Por Andrés Pascual
¡Qué lío se buscan los managers cada vez que aparece un jugador como Hanley Ramírez! Sí, este tipo de jugador joven, por lo general, cree que es “la última Coca Cola en el desierto”.
No “josea”, pertenece al tipo de jugadores latinos que, por la frialdad de su comportamiento en el terreno, “peloteros de juego y sin alma” les llamaba el Maestro Eladio Secades, o congeladores capaces de enfriar la temperatura de todo el club en un momento inoportuno que, en el beisbol, son todos los que dure el juego.
Lo que sucede es que el dominicano es poco pimentoso en su desempeño, antítesis del pelotero del Caribe; en la Cuba de antes, se diría que, si lo dejaran, “no metía el cuerpo” y, acaso por su personalidad pasiva, no pueda comportarse de otro modo.
Pero, por la respuesta que le brindó a la prensa americana sobre Fredi González y cómo reaccionó al banco que le recetaron después que “se guilló” tras una bola que pateó y salió caminando a buscarla, con el resultado de que anotó “hasta el gato Pancho”, hay que pensar mal: “Ese nunca jugó en Grandes Ligas…” dijo refiriéndose al cubano, con lo que demostró que ni lo reconoce ni lo respeta; también dijo algo de sus compañeros, que saben que el tipo no juega ni con alegría ni con entrega…Bien, Jim Leyland tampoco jugó en Grandes Ligas, como su director en esta edición de los Marlins, lo hicieron en Ligas Menores; sin embargo, para sentarlo por lo que hizo, Fredi no necesitaba 20 temporadas de jugador en las Mayores, sino el olfato suficiente para reconocer la bacteria de la vagancia y el valor para ordenarlo.
Ramírez es un bateador tan temperamental como su juego en sentido general, que no tiene coordinación al fildear, por lo que se atropella en las jugadas; definitivamente, con Uggla tal vez sean la combinación de torpedero y segunda de más poder en Grandes Ligas; pero, también, la que más se poncha y la de peores resultados defensivos.
El quisqueyano pertenece al grupo de jugadores que creen que sin ellos el club no puede seguir; es evidente y, si no se toma ese tipo de medida como la que tomó González el lunes, puede convertir en un frente de guerra vietnamita el banco del equipo.
Cuando aparecen jugadores así en clubes que necesitan urgentemente el juego de conjunto, lo mejor, casi siempre, es que “las gracias” las haga en Detroit, como aquel Miguel Cabrera que anda “más tranquilo que estate quieto” bajo las órdenes de un director que se llama Jim Leyland, que una vez le dijo a Barry Bonds que lo iba a botar de los Piratas, que en otra ganó con los Marlins y que, como Fredi, nunca jugó en grandes ligas.
Pie de grabado: Peloteros que hacen mas daño que bien. |
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