BEISBOL 007: Andrés Pascuasl

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viernes, 3 de agosto de 2018

¡QUÉ ASCO, SALIVA!


Por Andrés Pascual
“Snitch” significa soplón en español, mucho más ofensivo “chivato”, la chivatería es vieja y despreciable, por miedo, por dinero o por lograr credibilidad chivatean algunas alimañas; tal vez basada en la 3era referencia, el ex pitcher del Brooklin, Elvin Charles “Preacher” Roe, (el apodo quiere decir “predicador”), con todo y que le dirigía la palabra “veraz, formativa y reconfortante” desde un púlpito a una feligresía que lo creyó casi divino, le dijo alguna vez a la revista Sporting News que “tiró saliva durante finales de los 40’s y principios de los 50’s”, y que tuvo como colaborador en la faena ilegal y prohibida a Pee Wee Reese, forma soez y repugnante de “echar pa’lante como a un carrito de hela’o” al inmortal shortstop, cuyo nombre se relaciona con la defensa de Jackie Robinson, aun contra amenazas de muerte; nada, lo cantó Beny Moré: ¡Qué humanidad caballeros! ¡Qué humanidad! Común en este tipo de elemento que se retracten de una entre tres formas posibles “no lo dije, no quise decir eso, no lo dije así…”.
Hace muchos años, el ex catcher de los Bengaleses de Michigan y manager del Cinci, Birdie Tebbets, contó, como quien hace un chiste en “stand-up”, que todo el mundo en el Detroit conocía que Tommy Bridges tiraba el veneno.
Durante los 50’s, los cubanos Raúl Sánchez y Orlando Peña usaron la saliva como lanzamiento de dominio alterno; Peña continuó metido en terreno ilegal durante los 60’s y 70’s.
En la Liga Americana lo “ayudó” en la faena proscrita un inmortal de fama y prestigio, obligado a mantenerse “acatarrado” para desgarrar sobre su guante y frotar la bola que, asquerosamente, jugaría al “me agarras no me agarras” en cada envío de la mano derecha del orgullo de Las Tunas; sin embargo, lanzando contra Minnesotta en 1967, Tony Oliva le metió una línea que casi le arranca la cabeza y, cuando el artillero llegó a la inicial, le gritó en español: “vuelve a tirarme otra salivita que te la voy a arrancar”.
Años después, el Predicador Roe le concedió una entrevista a otro magazine, esta vez a Sports Ilustraded, en la que sugirió que “aquella vez” quiso defender al pitcher; al que consideró una especie de “Cenicienta del juego”.
En lo de Cenicienta, posiblemente haya tenido razón, a la luz de que, todas las novedades en la relación pitcher-bateador, giran alrededor de los cañoneros desde que Ruth popularizó el jonrón y comenzó la era de “la bola viva”.
Piense en esto: reducción de las distancias hasta las cercas; 3 segundos estático en el balk; disminución de la elevación del montículo; reducción de la zona de strike, incluso el unguento de Blackburne benefició a los pitchers.
Hace poco se comentó que analizaban el uso de la saliva para legalizar el de sustancias de crecimiento por los bateadores (que no se limita solo a estos), es decir, reautorizar el recurso maldito y piadoso para aliviar la muerte de un condenado.
A fin de cuentas son los tiempos, que no equilibran nada como se supone que debe ser o ¿Acaso no ha visto una foto de Mariano Rivera escupiendo una bola en pleno montículo? ¿Qué pasó?
Para colmo de males, Mariano es tan predicador como lo fue aquel pitcher de los Dodgers al que hace años le cayó la grada arriba; aunque, vale la pena decirlo, porque comprometió a algunos, no por ensalivar la pelota.

viernes, 27 de abril de 2018

HAPPY CHANDLER NO DEJÓ LANZAR A BOB FELLER EN CUBA

Cleveland Indians’ Bob Feller, one the greatest fastball pitchers in baseball, hurled his third no-hitter July 1, 1950 with a 2-1 win over the Detroit Tigers in opener of a twin bill at Cleveland. Bob’s sizzling delivery is shown in the 1948 World Series sequence when he pitched against the Boston Braves. (AP Photo)


Por Andrés Pascual
El 16 de agosto de 1947, fechado en Cleveland, el corresponsal de UP Richard L. Dugan, informó que “el confundido” Bob Feller había declarado: “estoy dispuesto a entregarle al Fondo de Pensiones de las Grandes Ligas todo el dinero que me paguen en Cuba…”.
Según Dugan, “la situación de Feller no es clara en este momento”, y la forma como maltrató al pelotero llamándolo “confundido”, demuestra la poca estimación que sentían aquellos cronistas, con excepciones como Dan Daniel o Grantland Rice, por el beisbol criollo.
En conversación telefónica desde San Luis, el Meteoro apuntó: “tengo un contrato con los cubanos (Alacranes del Almendares), que pudiera reportarme hasta 20,000 dólares, no tomaré un centavo de esa suma si se me permite cumplir con una gente que ha actuado de tan buena fe conmigo…”.
El pitcher continuó diciendo que estaba dispuesto a entregarle el dinero al Fondo de Pensiones o a los veteranos que necesitaran ayuda.
El serpentinero habló por teléfono el día 15 con los dirigentes del circuito invernal cubano, quienes le dijeron que se sentían muy molestos por el imprevisto viraje en el compromiso del Comisionado Happy Chandler, quien, con semejante e inexplicable acción, modificó repentina y bruscamente los acuerdos alcanzados entre las Grandes Ligas y la Liga Cubana.
En el acuerdo a que llegaron reciéntemente (para la época), Chandler convino en que algunos bigleaguers y varios jugadores de ligas menores podrían actuar en el torneo 1947-48, pero el día 13 de agosto de ese año le prohibió a los peloteros de los circuitos mayores jugar en Cuba. Entonces nació “la fatiga extrema” para impedirle a un bigleaguer, incluso nativo, jugar en el Caribe en invierno.
Comentando sobre la decisión, Feller dijo: “los jugadores que no ganan grandes sueldos serán más perjudicados que yo.
Aunque admitió que “esta campaña (1947), no ha sido como esperaban (20-11, 2.68, después de 26-15 y 2.18 en 1946)”, rechazó responsabilizar a las exhibiciones en que participó a finales de 1946 por el rendimiento inferior al año anterior. Sin jugar en el invierno en La Habana, Feller tuvo como récord 19-15 y 3.56 en 1948.
“El beisbol es como un juego de azar, explicó Feller, nadie puede garantizar cuántos juegos puede ganar, pero yo creo que todavía puedo llegar a 20 victorias este año (terminó con 20-11 y 2.68)”.
Según el cronista de Prensa Unida, “…se cree que el contrato básico de Feller le garantizará 40,000 dólares con los Indios, y una buena cifra en bonos si alcanza los 750,000 espectadores por actuación durante el año, (pasó de 800,000), en este momento el club supera el millón de fanáticos asistentes al estadio”.
Mientras, las noticias que salían de Cuba demostraban la mala impresión que causó la deslealtad de Chandler hacia el compromiso en la dirigencia de la Liga Invernal Cubana, que se disponía a iniciar la campaña con el pitcher como la máxima atracción de taquilla jamás vista en la historia del circuito antillano.
El asunto fue tan desagradable que muchos cronistas americanos pensaron en una carta abierta al tirano-dictador de las Grandes Ligas, a fin de que remodificara su infame decreto de última hora, por demás racista.
Fue Happy Chandler, elemento bajo que, increíblemente, está en Cooperstown; mismo que no le interesó nunca si comían las familias de los peloteros, incluso el derrotero del juego, y su decisión contra “los renegados” del capítulo mexicano había sido un antecedente claro y abierto de lo que podía hacer con tal de imponerse a lo justo, lógico y humano.
El cable íntegro fue publicado por Diario de la La Marina el 17 de agosto de 1947.

martes, 24 de abril de 2018

LOS YANKEES Y LA TRIUNFALISTA Y FANTASMAL EUFORIA MODERNA

Apr 20, 2016; Chicago, IL, USA; Chicago White Sox third baseman Todd Frazier (21) tries to make a play on an infield single hit by Los Angeles Angels center fielder Mike Trout (not pictured) during the ninth inning at U.S. Cellular Field. The White Sox won 2-1. Mandatory Credit: David Banks-USA TODAY Sports


Por Andrés Pascual
Los Yankees determinaron las pautas cuando “lo eran de verdad”, marca registrada en intención y resultados: Ruth, Gehrig, Mantle, Dimaggio, Dickey, Berra, Mize, Meusel, Lazzeri, Koening, Richardson, Reynolds, Turley, Sccoter, Heinrich, Ford, Gómez, Howard, Bauer, McCarthy, Huggins, Stengel…todos esos nombres y otros que no escribo por acopio de espacio, cada uno, son la cara del beisbol, porque sin los Yankees, con perdón del incrédulo fanático “anti”, no se puede hablar del deporte más fascinante durante más un siglo para los americanos.
Los Bombarderos hicieron rentable al juego y lo pusieron en niveles de “vedette” de grandes ternas; durante décadas, el pasatiempo tuvo un nombre: LOS YANKEES DE NUEVA YORK.
Tan extraña, tan curiosa fue la “yankeemanía”, que acostumbraron al fanático a verlos a pupilo en las Series Mundiales sin aburrirlos, y a que sus jugadores de interés ocuparan turnos fijos o de sustitución en las alineaciones del Joven Circuito a los Juegos de Estrellas, además de prestarle al llamado Clásico de media temporada al manager que los dirigiera en la ocasión.
La guerra en el beisbol por el resultado final era contra los Yankees, señor mío, sin los inquilinos del Bronx no habría beisbol, nadie sabe por qué razón se convirtió este club en el corazón del juego, aunque todo lo relacionan con la llegada de Ruth y sus jonrones, y es posible, porque, individualmente, si le quita al Babe al juego no hubiera historia y sin este símbolo pues no hubiera franela rayada…
Pero también existieron en Nueva York los Gigantes, que tuvieron predominio mundial pre-Babe Ruth, y durante cinco años de la era del Bambino; que los dirigió el manager más grande conocido, John McGraw; que adaptó al beisbol a los cambios necesarios como “jugar con la bola viva”; que puso de moda el “hit and run”; que agrupó en sus 30 años al frente del club de Polo Grounds a varios de los mejores jugadores de la historia como Ott y Matty, sin embargo, dosis de interés magnífico, son parte de la historia del beisbol, pero…NO SON LOS YANKEES.
Un refuerzo para los Asesinos significaba otro anillo de la serpiente apretando la garganta enemiga; así, el mismo Babe Ruth, Herb Pennock, Sewell, Johnny Mize, Bob Turley, Vic Raschi, Héctor López…remataron al miura herido con sus apariciones en la franela blanquinegra como “espadas de puntilla”.
De pronto se debilita el club primado del beisbol por efecto de la competencia de otros clubes en base a “mucho dinero iguala y la meta es el mercenarismo agencia libre” y comienzan a invertir en peloteros que no rinden para las cantidades que les pagan, la debacle se ayuda por un rosario de escándalos variopintos, no importa que tuvieran en el róster a uno de los 3 mejores peloteros de la historia de la novena, a mi juicio, uno de los cinco más grandes y completos de la historia del juego, Derek Jerer, el Capitán de Capitanes, “el hombre que casi salvó al beisbol de la noche negra y trágica que no concluye”, porque no pudo solo con tantos conspirando contra la moral del club, nadie hubiera podido, ni Ruth…
Entonces se caen los ratings, se imponen otros deportes en sintonía y presencia en el estadio…señor, no es sospechoso ni curioso, con los Yankees fuera de la competencia se va a caer hasta el sol un día si no le ponen buenos soportes…
La ausencia del club de Ruth de “la serie grande” ha sido una puñalada trapera al juego y al fanático, porque se replanteó, se reafirmó: sin los Yankees no hay beisbol de audiencia, porque es el equipo del mundo, es la novena que se sufre o que se goza aunque haga picadillo al club local y este sentimiento es único y está ausente, desconocido en cualquier otra disciplina alrededor del mundo.
Todd Frazier (foto) es un veterano de 7 temporadas a los 31 años de edad, adquirido reciéntemente los Yankees, un tercera base que sus promedios más altos han sido dos veces .273, que jamás ha impulsado 100 carreras, que dio 40 jonrones el año pasado y yace en una cama del hospital “mediocridad” con anemia perniciosa de .207 de average, pero ha movido los titulares de tal forma increíble que, por el desarrollo de la media cómplice en el derrumbe del beisbol, supera el jolgorio y la algarabia de cuando llegó Babe Ruth desde Boston a Nueva York ¿Es posible?
Observe los promedios generales de Frazier, recibido con más bombo y platillos que Montgomery en Londres en 1945: .247 de average .318 embasamiento .461 de slugging y .779 por suma de totales. Su fildeo es reflejo de “ni fu ni fa” por .965.
Lo que quiero decirle después de este cuento que no va a causar ningún efecto, es que la media de hoy ha acostumbrado al fanático a ser poco reflexivo, a no contener sus emociones, a permitir que inunde el fuego fatuo su esperanza y a desequilibrar el viejo precepto “sea cuidadoso en el elogio”, porque, sin negatividad inservible ni complejos febriles ¿Debiera causar el revuelo, el torbellino mediático que logró el cambio desde Chicago a los Yankees en medio de una operación múltiple de alto riesgo de un jugador que, por lo que se aprecia, no alcanzará nunca la estatura de Nettles ni de Boggs?

lunes, 16 de abril de 2018

Roberto Estalella, primer hispano de Triple Corona en el Beisbol Organizado

Por Andrés Pascual
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Roberto “Tarzán” Estalella (Cárdenas 1911-Hialeah 1991) fue el segundo gran jugador de posición cubano e hispano en el Beisbol Organizado; el primero fue Armando Marsans, uno de los dos pioneros, junto a Rafael Almeida, cuando ya existían ambas ligas; primer bateador de .300 y primero en recibir votos para el MVP en Grandes Ligas durante la década 1910-20. Pero Marsans jugó pocos años.

A Estalella, cuando fue cambiado por los Senadores de Washington a los Elefantes Blancos de Connie Mack en 1943 junto a Jimmy Pofahl y dinero por Bob Johnson, que había jugado en el Juego de Estrellas del año anterior por la Liga Americana, el Viejo Zorro de los Atléticos lo presentó como un nuevo Al Simmons que, si no comete la equivocación de irse a la Liga Mejicana, hubiera continuado el desarrollo ascendente de su carrera en Grandes Ligas, porque sus mejores años fueron los tres previos a 1945, cuando dio el paso en falso, en los que había jugado 100 ó más juegos en cada una de esas temporadas con promedios superiores a .285 actuando en la esquina caliente y en los jardines del viejo club.
A Mexico fueron jugadores cubanos que cometieron un error garrafal, porque se hubieran impuesto en las Mayores, no solo Estalella, sino Adrián Zabala perdió la oportunidad única con los Gigantes; otros jugadores como Agapito Mayor, Mario Fajo o Chito Quicutis, que no tenían etiqueta de bigleaguers, tal vez hicieron bien; pero, quizás Jorge Comellas y, sobre todo Julio Moreno, tampoco hicieron bien las cosas. Para justificar la falta de clase que les hubiera impedido jugar en grandes ligas, muchos que no actuaron en ese nivel decían que “nadie se podía negar ante tanto dinero…”
Pero Estalella sí desperdició con la ida a la Mejicana y la posterior suspensión como renegado una carrera que pudo ser brillante.
En 1938, jugando para el Charlotte clase D de la Piedmont League, el matancero ganó la Triple Corona de Campeón de Bateo por primera vez para peloteros cubanos e hispanos en el Beisbol Organizado, al concluir la campaña con 38 jonrones, 123 impulsadas .378 de promedio, total de 325 bases recorridas y .754 de slugging.
Sin embargo, no fue esa la única gran temporada del Tarzán cardenense: en 1949, con el Minneapolis de la Asociación Americana, el mismo con el que 11 años antes había ganado Ted Williams la Triple Corona a los 19 años, Estalella produjo para .341 con 36 dobles, cinco triples, 32 jonrones y 134 empujadas.
El cubano estuvo en el Beisbol Organizado, incluyendo 9 temporadas en grandes ligas, desde 1934 al 1951 y en las Menores bateó 8 veces sobre .300; tuvo cuatro campañas con más de 30 jonrones y 1 sobre 20, además de que en 6 impulsó a más de 100 corredores. Su último buen año en Estados Unidos, luego de cumplir la sanción de las grandes ligas, fue en 1947 con el St. Jean de la Liga Independiente en que bateó .374 con 17 dobles, 2 triples, 24 jonrones y 101 empujadas en 321 veces al bate.
En 1942, el Jíbaro Luis Rodríguez Olmo se llevó la Triple Corona jugando para el Richmond de la Liga Piedmont, convirtiéndose en el segundo hispano en ganar el premio.
En 1950 Silvio García la obtuvo jugando para el Sherbrooke clase C de la Liga Peninsular con números como 21 jonrones, 116 impulsadas y .365 de promedio.
En 1956, con el St. Cloud clase C, también de la Peninsular, el puertorriqueño Orlando “Peruchín” Cepeda la conquistó por batear 26 cuadrangulares, enviar 112 corredores al plato y promediar .355.
En 1959, que fue opacado injustamente en Cuba por la victoria de los Cañeros de los Cubans en la Pequeña Serie Mundial contra el Minneapolis, el inicialista Frank “Panchón” Herrera se la llevó a su casa en el pueblo habanero de Santiago de Las Vegas por 37 jonrones, 128 impulsadas y .329 de promedio, jugando para los Bisontes de Búfalo de la Liga Internacional clase Triple A
Hasta 1962 y desde que en 1940 la obtuviera Cool Papa Bell, en la Mejicana la han ganado Wild Bill Right en 1943; Angel Castro en 1951; el cubano René González en 1952; el norteamericano Alonzo Perry en 1956; Claudio Solano, de la Liga Arizona-Mexico, en 1957 y Ramiro Caballero, de la Mejicana Central, en 1962.
Como adjuntos de interés, en 1956 Ken Guttler, jugando para el Shereveport de la Piedmont, bateó 62 jonrones y empujó 143, pero su promedio de .293 no fue suficiente para liderar la liga.
Quien si lideró la Longhorn clase C con el Roswell en los tres departamentos de Triple Corona fue Joe Bauman en 1954, en la que se puede considerar acaso la mejor temporada de bateador alguno en cualquier liga del mundo. El tipo produjo para 72 jonrones, 224 carreras impulsadas y .400 de promedio.

domingo, 30 de octubre de 2011

NO ES POSIBLE JUGAR CON ESOS FANTASMAS ALREDEDOR



Por Andrés Pascual

Cuando no se permitían profesionales en los campeonatos de aficionados de pelota y el equipo cubano lucia “fuera de grupo”, también perdieron algunos campeonatos como Edmonton-81, Copa del Mundo y Habana-82, Juegos Centroamericanos.
En cada competencia, los castristas enfrentaban a colegiales americanos, con algunos de ellos en niveles de selecciones del draft y con desarrollo posterior en Grandes Ligas, donde muy pocos alcanzaron el rango de estrellas, como Fred Lynn, Steve Kemp, Joe Carter, Robin Ventura, Mark McGwire, o un rango intermedio como Greg Olson, Joe Sluzarski, Ben MacDonald, Mickey Morandini, Jim Abbott o Tino Martínez.
Fueron equipos cubanos que pasaron sin perder nivel de juego de Armando Capiró, Félix Isasi, Fermín Laffita o Lázaro Pérez, a Omar Linares, Muñoz, Casanova, Germán Mesa o Juan Castro; de Navajas González, Vinent, Changa Mederos y Gaspar Legón u Oscar Romero, a Rogelio García, Julio Romero, Juan C. Oliva, Dalcourt o Alemán…Sin dudas, la mejor etapa de la pelota de Castro: el período 1969-1989.
Jugaban contra amateurs verdaderos de otros países; pero, Nicaragua y Estados Unidos, como después Panamá y la Republica Dominicana, dejaban la piel en el terreno contra Castro…
El problema es que aquellos equipos, tan recordados en esta etapa de decadencia y ausencia absoluta de clase y cantera de la pelota cubana, perdieron muchos juegos en el período y ganaron muchas veces, porque el club que les venció caía después contra cualquiera.
Ocurrió casi todos los años hasta 1988. En esa época, la opinión generalizada era que muchas de las novenas que vencían a Cuba se conformaban solo con eso; a fin de cuentas, nada material resultaba del desempeño exitoso en el amateurismo para el jugador no cubano.
En la Serie Mundial de 1969, ganaron porque un catcher colegial americano inexperto, de solo 18 años, no supo o no pudo retener el tercer strike tirándole ¡Tres veces! Contra un bateador que dio hit de rolling sobre segunda para empatar, después que el pitcher zurdo Larry Osborne los había dominado como ni Sandy Koufax hubiera podido hacer.
En 1970, el pitcher derecho Burt Hooton les tiró 18 innings separados (dos juegos) sin hits ni carreras; pero Cuba ganó el segundo en 10 episodios, porque Hooton corrió mucho para extender a triple un batazo y dejó la energía en el esfuerzo; lográndose un juego final de desempate entre Cuba y Estados Unidos que no conocían los norteamericanos de su existencia. Fue en el que Huelga relevó a Changa Mederos (lo bombardearon) y, entre la bebida y el terreno mojado, derrotaron al zurdo Richard Troedson 5-3.
En 1971, en los Panamericanos de Cali, Estados Unidos le bateó 3 jonrones con bases limpias a José A Huelga (uno de ellos de Fred Lynn con 17 años y otro de Allan Bannister con 19) y los antillanos vencieron 4-3, con el agua al cuello hasta el noveno…
En 1972, en Nicaragua, durante la Serie Mundial Amateur, Cuba perdió contra el derecho local Julio Juárez 0-2; pero le ganó a Estados Unidos por un jonrón de Marquetti con la primera desocupada y hombre en segunda 3-2. Un relevo espectacular de Navajas González, que dominó con dos en base a 5to. y 6to. bates el 7mo, fue realmente la clave de la defensa cubana, mucho más que el posterior de Vinent.
En 1973, el pitcher zurdo Antonio Herradora caminó 7 innings sin hits ni carreras contra Cuba, pero un jonrón de emergente de Elpidio Mancebo, liquidó las aspiraciones de Nicaragua: Cuba una carrera, un hit, un error; Nicaragua cero carreras, 3 hits, cero errores…(en estos datos numéricos apelo a la memoria)
En 1975 vinieron de abajo y le ganaron 4-3 a Estados Unidos con relevo de Julio Romero y triple de Urquiola, fue en los Panamericanos México-75.
En la Serie Mundial en Colombia en 1976, Porfirio Altamirano los blanqueó 5-0 y ganaron el evento. En 1978 ganaron 3-2 contra Estados Unidos y también la serie
Pero, en la La Habana en 1979, le ganaron a Estados Unidos por jonrón de Cheíto Rodríguez al zurdo Ken Daley.
En 1980 le ganaron 5-4 a Estados Unidos y 1-0 a Japón por un jonrón de Antonio Muñoz en la Serie Mundial.
En 1981 perdieron la primera Copa Mundial en Edmonton, Canada, contra Estados Unidos; pero los anfitriones y Dominicana los mataron a palos 8-1 y 15-11.
En 1982 perdieron contra Dominicana los Juegos Cenroamericanos en La Habana, además, en total, como el año anterior, perdieron 3 juegos.
Así, con el agua al cuello, fue que ese equipo, tan recordado por los frustrados fanáticos por la derrota consuetudinaria de hoy, ganaba antes; o por la ayuda de un árbitro en una descarada decisión en primera en la Serie Mundial de Parma-88 a favor del corredor Luis Giraldo Casanova, a quien Tino Martínez casi le saca el mondongo con el mascotín en tiro abierto de Robin Ventura sobre el corredor, a dos metros de primera y el magistrado vendido decreto quieto en contra de Jim Abott.
En el interín, varios juegos perdidos o muy apretados en cada serie contra Puerto Rico, Colombia…como la victoria 3-2 del dentista Carlos Lowell, padre de Mike y cubano naturalizado americano, en la Serie Mundial celebrada en Cuba en 1971. Nunca se mostraron como un fuera de grupo extraordinario; sino como equipos que tenían mucha veteranía, que jugaban como profesionales de estado contra verdaderos aficionados y por el team work producto de hasta 10 temporadas juntos en un béisbol de poco nivel de juego.
Eso y las propias series nacionales estancaron al jugador cubano, mas la injusticia ante la conformación del plantel del tirano a eventos internacionales por circunstancias políticas, acabó alejando al ni~no y al joven de los terrenos de juego, sobre todo en La Habana, Las Villas y Matanzas, provincias símbolos en el desarrollo del béisbol cubano a través de la historia.
Siempre bregaron los equipos de Castro con la preocupación ajena al terreno de juego por las posibles represalias ante derrotas, preferentemente contra Estados Unidos; porque el dictador sí entendía perfectamente que el único equipo preparado para esos eventos, camuflados en un nivel al cual no pertenecían, era el suyo y por eso, porque Castro hacía la inversión monstruosa en una actividad inocua, sin trascendencia práctica, aunque si ideológica, no les aceptaba perder…
Hoy, que la cantera desapareció y los jugadores no son de la clase histórica profesional cubana en su mayoría, tal vez desapareció la presión ideológico-partidista en cuanto a la victoria y la derrota, porque el gobierno reconoce que ni hay cantera, ni amateurs enfrente y lo reconocen porque no hay más alternativa.
Sin embargo, el infeliz jugador cubano de hoy tiene otro dilema al frente que no lo tuvieron ni Muñoz, ni Casanova, ni Kindelán, que no batearon contra Steve Carlton ni contra Nolan Ryan o Joaquín Andujar, ni sus pitchers enfrentaron a George Brett ni a Mike Schmidt ni a Cheo Cruz o Rod Carew.
El jugador de hoy tiene un problema grave, porque, ante cada derrota, su público histórico funciona un fiero e intolerante fiscal de reclamo tardío, actitud que ya no asume el Partido en la Isla muy relacionada con lo poco que conocen la historia sociopolítica del juego en Cuba.
De tal forma es incómoda la situación para estos peloteros que, como si fuera poco el hambre y la necesidad que tienen, deben jugar con una serie de fantasmas danzando a su alrededor que, injustamente, les señalan cómo se jugaba a la pelota en Cuba cuando ellos, en realidad, ante individuos que de peloteros solo tenían el traje, no lo hicieron como para posar de acusadores en una causa que se sabe muy bien quien debe ser condenado y, hacia ese culpable, deben voltear el dedo.