Por Andrés Pascual
El pelotero de hoy, no conforme con el daño generacional que le ha hecho al deporte, o no entiende ciertos términos respetables, o pretende incluirse por voluntad propia y designio divino al lado de quienes sí no admiten comparación con payasos de factura mediática.
A Jorge Posada lo bajaron al 9no. en el orden al bate de losYanquis, lo trataron bien, porque, de acuerdo a sus guarismos y la, a ojos vistas, imposibilidad de que recupere la coordinación o timming del swing, tenían que haberlo sentado y no esperar a que el tipo se ofendiera y decidiera por sí mismo, como si castigara con su decisión al club, al manager y a la gerencia, meterse en el banco a rumiar su evidente decadencia y a tomar un descansito a ver qué pasa con el transcurso de los días.
Jorge Posada está en la curva descendente de su bateo, casi en el límite permisible para un pelotero de grandes ligas; como pelotero diario al campo, hace un par de años que no lo es.
¿Por qué está aún en el uniforme del club? Porque la gerencia no se quiere arriesgar, ni con los jugadores ni con el público hispano de Nueva York, a que se le acuse como causante de una posible afectación del team work (si se produjera) por haber atentado contra la familia. Aunque se diga que son profesionales, que responden a esto o a lo otro, lo cierto es que los niños mimados de la franquicia, que nacieron, se criaron y han envejecido en el club, como Mariano, Jeter o Posada han tenido fricciones por problemas de duración de contratos. El relevista y el shortstop tienen sus tarjas esperando en los talleres de Cooperstown, pero Posada no…sencillamente, no es un inmortal.
Por regla general, los inmortales son las leyendas, como no haya aparecido una nueva concepción del término que “diga digo cuando se debió decir Diego”, por lo menos eso fue lo que reflejó David Ortiz al criticar “la manera como se portaron con Posada, que es una leyenda…”
Ni el catcher ni él son legendarios ni en calidad de barrio, mucho menos posibles miembros del Salón de la Fama.
El boricua no es comparable ni a Bill Dickey, ni a Berra, ni a Thurman Munson ni, posiblemente, a Elston Howard y estos 2 últimos, leyendas de los Yanquis, no están en Cooperstown. Munson fue 2 veces mejor que Posada en todo.
Posiblemente Ortiz, el pobre, no sepa qué se quiere expresar con la palabra leyenda, como que cualquiera es diva o divo, el individuo coqueteó con la irresponsabilidad de usarla a libre albedrío y no encontró a alguien mejor que a Posada para demostrar que no solo lo apoya, sino que es parte de un frente anti-gerencia cuando “el deber lo reclame”.
Yo recuerdo cuando Burnett dijo que no quería al puertorriqueño recibiendo, porque le cerraba la zona de strike. No puedo asegurar nada de lo anterior, pero sé que su promedio de capturados robando es de 28 %, igual a solo 386 en 1370 intentos; muy pobre para, como lo considera Ortiz, una leyenda del peto, la escafandra y la mascota.
Pie de grabado: Posada castigó al club y al manager con su decisión. |
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