Por Andrés Pascual
Ni jugar ping pong ni jugar beisbol ni jugar “al taco” pueden provocar acercamientos diplomáticos ni relaciones entre dos países que reflejen el gastado “confianza mutua”; sin embargo, la proposición es vieja, el deporte, por ejemplo el balompié, se ha encargado de crear odios y hasta guerras entre algunos países y Centro y Suramérica han sido teatros de esa barbarie.
En 1976, por poco los Yanquis juegan una serie de entrenamiento contra el equipo de Castro y contra los Dodgers de Los Angeles en La Habana; eran los inicios del pusilánime y consentidor Jimmy Carter al frente de este país…
De que no fueran se encargó el Comisionado Bowie Kuhn, que autorizaba un All Stars contra el deseo del tirano, que quería a los Mulos en el Cerro para pisotearlos en pleno entrenamiento. Castro también puso su rúbrica en la suspensión de la seriecita al desembarcar sus mercenarios en Angola y reconocerlo abiertamente, a finales de 1975.
Pero Pete Angelos, dueño de los Orioles de Baltimore y colaborador de alto voltaje del partido demócrata en Maryland, como parte de la idea febril clintoniana de “arreglar el potaje” con la dictadura cubana, llevó su club al Cerro y le prometió a Castro que “nunca firmaría a un cubano desertor”; sin embargo, Danny Báez estuvo en su rotación de pitcheo...
¡Lo que puede el tiempo! Es el mismo club que se negó a jugar en exhibición en la primavera de 1960 por el exceso de odio antiamericano; porque consideraron a Cuba como lugar de alta peligrosidad para la integridad física de los peloteros americanos, una idea razonable de acuerdo a las circunstancias. Los dueños del club de aquella temporada ya no están ahí; los jugadores que se opusieron al viaje, como Willy Miranda y Gus Triandos, un catcher que había jugado en el champion cubano invernal, tampoco están ahí; pero quien estableció los patrones de enfrentamiento contra Estados Unidos todavía está y alimentando, 50 años después, el mismo odio del primer día…Entonces, ¿Qué anda mal en estos tiempos sino la moral y la vergüenza de una parte importante de la sociedad estadounidense? Estos americanos no son ingenuos; son otra cosa impublicable…
A la actuación del Baltimore en Cuba la acompañó, ayer, el empecinamiento enfermizo demócrata de “entrarle a Castro por cualquier hendija”, no para removerlo del poder, que sería lo justo; sino para dejarlo como capataz de una finca que si pretenden engullirse completa hoy y vaciar a Cuba a través de sus inversiones, que tendrían como beneficiarios principales a los hombres de empresa “liberales” pro Castro como Andreas, Soros, el clan Rockefeller y a la propia “nomenklatura”… Otra incursión del club en la hora actual, sería más de lo mismo. No hay otra intención detrás.
A Castro no le interesa el beisbol, sino la propaganda y estas cosas son buenas, incluso, para poner en orden malestares dentro del país; porque si le mete dos juegos por la cabeza a un club mediocre y sin preparación, el fanático adiestrado de Cuba lo entenderá como “la recuperación” del trono que perdieron en fase de hazmerreír en varias competencias en los últimos anos, entonces volverían los lemas de “el mejor beisbol del mundo está en Cuba” y hará olvidar por dos horas a muchos cubanos “que no tienen algo que llevarse a la boca como alimento decente y necesario”… ¿Para que más pueden servir visitas como la del Baltimore a La Habana?
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