Los cubanos tenemos no una manera, sino una manía, cuando tratamos con la nacionalidad que, a mi modo de ver, es enfermiza: Julio Lobo, magnate azucarero y una de las más importantes figuras en la historia de este sector internacionalmente, nació en Venezuela y fue llevado a Cuba a los 7 años; pero a nadie de la Isla se le ocurre llamarlo como "el venezolano"; o el cubano-venezolano...no, es de nosotros y que el sol salga por donde salga.
Jorge Posada, receptor de los Yanquis, de padre cubano, madre dominicana y nacido en Borinquen es, para nosotros, "el cubano". Lo mismo ocurre con Danilo Tartabull, cuyos padres son cubanos, nació en un invierno de la Liga Invernal de Puerto Rico, porque su padre, José, jugó allá ese año y ha vivido toda su vida en Estados Unidos; Alex Fernández, Luis González, Alex Ochoa y otros, de los cuales uno de sus dos progenitores es de origen cubano, Bronson Arroyo.
Vaya, en esto no perdemos ni si llegamos en último lugar. Ahora, ¿Por qué tenemos ese complejo? Quizás porque el último cubano, con condiciones de decencia ciudadana y profesional nacido en Cuba, digno de homenaje, sea Tani Pérez. Con aquellos no cubanos; pero de ascendencia, en capacidad de ser los únicos que pueden exhibir los rasgos de una personalidad cuya identidad, cada día, se derrumba socialmente y políticamente.
Si, hay que entender que, esos nacimientos fuera de la Isla, deben considerarse "accidentes" por la situación política; es decir, forman parte del crimen contra la nacionalidad ejecutado por la tiranía castrocomunista; pero ocurrieron...
De mayor importancia en el asunto: algunos de los ciudadanos no cubanos que tienen ascendencia, se consideran como tales, que he conocido a muchos; sin embargo, Rafael Palmeiro, que nació en Cuba y no se siente cubano de muchas formas, llegó tan lejos que, el día de la protesta de los jugadores cubanos por el caso Elián González no solo rechazó la solidaridad patriótica; sino que declaró: "no tengo nada que ver con esa gente de Miami".
Luego, considerar como compatriota a alguien que no nació en Cuba; pero que tiene ascendentes cubanos es a título personal, ni oficial ni legal; como yo que, a ese mismo título, a gente como Palmeiro, que si nació en la Isla, los quiero, mientras más lejos, mejor.
Acaba de concluir la carrera de uno de los últimos jugadores clásicos del beisbol de hoy, no solo por su desempeño en el terreno; sino por su conducta y personalidad: el boricua con ascendencia cubana, Mike Lowell, de los mejores defensores del tercer saco en los últimos años; bateador de consistencia y oportunidad, dijo adiós el día que cayó la cortina imaginaria del 2010.... Ya van quedando pocos como este extraordinario pelotero.
Para Tim Wakefield, Lowell fue The Best o El Mejor, por su profesionalismo y su capacidad de liderazgo entre sus compañeros; para algún que otro cronista del sitio MLB.com, sencillamente Un Monstruo. Así de grande fue la impresión que causó este humilde estelar que acaba de decirle adiós al pasatiempo.
El sábado, durante su primera vez al bate en Fenway Park, el exigente público de la ciudad le dio una ovación del tipo que solo conocen los grandes del beisbol: en medio de las pancartas algóricas al jugador, de los gritos de apoyo y despedida, su marca registrada, un doble bueno para empujar dos. Confieso que me emocionó ese momento, así como la alocución del hijo de Carlos a sus fanáticos y su familia presente con: "este juego lo he jugado con toda la pasión y el respeto que merece; le agradezco a Dios y al Boston por este momento"
Haciendo uso de la extraña licencia que nadie sabe quién nos dio para apropiarnos de cuanto nacional ajeno haya por ahí, me siento orgullosamente agradecido de ser de aquella Isla, porque un pelotero, una persona como Mike Lowell es mi compatriota, que entiende el
problema de su nacimiento fuera de Cuba como parte de la tragedia nacional.
Andre Pascual /Miami