BEISBOL 007: ¿A QUIÉN SE LE DEBE AGRADECER POR EL DERRUMBE DEL MURO RACIAL?

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martes, 22 de mayo de 2018

¿A QUIÉN SE LE DEBE AGRADECER POR EL DERRUMBE DEL MURO RACIAL?


Cuban Envoy Congratulates Cuban Ball Star


Por Andrés Pascual
De tanto oír y leerlo casi me lo creo: “A Jackie Robinson hay que estarle eternamente agradecido porque rompió la barrera racial…”, sin embargo, nunca he visto que se acuse a una pistola porque “derrumbó” a una víctima, sino al que disparó, el arma nunca es culpable… ni a la piedra que rompa una ventana, sino al que la lanzó.
Si Robinson, buen pelotero, excelente persona y mejor patriota, no hubiera contado con el Brooklin y con Branch Rickey detrás para que se lo dispararan al muro, ¿Hubiera podido hacerlo? Quiero una sola respuesta positiva, pero convincente.
El muro lo rompieron Rickey y los Dodgers y Jackie fue el elemento que emplearon.
Tal vez su importancia es por todo lo que representó para los negros y los latinos de igual raza, pero no definitorio de lo que tengo sobre el tapete: ¿Quién derrumbó la barrera racial? Por supuesto, no fue el ex alumno de UCLA.
Se toma en cuenta que soportó ofensas del público sin responderlas, lo que contribuyó a consolidar el éxito experimental, sin embargo, sobre el terreno jugó duro, como cualquier big-leaguer: deslizamientos fuertes, pivot pegado a la cabeza de los que se deslizaban y protestas violentas y casi fuera de control. Eso abrió las “entendederas” de los jugadores contrarios porque, si bien tenía mesura con el fanático, se hacía respetar en el campo de batalla en pie de guerra.
Todos los jugadores negros que han actuado en el Beisbol Organizado desde 1947 se lo deben agradecer a Branch Rickey y a los Dodgers, sin embargo, para crear un ícono de minorías, se escogió a Jackie Robinson que, con tal euforia y decisión, es un intocable e incuestionable por ambos partidos, aunque, a fondo, la justicia sea relativa.
El número 42, retirado de todos los cubes, bien que debería tener como equilibrio el nombre de Rickey para todos los estadios de Grandes Ligas, porque, aunque se hacía parcialmente necesaria la presencia negra en el beisbol, sin el riesgo que tomó el Gran Innovador, que arrastró a los Dodgers en el intento, no se hubiera producido, por lo menos en 1947, la victoria sobre el Pacto de Caballeros.
Y, que nunca se menciona, los ataques a la Organización del Brooklin por tener a un pelotero de raza negra en el róster, fueron tantos como los que tuvo que aceptar el jugador. Otro detalle que tampoco se menciona: la población negra fue más cruel con el intermedista que los propios blancos, porque era “su gente”, que tampoco aceptaban que “ese negro se convirtiera en otro Tío Tom”, ¿Qué cuesta decir las cosas como se supone que fueron? Aparentemente mucho, entre influencias e intereses, el caso Robinson, como el de Clemente, se le fue de las manos a lo deportivo y trasciende más por lo político. Quizás todo eso se llame dinero a ambos lados del color, incluso de la política bipartidista.
Pero los blancos hispanos no tienen nada que agradecerle a Robinson, estaban ahí mucho antes que Jackie debutara en 1945 con el Montreal, mucho menos a Clemente, incluso ni a Miñoso. Por eso es irreal y poco objetivo escucharle al cubano Octavio Rojas que “todos tenemos que agradecerle a Roberto lo que fuimos” ¿Sí? ¿Por qué?
En lo individual, nos podemos remontar a Esteban Bellán y al colombiano Luis Castro, pero, como en todo, el mérito es de los clubes que los contrataron.
Con respecto a los latinos blancos, el papel de Rickey lo desempeñó el Viejo Zorro Clark Griffith (en la foto, de izq a derecha, el embajador cubano en Washington, Roberto Estalella, Joe Cambria y Griffith) cuando firmó a los cubanos Rafael Almeida y Armando Marsans siendo manager del Cincinnatti.
Después, en igual función con los Senadores de Washington, a los que adquirió, porque le gustó el juego caliente y agresivo de los antillanos, su pasión y su clase competitiva, continuó firmando a jugadores de la Mayor de las Antillas.
Otros clubes también firmaron a peloteros cubanos como los Cardenales, los Yankees, Boston, ambos, Cubs… hasta que, a principios de los 30´s, el mexicano Melo Almada llegó a las Grandes Ligas, como a finales de esa década el venezolano Alejandro Carrasquel. Incluso el pitcher boricua Hiram Bithorn y el azteca Jesse Flores, entraron a las Mayores cinco años antes que Jackie Robinson y 13 antes que Clemente.
A Almeida y a Marsans se les debe venerar como los jugadores que le abrieron las puertas del Beisbol Organizado a los “hispanos”. Por circunstancias que nadie dice, pero se suponen (la constante alusión a Clemente refleja la baja pasión) evitar hacerlo es una profanación absoluta conducida por los medios americanos con reflejo en los hispanos.
A Clark Griffith deberían hacerle una estatua en todos los países latinos que juegan beisbol, porque, cuando “se la jugó con los cubanos”, estaban esperando turno los demás jugadores de otros países, que también llegaron primero que Robinson y que Clemente.

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