Por Andrés Pascual
En épocas pasadas, un torpedero era apreciado por lo que fuera capaz de rendir a la defensa y no por lo que produjera ofensivamente; eso fue posible porque, la mayoría de los bateadores son derechos y, las conexiones hacia el campocorto, más frecuentes que hacia la parte derecha del terreno.
Todos los lanzamientos que se tiran hoy y que muchos consideran como propiedad exclusiva del “tiempo moderno” (incluso hay quienes creen que hace 20 ó 30 años que existen), se utilizaban desde principios o antes de mediados del siglo pasado.
En la medida que los bateadores fueron enfrentando curvas, sliders, tenedores, nudillos, tornillos, palma de la mano…con incremento del cambio de velocidad, pues los batazos por el suelo se hicieron más comunes.
Entonces se hizo necesario colocar en el campocorto jugadores más rápidos, de buen brazo, con la inteligencia suficiente para ubicarse en la posición de acuerdo al lanzamiento efectuado a un bateador.
Fue común, durante la era de la bola muerta, colocar jugadores de físico más pequeño que el resto, porque se creía que hombres menos altos y más delgados podían desempeñarse mejor, con más agilidad; sin embargo, no todos los torpederos de la era de la bola muerta fueron alfeñiques: si bien Rabbit Maranville media 5’5 y pesaba 155 libras, Honus Wagner, el primer superestrella de los Piratas de Pittsburg hasta 1919, media 5’11 y pesaba 200 libras, lo que no le impidió ser un gran fildeador ni un gran estafador de bases.
John Henry Lloyd, apodado “Pops” en su país y “Bemba de Cuchara” en Cuba, donde participo en 13 campeonatos de la Liga Invernal, tenía la estatura de Wagner y 195 libras de peso.
A Lloyd y a Wagner se les considera, comúnmente, lo mejor de la posición en todos los tiempos; porque, según muchos historiadores, ningún otro ha sido más completo. En el caso de Lloyd, que no pudo jugar en Grandes Ligas por la barrera racial, no faltan, como Babe Ruth, quienes digan que jamás pisó un terreno de pelota alguien mejor que este jugador.
John Peter Wagner era un hombre corpulento, que no se adjustaba a los moldes clásicos del torpedero de la época, de brazos largos y manos extremadamente grandes que le permitían, a veces, fildear batazos con su mano derecha; pero sus reacciones, sus reflejos y su velocidad -robó 772 bases-, más la potencia de su brazo, no tienen comparación; sino con Lloyd, que también era así.
Wagner fue 8 veces campeón de bateo de la Liga Nacional, jugó 21 campañas hasta 1918 y bateaba separando las muñecas como Ty Cobb. Conectó 3,430 hits, empujó 1,732 carreras, anotó 1,740, más 252 triples y su promedio general es, todavía, el más alto de cualquier torpedero .329.
John Henry “Pops” Lolyd solo jugó en el béisbol independiente de Pre Ligas Negras, de las Ligas Negras y en el cubano. La infame barrera racial privó al fanático blanco de ver a este superpelotero en Grandes Ligas; estuvo activo entre 1905-1932 y militó en varios clubes de la pelota sepia: Cuban Giants, Chicago Leland Giants, Lincoln Stars, Brooklin Royal Giants, Columbus Buckeyes, Bacharat Giants, Hilldale y New York Black Yanquis. Fue manager y, hasta la llegada de Tom Lasorda, se le consideró el más motivador de todos los tiempos. Salón de la Fama en 1977 por la vía del desaparecido Comité de Ligas Negras. Bateador extraordinario y fildeador superlativo, fue un peligroso corredor en la época en que un lanzador necesitaba una sola carrera para ganar un juego. De excelente control del bate en home, podía tocar una bola con autoridad y con esa misma batear con poder. Un verdadero maestro en la jugada de bateo y corrido. En algún momento, Honus Wagner dijo que era un privilegio que le compararan con este hombre. Lloyd nació en 1884 y falleció en 1965, de causas naturales.
Vendrían otros grandes shortstops de la primera mitad del siglo pasado como el liliputiense Rabbit Maranville, uno de los cinco que más outs sacó en la historia de la posición, una verdadera muralla del campocorto.
Entre 1930 y 1950, jugó el campocorto para los Medias Blancas de Chicago Luke Appling que participó en 2218 encuentros y terminó su carrera con .310 de promedio ofensivo. Obtuvo el campeonato de bateo en 1936 con .388 y en 1943 con .328, participó en 6 juegos de estrellas y estuvo diez veces en el tope entre los seleccionados para el Jugador Más Útil a su club. Después de cumplir 40 años, bateo .301, .314 y .314 consecutivamente. Uno de los grandes productores en conteo de cero bolas y 2 strikes de todos los tiempos. Como los anteriores, su nombre esta inscrito en Cooperstown.
Cecil Travis es una de las grandes injusticias de los que votan para el Salón de la Fama sin ser ni negro ni latino -de que los hay los hay-. Estuvo 12 años en Grandes Ligas, todos con los Senadores de Washington…poco tiempo, porque fue de los peloteros enviados al Servicio Militar durante la 2da. Guerra Mundial y tuvo una lesión que le afectó la visión del ojo derecho; bateó .317 y 8 veces se montó sobre el difícil potro de los trescientos, con promedios de .359, .344, .335 y .322.
Travis lideró la Liga Americana con 218 hits en una oportunidad y se destacó por ser un maestro en la jugada de bateo y corrido; podía ser capaz de dirigir la bola hacia espacios vacíos con precisión casi milimétrica. Que no integre el grupo de Cooperstown es una verdadera vergüenza para aquellos que votan, posiblemente tan vergonzoso como mantener fuera del recinto a Lefty O’Doul, a Alejandro Oms, a Babe Herman, a Luis Tiant, a Tony Oliva, a Miñoso o a Concepción.
Lou Boudreau, quien sí está en Cooperstown, es más conocido por la formación que creó para anular a Ted Williams. También porque hizo dos jugadas de leyenda, que ayudaron a interrumpir la racha de Joe Dimaggio en el juego # 57; pero Boudreau fue una estrella de dimensión mayúscula, un jugador completo: en 1948 encabezó el fildeo en su posición, jugando para los Indios de Cleveland, con .975 y el bateo con .355, anotó 116 carreras e impulsó 106. En 15 años de labor, siempre con la Tribu, produjo para .295.
El inmortal Joe Sewell, que jugó con Cleveland en el periodo 1920-1930 y con los Yanquis desde 1931 a 1933, no solo es uno de los mejores torpederos defensivos de la historia; sino el jugador más difícil de ponchar en todos los tiempos: en 7132 veces al bate consumió solo 114 chocolates, 1 cada 63 veces; o sea, tomando cuatro veces como patrón de medida, un ponche cada 16 juegos. A los Indios llegó como reemplazo de Ray Chapman, la única muerte registrada en el pasatiempo en juego oficial y en turno al bate, por un beanball lanzado por el pitcher de movimientos submarinos Carl Mays, de los Yanquis de Nueva York. Con .329 de promedio, se adueño de la posición vacante e inició un peregrinar productivo de 14 años por la caja de bateo conectando sobre .300. Fue un bateador eminente de contacto y un tocador perfecto. En la temporada de 1932, con los Yanquis, se ponchó tres veces en más de 550 oportunidades.
Durante los 40’s y los 50’s, aparecieron en el escenario de las Grandes Ligas dos de los mejores y, a la vez, más populares de todos los tiempos, favorecidos por los clubes para los que defendían la posición: Harold “Pee Wee” Reese y Phil Rizzuto, el primero con los Dodgers de Brooklin y, el segundo, con los Yanquis de Nueva York; dos estrellas manufacturadas para el concepto clásico del jugador del campocorto: pequeños, rápidos, ágiles, inteligentes y capaces de provocar preocupación entre los lanzadores y el cuadro enemigos por el bateo de contacto y la capacidad para dirigir las bolas hacia cualquier ángulo del terreno. Grandes tocadores de bola, Rizzuto está considerado un maestro de la jugada que nadie es capaz de realizar con éxito continuado hoy.
Pertenecen al Salón de la Fama, aunque Rizzuto debió esperar una eternidad para integrarlo, tanto que por poco no puede disfrutarlo en vida.
Marty Marion, de los Cardenales de San Luis, fue un jugador del campo corto de gran estatura y, sin dudas, uno de los buenos de la posición durante los 40’s.
Vernon Stephens, que jugo en varios clubes, uno de ellos, el San Luis Browns, fue un gran bateador que hacía gala de poder jonronero en su época.
En 1953, por la vía de los Cubs de Chicago, entró a la Liga Nacional un torpedero proveniente de las Ligas Negras que cambió la estrategia del bateo de los jugadores de la posición: Ernie Banks…Gran fildeador con poder bestial, sobre el tapete estaba la idea de que un torpedero podía batear jonrones en cantidades competitivas como slugger, entonces, Banks se convirtió en una proposición para el béisbol como shortstop.
Luis Aparicio trajo de vuelta al béisbol de Grandes Ligas la velocidad como bastión ofensivo al lado del cubano Orestes Miñoso y de Nellie Fox para los Medias Blancas de Chicago de los 50’s, ganó nueve Guantes de Oro y promedió .262, participó en 2581 juegos; hizo 1553 asistencias y ganó 9 títulos en bases robadas.
De inteligencia poco usual, range increíble y brazo poderoso, es un legítimo miembro del Salón de la Fama y una leyenda del béisbol.
También han estado ahí Roy McMillan, Maury Wills, Joe Demaestri, Mark Belanger, Leonardo Cárdenas o David Concepción…hasta Ossie Smith, un acróbata del campocorto, que es la filigrana hecho torpedero.
Sin embargo, posiblemente el verdadero y auténtico mejor defensor del campocorto de todos los tiempos sea Omar Vizquel, que pasea mejor que nadie el calificativo de increíble, dueño de casi todos los records de fildeo de la posición. Su seguridad de manos, su inteligencia, que le permite colocarse debidamente para cada bateador, lo que provoca que no atropelle jugadas para crear fantasías espectaculares, es una credencial superior a la de Ossie Smith.
Vizquel estará en Cooperstown en su momento y, cuando sea elegido, convertirá al boricua Roberto Alomar en un intermedista con dos campocortos en el recinto: Ripcken jr. y él mismo.
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| Pie de grabado: Wagner fue el primero de los grandes de la era moderna. |