BEISBOL 007: La Leyenda del Beisbol Cubano

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jueves, 28 de junio de 2018

La Leyenda del Beisbol Cubano


Por Andrés Pascual
El tiempo cambia las cosas o las hace ver desde otra óptica; en unos casos, adecuada a la circunstancia; en otros, francamente fuera de tono…
En 1960, el gobierno de Fidel Castro, que no podría competir nunca con el pasado beisbolero de la República, a partir de la suspensión definitiva del beisbol profesional, utilizó al Inmortal Martín Dihigo para ejecutar una tarea que era un fraude mayúsculo: “lograr la masividad en el beisbol”, eso decían cuando, en el terreno de juego de todas las categorías, actuaban más de 100,000 atletas a todo lo largo y ancho de la Isla, con un campeonato nacional juvenil zonal que, en 1958, convocó a 150 equipos en todo el país, sin incluir el movimiento Los Cubanitos, patrocinado por los Cubans Sugar Kings; asi comenzo el Primer Campeonato Nacional de 1era. Categoría de la dictadura, que marchó independiente y paralelo durante el último año de la Liga Nacional Amateur, ya sin la Unión Atlética detrás. Juan Ealo, ex jugador amateur, ex comentarista radial y ex coach de preparación física de los Azules del Almendares, estuvo a cargo de la organización del evento, con visitas continuadas a los municipios del interior, estimulaba la creación de equipos de localidades para la competencia provincial. En Pinar del Río, por el municipio Los Palacios, jugó Tony Oliva poco antes de ser firmado por Joe Cambria.

El objetivo fue darle la impresión al pueblo de que se harían cosas superiores y mejores que las que se habían hecho por el sistema capitalista; la realidad fue que todos los cubanos de la época lo entendieron como el principio del fin del poderoso béisbol cubano, pero lo callaron y terminaron aceptándolo, por la política de "no selección alterna"; indiscutible porque, el dominio en todos los circuitos y sólo detrás de Estados Unidos en el rentado, nadie podía negarlo: juvenil, amateur y profesional del área, terreno del imperio cubano, que se encargaron de derrumbar con las garras y la mala intención los “innovadores de la destrucción”. Hasta hoy, lo único que han logrado es debilitar al pasatiempo y confundir al publico a base de mentiras sostenidas durante 48 años. Ni más ni menos que el pisoteo de la Leyenda…

Al pueblo se le adiestró en aplaudir a lo único que tenía acceso; es decir, como en el caso del boxeo, de la música, de la televisión…lo aceptaba porque no quedaba otra opción; sería material de cuentos trasnochados pensar que, si el fanático cubano hubiera tenido la posibilidad de ver a Tiant, a Versalles, a Cárdenas, al Haitiano…hubieran preferido a Urbano González o a Aquino Abreu, que gozaron de relativo público como amateurs antes de 1961.

Nunca un pelotero de clase quedó sin descubrirse por un scout; así, el que no jugó profesional fue porque no quiso hacerlo, porque no tuvo la clase exigida por la categoria o porque temía fracasar, incluso porque no deseaba trasladarse a La Habana; aunque, antes de 1945, hubo clubes profesionales en otras provincias.
El amateurismo tenía un matiz diferente, que le impidió al jugador negro actuar
en el campeonato de la Unión Atlética; sin embargo, en el de la Fuerzas Armadas participaba, en Pedro Betancourt desde 1944 o en la Cromo, Quivicán o la liga de Saguita Hernández.

La Liga Inter Fuerzas Armadas le dio oportunidad de exhibir sus condiciones, antes de saltar al beisbol profesional, a muchísimos jugadores negros o blancos de todo el país.

El General Sagua, villareño, uno de los grandes peloteros independientes durante el período 1915-1925, conocido en todos los rincones desde Oriente hasta La Habana, jugó muy poco como profesional; mientras, el pitcher J.J Alvarez, de condiciones notables en Camaguey y Oriente durante los 40’s y los 50’s, decidió no saltar y llegó con más de 40 años al beisbol de Series Nacionales castristas durante su primera etapa.

En la propia Unión Atlética se extinguió el juego brillante y superdotado del mejor pelotero amateur cubano de todos los tiempos, Antonio “Quilla” Valdés que, nadie sabe la razón, cada vez que mencionan a los mejores shortstops cubanos de la historia le dejan fuera y Quilla no solo era una maravilla en el fildeo; sino que está considerado uno de los peloteros más inteligentes que haya jugado en Cuba en cualquier época o circuito. Un pelotero completo y el mejor bateador, durante más de 15 campañas de juego, en la Unión Atlética primero con el Circulo de Artesanos de la Liga Social y, después, con el Hershey unionista. Quilla fue el cuarto bate de todas o casi todas las selecciones cubanas a Series Mundiales o Juegos Centroamericanos a que asistió.

¿De qué procedencia social eran aquellos sensacionales jugadores negros de la era pionera de “la bola muerta” en Cuba, incluso posterior a 1919? Todos, excluyendo tal vez a Dihigo, de la más absoluta pobreza; sin embargo, Mayarí Montalvo, “Bienve” Jiménez, Alejando Oms, Champion Mesa, Méndez, Torriente, Bombín, los Fernández, Chacón, Julio Rojo, Mamelo, Castillo, Padrón, Strike González…son parte de la gran historia del beisbol nacional, a pesar de que la injusta barrera racial les privó de jugar en el beisbol de los blancos americanos y de que fueran limitados en Cuba solo al profesionalismo; porque la Unión Atlética se fundo en 1914 para clubes sociales capitalinos, pero la Inter Fuerzas, que los admitía, inició hostilidades a principios de los 30’s organizadamente.

Hoy se quejan porque los implementos para jugar beisbol escasean, es una de las justificaciones sobre el debilitamiento del juego en el país, cuando se debería mirar hacia el detalle que casi nadie quiere; pero obligatorio por su incidencia en el asunto, el político: nunca habrá beisbol cubano de clase, ni amateur ni profesional, con el régimen allí, es necesario cambiarlo de raíz; pero, si hubiera profesionales con el sistema castrista, de poco serviría como estímulo, una vez que nadie podría impedir que se quedaran viviendo en sus casas de mala muerte durante el receso invernal, siendo robados hasta el último dólar de una y mil formas que inventarían.

Antes de 1950, los jugadores pobres, blancos o negros, mayormente veían un guante para jugar beisbol, o un bate por primera vez, cuando estaban en edad juvenil y zapatos spikes cuando se organizaban como profesionales o en equipos de localidades que el dueño vestía y calzaba completamente.

Esos jugadores de la era de Méndez, del Pájaro Cabrera, de Bebé Royer, de Bustamante hasta Huesito Vargas, Crespo, Agustín Bejerano, los Correa, Miñoso…se hacían peloteros jugando descalzos, con guantillas de lona hechas por ellos y con pelotas caseras confeccionadas por ellos; para batear, cualquier gajo rústico trabajado a mano; pero, de vez en cuando, iban al pueblo a ver a los profesionales y, cuando el dueño de la farmacia hacía su novena para el campeonato municipal en invierno y los invitaba, les acompañaban uno o más de nivel profesional, del pueblo o importados; de esa forma comenzaban a familiarizarse con el nivel de juego superior.

Ninguna justificación ajena a la desaparición del beisbol profesional de Cuba ni a la pérdida absoluta de la clase general de la pelota de la Isla es valida hoy, tienen que cambiar de raíz el sistema que logró poner en ridículo a la llamada Leyenda del Beisbol Cubano…Si no se hacen cambios radicales en el cuadro, en el banco y en el bullpen político de la Isla, el futuro del juego, como todo el pueblo, todavía no es lo negro que promete.


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