Por Andrés Pascual
El grito en el cielo por seis derrotas consecutivas debería producirse de acuerdo al momento en que se encuentre la campaña: en agosto o septiembre, deben horrorizar; al principio, durante los primeros seis miserables encuentros, son una exageración (aparentemente).
Los primeros 6 perdidos pueden ser decisivos si, al concluir la temporada, se cede la titularidad en la división por, precisamente, 6 ó menos juegos, parece que no, pero sí…
Los Medias Rojas de Boston tienen a la gerencia y al público al borde del pánico generalizado y hay razones especiales.
El club que dirige Terry Francona es favorito en el Este de la Liga Americana por un par de ajustes que hicieron, entre estos, la adquisición de Carl Crawford, uno de los mejores y más veloces corriendo las bases de las Mayores, jugador con etiqueta de 5 herramientas en uso y la del artillero mexicano Adrián González, un slugger reconocido que suplirá el inicio evidente del descenso de David Ortiz.
Y es gracias a la adquisición de jugadores de gran inversión que cualquier desliz, convertido en racha de derrotas, alarma y pone en titulares al equipo como al borde de un fracaso mayúsculo.
La pelota de hoy se llama dinero; a veces, clase profesional; alguna que otra, inmoralidad e indecencia y, siempre, fanático en las gradas que espera festejar en octubre. En Boston no acostumbran desproteger al público tradicional, por cierto, de los mejores y más fieles de franquicias veteranas de ambos circuitos.
Pero, la conciencia sobre el dinero que se invierte, hace que los sustos abunden ante cualquier eventualidad, porque, “el respetable” también está consciente del dinero que paga para disfrutar del espectáculo.
El fanatismo abundante de clubes como el Boston genera alegría de juego en los peloteros y entusiasmo en las taquillas, pero, el frenesí rutinario de ganarle a los Yanquis, más odiados en la ciudad que Bin Laden, no permite ni coquetear con la idea de que “un segundo lugar también es bueno”.
De cierta forma, se han visto arrastrados por la marea de la franela a rayas en cuanto a que “el mundo se puede acabar, pero mi club no puede perder” y, realmente, Boston no es Nueva York, en nada.
Todavía no hay críticas ácidas contra el manager o contra los jugadores, pero, si a mediados de mayo tienen un record perdedor preocupante, los gritos y las acusaciones se van a oír en la luna.
A fin de cuentas, la plantilla esta hinchada en dólares por pagar y eso no se resarce con otra posición que no sea la primera.
Pie de grabado: En Boston hay que “patearles el trasero a los Yanquis |
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