Por Andrés Pascual
Para mí no hay otro más asombroso, disfrutable e interesante que el beisbol caribeño, grandeza magnificada por su enorme caudal de fantasías.
En el Caribe se juega un beisbol particular, extraño para el refuerzo del Norte, porque, cualquier debilidad en el juego, es imperdonable por la tribuna apasionada, que obliga a actuar en el terreno en correspondencia como siente el pasatiempo: a morirse.
Da la impresión de que el beisbol se inventó de Venezuela a México, con Colombia, el Istmo y Nicaragua incluidos, más las joyas del Caribe, lo que es una exageración, pero la pimienta, el juego pícaro y agresivo, de ganas perennes de echar a correr hacia la base inmediata, ese tipo de juego es de factura regional…
Puerto Rico ha sido uno de los bastiones del juego de pelota en el área; existe una historia gloriosa en Series del Caribe y otra trazada por sus jugadores en el Beisbol Organizado.
De Borinquen son nativos Coimbre, Millito y Perucho de la era romántica, víctimas del compromiso, injusto y abusivo, conocido como Pacto de Caballeros, que ratificó el Muro Racial.
De allí es el Inmortal Roberto, el más grande de todo el área, genio y figura; Peruchín también, con Víctor Pellot y Alomar jr, más los que faltan. En pocos años venideros la pequeña isla tendrá mas jugadores en Cooperstown que el resto de los miembros de la Confederación más Cuba y, por proyección demográfica (% sobre cantidad de habitantes), más que Estados Unidos incluso, ¿Qué hubiera pasado con un Puerto Rico con 11 millones? ¿Qué tal la cantidad de Venezuela? ¿Con la de México? “Ni pa’lla vo’a mirar…”
Los Leones de Ponce suenan a la hora de articular sobre el beisbol puertorriqueño en igual medida que con la plena, tienen una historia gloriosa en los campeonatos desde la etapa amateur, semi-pro y profesional, esta, desde 1938.
Por el Ponce pasaron muchos de los mejores peloteros boricuas, de ligas negras o de grandes ligas de la historia. En ese club jugó Pancho Coimbre, que merece un capítulo aparte, y Millito, recientemente fallecido.
Para concluir la campaña de 1947, se efectuó una serie final entre Ponce y los Criollos Brujos de Caguas en la que el segundo logro meterle los primeros tres a los Felinos; entonces la ciudad preparó la fiesta con el tradicional lechón asado, plato fijo para la celebración tanto en Borinquen como en Cuba, con la seguridad de que el cuarto “papazo” sería cuestión de un par de horas, más o menos; pero, como señal de que en la vida hay que respetar al contrario, los Leones regresaron y, en fila, ganaron 4 veces para imponerse sensacionalmente.
El Ponce, que le ganó en 1947 a los Yanquis cuando estuvieron de visita en Puerto Rico, los que venían de perder contra los Sabios del Vargas de Venezuela, también tuvo una historia de “maldición” estilo Medias Rojas de Boston. Pero la serie que le ganaron al Caguas pasaría a conocerse para siempre como “La de los Lechones” y se cita, en cualquier sector de la vida pública que requiera un llamado a la cordura, cuando alguien se precipita y da como hecho un resultado a su favor antes de, como en el juego, sacar el out # 27.
Pie de grabado: Coimbra es el símbolo del Ponce. |