear, cualquier gajo rústico trabajado a mano; pero, de vez en cuando, iban al pueblo a ver a los profesionales y, cuando el dueño de la farmacia hacía su novena para el campeonato municipal en invierno y los invitaba, les acompañaban uno o más de nivel profesional, del pueblo o importados; de esa forma comenzaban a familiarizarse con el nivel de juego superior.

Ninguna justificación ajena a la desaparición del beisbol profesional de Cuba ni a la pérdida absoluta de la clase general de la pelota de la Isla es valida hoy, tienen que cambiar de raíz el sistema que logró poner en ridículo a la llamada Leyenda del Beisbol Cubano…Si no se hacen cambios radicales en el cuadro, en el banco y en el bullpen político de la Isla, el futuro del juego, como todo el pueblo, todavía no es lo negro que promete.


lunes, 25 de junio de 2018

SLUMP, RESPETO Y PERSONALIDAD


harper bárbara


Por Andrés Pascual
La palabra moderna para definir el estado de ánimo de los “monstruos de caricatura del beisbol actual” es frustración: “está frustrado…”, que se parece mucho a incapaz de hacer por sí mismo, de reconocerse en los errores y tratar de enmendar lo que hace mal.
Si algo hace diferente al beisbol profesional del amateur es el cheque, un amateur (no el profesional de estado castrista), puede fallar como quiera, enmendar si cree (¡jamás en la Cuba republicana, que jugaban con clase, pasión y verguenza! ¡Aquello era FILETE!), frustarse o reír si lo ponchan de forma ridícula; pero el que cobra no, sería un sacrilegio, aunque en esta era se ha visto de todo: el Boston perdiendo y sus peloteros en medio de un escándalo por comelatas y borracheras y algunos jugadores de los Mets echando “una mano” a las cartas, mientras el club discutía la clasificación en el último juego…
Una vez los “sabiométricos” y “ciertos” trainers (en ningún club existen por su capacidad, sino por amistad con el manager o porque la gerencia los quiere “ayudar” en algo: a Bonds, colmo de la insensatez, le dicen Maestro hasta jugadores, tratan de crearle un ambiente de bueno con la prensa y con el público, que borre su conducta anterior y barra hacia debajo de la alfombra el uso de sustancias, a ver qué pasa con el tiempo; lo hacen con Ortiz y lo han tratado con Manny Ramírez, mutuo acuerdo del complejo DUEÑOS-SINDICATO-COMISIONADO, proa a Cooperstown. Al ahijado de “Say-Hey” lo empuja en casi todo su conversión a judío, es decir, a intocable) bueno, decía que una vez los “sabichosos” le cayeron arriba al cubano Yoenis Céspedes, porque “hacía muy largo el swing”, responsabilizaron al problema con el mal promedio de embasamiento y lograron que ni se embasara ni diera jonrones cuando se lo recortaron.
Bajo su responsabilidad, el artillero regresó al swing largo, le mete un jonrón a cualquiera y se embasa, parece que nunca tuvieron en cuenta que Céspedes se demoró un poco más en adaptarse a los pitcheos de una liga y de otra, después de un primer año prometedor, incluso por su procedencia de un beisbol donde el departamento de la serpentina es peor que el de una liguita de barrio japonés brasileña.
Este año, el oriental juega en franca campaña MVP después que lo pelotearon 3 clubes, que se equivocaron de esquina a esquina, marca registrada de las Grandes Ligas modernísimas (1995-presente).
Durante los 70’s, series castristas, Julián Villar (implicado en el grupo que arregló juegos en 1978), se metió en slump de 47 veces al bate sin conectar hits, cuando rompió “el hechizo”, acabó a palos y terminó sobre .300, pero no fue como Capiró, al que llevó directamente a la mala racha el pitcheo muy flojo que le hizo Conrado Marrero, que le lanzó al equipo de Castro en el trainning para la Serie Mudial jugada en La Habana en 1973, y el artillero de Santiago de las Vegas no le daba a un melón o le daba mal, necesitó campaña y media para recuperarse totalmente.
Pero no debe confundirse slump con mala temporada, como hizo Jeff Erron, de ESPN, en un material al efecto, en que consideró slump o racha mala la de varios jugadores como Jeter, Schmidt, Banks, Boggs… por la anemia productiva durante todo un año, más la baja en todos los departamentos que ocasiona, esto no es un slump, es mala temporada, que no es lo mismo 56 veces al bate sin dar hit de ningún tipo, como Stanton hasta hace dos días, que .222 de promedio de Bryce Harper (foto).
Ha sido frecuente que a un bateador no le caigan los batazos en tierra de nadie, conexiones duras de aire o por el suelo, incluso profundas, que no significa que esté en mala forma por desajuste, sencillamente, batea de frente o le engarzan batazos con jugadas increíbles a veces.
Hace dos años lo comenté: la competencia de jonrones de un ALL STAR’s, pitcheo a medio brazo, resultó en que Yasiel Puig perdiera la coordinación al bate y bajara, durante la segunta mitad de la temporada del 2014, una barbaridad; aparentemente, aún no se encuentra cómodo en home contra ningún tipo de pitcheo, pero no está en slump.
Que no lo puso en práctica Mattingly por su cobardía personal y su escasa participación en departamentos que son de su total responsabilidad: si bien a un cuarto bate se le sienta un juego o ninguno, NO PUEDE permanecer como clutch-hitter en slump, hay que bajarlo al 8vo, donde no tenga la mínima presión con corredores embasados, y lo pudo hacer perfectamente, porque Ozuna ha estado caliente durante el período de mala racha de Stanton, del que puede decirse que salió hace dos juegos. Vamos a ver si el dominicano se mantiene o regresa a su condición de algo menos que mediocre como artillero de clase ligagrande
Otra forma de tratar de romper la racha adversa es recortando el swing, incluso tocando bolas para que le cambien el pitcheo, nada de esto lo trataron con el hombre, parece que a la dirección del club en el terreno no le cae bien el contrato del californiano y la norma, “vox populi”, ha sido: “déjalo que se reviente…”, en un equipo como el de casa cualquier pelota juega, hasta la de trapo.
A fin de cuentas, Giancarlo Stanton ha estado hasta el cuello en una racha mala de discreta importancia (el club ha ganado sin su contribución) y no se le afectó el fildeo, sin embargo, lo que ha hecho relevante el problema no es el jugador ni el slump como tales, sino ese contrato monstruoso, que no admite que se vaya en blanco en dos juegos seguidos.
Para responder a ese guarismo financiero, se debe tener la responsabilidad de Jeter y Ruth combinada con la personalidad de ambas leyendas…

martes, 22 de mayo de 2018

¿A QUIÉN SE LE DEBE AGRADECER POR EL DERRUMBE DEL MURO RACIAL?


Cuban Envoy Congratulates Cuban Ball Star


Por Andrés Pascual
De tanto oír y leerlo casi me lo creo: “A Jackie Robinson hay que estarle eternamente agradecido porque rompió la barrera racial…”, sin embargo, nunca he visto que se acuse a una pistola porque “derrumbó” a una víctima, sino al que disparó, el arma nunca es culpable… ni a la piedra que rompa una ventana, sino al que la lanzó.
Si Robinson, buen pelotero, excelente persona y mejor patriota, no hubiera contado con el Brooklin y con Branch Rickey detrás para que se lo dispararan al muro, ¿Hubiera podido hacerlo? Quiero una sola respuesta positiva, pero convincente.
El muro lo rompieron Rickey y los Dodgers y Jackie fue el elemento que emplearon.
Tal vez su importancia es por todo lo que representó para los negros y los latinos de igual raza, pero no definitorio de lo que tengo sobre el tapete: ¿Quién derrumbó la barrera racial? Por supuesto, no fue el ex alumno de UCLA.
Se toma en cuenta que soportó ofensas del público sin responderlas, lo que contribuyó a consolidar el éxito experimental, sin embargo, sobre el terreno jugó duro, como cualquier big-leaguer: deslizamientos fuertes, pivot pegado a la cabeza de los que se deslizaban y protestas violentas y casi fuera de control. Eso abrió las “entendederas” de los jugadores contrarios porque, si bien tenía mesura con el fanático, se hacía respetar en el campo de batalla en pie de guerra.
Todos los jugadores negros que han actuado en el Beisbol Organizado desde 1947 se lo deben agradecer a Branch Rickey y a los Dodgers, sin embargo, para crear un ícono de minorías, se escogió a Jackie Robinson que, con tal euforia y decisión, es un intocable e incuestionable por ambos partidos, aunque, a fondo, la justicia sea relativa.
El número 42, retirado de todos los cubes, bien que debería tener como equilibrio el nombre de Rickey para todos los estadios de Grandes Ligas, porque, aunque se hacía parcialmente necesaria la presencia negra en el beisbol, sin el riesgo que tomó el Gran Innovador, que arrastró a los Dodgers en el intento, no se hubiera producido, por lo menos en 1947, la victoria sobre el Pacto de Caballeros.
Y, que nunca se menciona, los ataques a la Organización del Brooklin por tener a un pelotero de raza negra en el róster, fueron tantos como los que tuvo que aceptar el jugador. Otro detalle que tampoco se menciona: la población negra fue más cruel con el intermedista que los propios blancos, porque era “su gente”, que tampoco aceptaban que “ese negro se convirtiera en otro Tío Tom”, ¿Qué cuesta decir las cosas como se supone que fueron? Aparentemente mucho, entre influencias e intereses, el caso Robinson, como el de Clemente, se le fue de las manos a lo deportivo y trasciende más por lo político. Quizás todo eso se llame dinero a ambos lados del color, incluso de la política bipartidista.
Pero los blancos hispanos no tienen nada que agradecerle a Robinson, estaban ahí mucho antes que Jackie debutara en 1945 con el Montreal, mucho menos a Clemente, incluso ni a Miñoso. Por eso es irreal y poco objetivo escucharle al cubano Octavio Rojas que “todos tenemos que agradecerle a Roberto lo que fuimos” ¿Sí? ¿Por qué?
En lo individual, nos podemos remontar a Esteban Bellán y al colombiano Luis Castro, pero, como en todo, el mérito es de los clubes que los contrataron.
Con respecto a los latinos blancos, el papel de Rickey lo desempeñó el Viejo Zorro Clark Griffith (en la foto, de izq a derecha, el embajador cubano en Washington, Roberto Estalella, Joe Cambria y Griffith) cuando firmó a los cubanos Rafael Almeida y Armando Marsans siendo manager del Cincinnatti.
Después, en igual función con los Senadores de Washington, a los que adquirió, porque le gustó el juego caliente y agresivo de los antillanos, su pasión y su clase competitiva, continuó firmando a jugadores de la Mayor de las Antillas.
Otros clubes también firmaron a peloteros cubanos como los Cardenales, los Yankees, Boston, ambos, Cubs… hasta que, a principios de los 30´s, el mexicano Melo Almada llegó a las Grandes Ligas, como a finales de esa década el venezolano Alejandro Carrasquel. Incluso el pitcher boricua Hiram Bithorn y el azteca Jesse Flores, entraron a las Mayores cinco años antes que Jackie Robinson y 13 antes que Clemente.
A Almeida y a Marsans se les debe venerar como los jugadores que le abrieron las puertas del Beisbol Organizado a los “hispanos”. Por circunstancias que nadie dice, pero se suponen (la constante alusión a Clemente refleja la baja pasión) evitar hacerlo es una profanación absoluta conducida por los medios americanos con reflejo en los hispanos.
A Clark Griffith deberían hacerle una estatua en todos los países latinos que juegan beisbol, porque, cuando “se la jugó con los cubanos”, estaban esperando turno los demás jugadores de otros países, que también llegaron primero que Robinson y que Clemente.