Por Andrés Pascual
En contra de la transparencia informativa que debe caracterizar las operaciones no militares de los países e instituciones democráticas, los representantes de la Confederación se han mantenido en silencio sobre lo que se habló en Cuba en cuanto al ingreso de la dictadura (no de Cuba), a la Serie del Caribe próxima (tampoco al propio Organismo).
Es increíble que, quienes expulsaron a patadas por el trasero al grupo al renunciar con mil críticas destructivas al beisbol profesional hace 51 años, que juegan el peor beisbol posible como país de tradición, ocupe el lugar de Dios del juego, al recibir la visita de unos dirigentes más arrastrados que gallardos, para conversar sobre un tema que, de deportivo, posiblemente no tenga ni la "d".
Estos hombres de la Confederación se sienten inferiores a su contraparte castrista, de otro modo no es posible semejante bochorno: se supone que debería ser Castro quien pida perdón y la aceptación en el torneo; pero esa gente de allá, lo mejor creado por el Diablo para lo malo, nunca pensaron que estos fantoches de hoy arriesgarían su moral y la del Organismo para implorarles la participación, que traería como consecuencias la violación de las sagradas escrituras de 64 años de la Confederación: los Estatutos, entonces, caso poco usual en la tiranía, los tomaron por sorpresa.
La pelota cubana es más floja que la de clase A, la Serie del Caribe se juega por equipos campeones del torneo nacional más uno ó dos refuerzos, la clase real del beisbol castrista se ha puesto en ridículo, a nivel de selección, contra jugadores de ligas menores al perder cada evento al que han concurrido en los últimos 4 años, porque, en el mal llamado Clásico, también perdieron con Japón. A esos eventos han asistido en fase absoluta de juego, entonces ¿Cómo creen que puede la Monarquía tropical, con trono en la capital cubana, estimular el interés por un evento que, como mejor se mantendría, es botando a la dirigencia, con una beisbol sin nivel competitivo?
Si la tiranía lo acepta, sería para "jugársela al perdido", a ver si, por carambola, gana el próximo evento y, después, pregonar a los 4 vientos que todavía son "los mejores del mundo" y la pelota continuaría su viaje cuesta abajo, en un trayecto que ya le queda poco para llegar al fondo. O más peligroso e importante: se estarían creando los mecanismos, entre ambas partes, para evitar o bloquear las deserciones de los jugadores que piensen escapar del Infierno antillano.
Cuando un negocio no tiene posibilidades de solucionarse porque no hay ni inteligencia ni personalidad para improvisar por quienes deben, lo mejor es cerrarlo bajo la ley de bancarrota, sea la Serie del Caribe o un grupo de "perico ripiao" que nadie contrata ni para un velorio por lo desafinado.
En este "enfrentamiento de muertos de hambre contra guatacas y liberales", la tiranía empezó anotándose un knockdown monumental: "no se puede hablar hasta que no esté dicho todo; es decir, hasta que Antonio, Raúl y el tirano lo ordenen".
En La Habana no solo están pisoteando los estatutos estos elementos del Caribe, sino algo más sublime y sensible que no debo escribir aquí.
Puello en La Habana, ¡Qué deterioro moral tan grande!
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