Cada cierto tiempo, resulta algo aterrador cómo convergen las fuerzas del universo para obligarte a dar un paso atrás y pensar adónde se dirige todo esto. En el béisbol, esta fue una de esas semanas.
Fue la semana en que Barry Bonds fue convicto por un delito grave relacionado a las drogas para el rendimiento en un tribunal en San Francisco.
Fue la semana en que Manny Ramírez recibió un resultado positive, le dijo adiós a su carrera y se fue a su casa.
Fue la semana en que el exiliado Rey del Hit, Pete Rose, cumplió 70.
Así que fue una semana hecha a la medida para la reflexión sobre este gran deporte y sus héroes manchados. Y, especialmente, fue una semana que nos debe inspirar a todos a considerar qué hacer con un museo especial en Cooperstown, N.Y., donde esos héroes debieron brillar algún día.
Nosotros adoramos el Salón de la Fama. Como mucha gente que conocemos, tenemos recuerdos imborrables de la primera vez que entramos al Salón, de las memorias y las emociones que ese día brindó, y de la gratificación de compartir esos recuerdos y emociones con nuestros hijos.
Pero el Salón de la Fama tiene un problema. Un gran problema.
Hemos hablado y escrito sobre esto anteriormente. Y nuestro amigo, Tim Kurkjian, habló elocuentemente sobre ello una vez más esta semanas en el aire, después que el veredicto de Bonds aplastó a un deporte que hacía tiempo lo pronunció culpable de mucho más que obstrucción.
Nos dirigimos hacia un día en que el Salón de la fama podría ser más famoso por los jugadores que no están allí reconocidos que por los que sí lo están. Y todos tenemos que preguntarnos: ¿Acaso eso tiene sentido alguno?
El hombre que registró más imparables que cualquier jugador en la historia (Rose) no estará en ese Salón de la Fama. Tampoco estará allí el hombre con la mayor cantidad de jonrones en las mayores (Bonds).
El hombre que superó el récord de Roger Maris (Mark McGwire) estará ausente. También ausente estará el segundo lanzador derecho con más victorias desde la Primera Guerra Mundial (Roger Clemens). Y no olvidemos a un tipo que podría cerrar su carrera al tope de las listas de todos los tiempos en una docena de categorías ofensivas (A-Rod). Esta es la lista corta.
Así que nos preguntamos una vez más: ¿Acaso eso tiene sentido alguno?
Hemos suplicado en el pasado que los encargados del Salón de la Fama nos den una guía sobre este tema a los votantes confundidos. Pero la pregunta que hacemos ahora es más grande, más poderosa, y no es sobre nosotros:
¿Qué ES el Salón de la Fama, en el fondo?
¿Y qué es lo que queremos que sea? ¿Queremos que sea un museo? ¿O queremos que sea un altar?
La contestación sencilla aquí es "altar". Obviamente. Nos encantaría vivir en un mundo en el que podamos caminar por esa galería, mirar cada una de sus placas y escuchar las trompetas celestiales mientras las lágrimas nos inflan los ojos. Eso sería genial. Yo también quiero un pedazo de eso.
¿Pero realmente vivimos en ese mundo? ¿En verdad?
Si haces tu tarea, tú sabes que ya hay placas colgadas en el Salón de la Fama de jugadores que alteraron la pelota, el bate, se tomaban anfetaminas y hasta peor. Hay miembros del Salón de la Fama que han sido arrestados, otros que cumplieron cárcel, y uno (Tyrus Raymond Cobb) del que hasta se rumora que mató a un hombre.
Increíblemente, los votantes que los eligieron, los jugadores del Salón de la Fama que les dieron la bienvenida y los fanáticos que caminan por esa galería están dispuestos a perdonar todo eso.
¿Pero esto no?
¿Por qué los esteroides son diferentes? ¿Por qué los esteroides son peores? ¿Porque sacaron a Babe Ruth del libre de récords? ¿Porque arruinaron el récord más sagrado de todos los deportes?
¿Quién de nosotros no está indignado por el consumo de esteroides? Es triste. Es trágico.
Pero también es una realidad. La gente que administra este deporte permitió que todo eso sucediera, todo. ¿Acaso ahora pueden cerrar los ojos y desear que no sucediera? Por supuesto. Pero ya es demasiado tarde.
La década de 1990 ya pasó. Esa fue la realidad, nos guste o no. Todo está ahí en los libros, en las fichas que dan los números de los partidos.
Así que otra pregunta importante que hay que hacerse hoy es: ¿Es hora de que el Salón de la Fama sea realista, que refleje esa realidad?
No tenemos una buena respuesta. Y ciertamente no tenemos una respuesta satisfactoria para todo el mundo. Sabemos que cuando tratamos de imaginarnos a Bonds el día de su exaltación, o el día de exaltación de Roger Clemens& Mejor ni hablar.
"¿Tú sabes quién estaría detrás de él?", nos dijo un miembro del Salón de la Fama una vez cuando le preguntamos cómo sería el día de exaltación de Bonds. "Su familia. Eso es todo -- porque no habría ningún miembro del Salón de la Fama aquí".
Nos duele pensar en ese día, imaginarnos esa escena. La magia del día de exaltación, el bullicio de afecto para una figura apreciada del deporte, es algo que todo aficionado del béisbol debe vivir.
Pero no todos los días de exaltación incluyen la misma magia, porque no todos los exaltados inspiran el mismo tipo de cariño. Así que por qué es que todos los días de exaltación tienen que ser una celebración?
¿Por qué no puede haber días de exaltación que den pie a una reflexión?
Podemos seguir pretendiendo que nada malo nunca sucedió en el béisbol hasta la Era de los Esteroides. O podemos ser honestos -- y confersarlo todo.
Sobre los esteroides. Sobre el Rey de los Hits y sus apuestas. Sobre la segregación. Sobre las décadas de abuso de las anfetaminas. Sobre la vida -- la vida real -- y cómo ha dibujado el béisbol a través de las generaciones, no sólo esta.
Podemos permitir que la honestidad inunde la galería de muchas maneras -- con las pancartas informativas que Bob Costas, hasta en las palabras que llevarían las placas. Si vamos a permitir que Barry Bonds y Pete Rose sean miembros del Salón de la Fama, el mundo entero debe saber todo lo que hicieron, no sólo las cosas positivas. Esa debe ser, y tiene que ser, una condición obligada.
¿Pero es eso lo que queremos? ¿O preferimos tener un Salón de la Fama que tolere un vacío tan abismal de la historia que pretenda que todos estos hombres que fueron reyes en el deporte nunca existieron?
Tal vez preferiríamos eso. Pero como dice uno de nuestros amigos: "Ve a cualquier museo de historia. Tú ves tipos como Genghis Khan ahí. No todos fueron hombres ilustres".
¿Pero este museo es diferente? ¿Realmente lo consideramos como un museo? El Salón de la Fama puede ser lo que el Salón quiera ser, suponemos. ¿Pero qué deberíamos querer que fuera? Es una pregunta muy difícil y complicada.
Esta fue una de esas semanas, sin embargo, en la que parecía imposible el no hacernos esta pregunta.
Jayson Stark es escritor senior de béisbol para ESPN.com. Consulta su archivo de columnas.