BEISBOL 007: LA MARFILADA MENTAL DE CAMALEÓN GARCÍA EN LA VI SERIE DEL CARIBE

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sábado, 5 de mayo de 2018

LA MARFILADA MENTAL DE CAMALEÓN GARCÍA EN LA VI SERIE DEL CARIBE


camaleon-magallanes

Por Andrés Pascual
A la VI Serie del Caribe llegaron empatados en victorias Cuba y Puerto Rico, entonces principio y final de la clase beisbolera en el área, con 2 triunfos cada país.
Si bien los cubanos concluyeron la primera etapa del evento como máximos ganadores con 7 campeonatos, con todos los clubes del champion triunfando en por lo menos uno, como equipo fueron los Cangrejeros de Pedrín Zorrilla los que se despidieron con más gallardetes, tres, en 1951, 53 y 55. Panamá, como eléctrico, se atravesó a boricuas y cubanos en el de 1950.
En el Estadio Sixto Escobar de San Juan por sede, se desarrolló la VI Serie del Caribe entre el 18 y el 23 de febrero de 1954. Como era costumbre desde 1949, los países miembros de la Confederación regresaban al terreno de juego por el premio al equipo que mejor jugara una serie corta y peligrosa de 6 encuentros todos contra todos.
Por Cuba regresó el Almendares dirigido por Bobby Bragan; por Puerto Rico los Criollos Brujos de Caguas Y Mickey Owen de manager- jugador; por Venezuela el Pastora, con el cubano Napoleón Reyes mandando el juego y por Panamá el Carta Vieja, que lo condujo Al Kubski.
Notable durante la Serie, el juego que Conrado Marrero le ganó a Panamá 1-0 en franca cuesta-abajo como lanzador, que obligó a que Eladio Secades escribiera en el suplemento deportivo dominical de aquella semana para el Diario de la Marina, debajo de una foto del glorioso pitcher a toda página como pie de grabado: “Siempre el Premier”.
Por los Alacranes lucieron al bate Sam Chapman y Angel Scull, que se encargaron de hacer lo que debió todo el club y no pudo. Muchos cronistas justificaron la derrota cubana porque el Almirante Rocky Nelson no hizo el viaje, lugar que ocupó Julio Béquer, sin embargo, en 1955, Nelson estaba en la primera base y tampoco se pudo.
Por Puerto Rico brillaron Tite Arroyo, Víctor Pellot y los importados Jack Cassini y Howerton, que se refugiaron en la Isla del Encanto después que se les descartó por todos los equipos del Champion, porque nadie daba un centavo por el juego de dos “viejos” que creyeron inservibles para empeños mayores, pero que contribuyeron tanto con su nuevo club que pesaron muchísimo en el triunfo del Caguas y, en el caso de Cassini, integró el Todos Estrellas como intermedista.
Por Venezuela, Luis “Camaleón” García (foto con Magallanes) encabezó a los empujadores con 9 y fue seleccionado para el All Stars como antesalista. En esta serie debutó Luisito Aparicio.
Camaleón tuvo dos momentos raros fuera de Venezuela, uno de ellos, poco conocido, relacionado con los Cubans durante su breve estancia con los Azucareros en 1955: resulta que el venezolano, en medio de una buena racha de bateo, sufrió la astilladura del bate con el que producía, entonces se le ocurrió ponerle unas puntillas porque, como hombre supersticioso o de fe demoledora por María Lionza, “ningún otro puede chocar la bola” y así salió al terreno del Cerro un domingo, desconociendo el reglamento, que se encargó de enseñárselo el chief-umpire de la tarde, Lynn Selata, con la prohibición de utilizar el bate impropio.
A pesar de la bulla que hizo, de la infructuosa bronca de Padre y Señor mío que armó, no pudo batear con el madero alterado y… cayó en slump.
La mañana del 18 de febrero de 1954 llovió a cántaros en San Juan, tanto que, en el resumen de las actividades del evento para el Diario de la Marina, Eladio Secades escribió: “llovió más que el día que enterraron a Bigote”.
Sin embargo, a la una y treinta de la tarde, el agua amainó y permitió la inauguración de la serie con un doble juego que tuvo en el primer turno al Almendares contra el Carta Vieja y en el segundo al Caguas contra el Pastora.
Los cubanos iniciaron con mal pie el calendario al perder 5-7 contra los itsmeños.
A segunda hora salieron al terreno los anfitriones de visitadores contra el Pastora, para abrir el juego, Mickey Owen, el catcher ex brookliniano, famoso porque cometió el passed-ball en el noveno inning del 4to juego de la Serie Mundial de 1941 contra los Yanquis, seleccionó al Divino Loco Rubén Gómez que, ocho meses después, luciría su anillo de ganador como miembro del róster de los Gigantes de Nueva York en el Clásico de Octubre. Por su parte, el cubano Napoleón Reyes le dio la llave de apertura al importado Thornton Kipper.
El juego, peleado desde el primer inning, llegó empatado al octavo por jonrón de Camaleón García; sin embargo…
Con un out en la pizarra, el rápido outfielder neoyorquino Jim Rivera, que no necesitaba instrucciones para echar a correr, se embasó por hit al right, Cassini se sacrificó y Víctor fue boleado intencionalmente, entonces entró al plato el veterano Howerton, hecho para situaciones de tensión por su estancia en Grandes Ligas que, en una bola y un strike, soltó un cohete hacia el hueco entre tercera y short, tan duro que muy pocos vieron cuando el debutante Aparicio se levantó con la bola en la mano y, según escribió el Maestro Secades, “pensando y actuando con malicia poco frecuente en jugadores tan tiernos como él, en vez de buscar el dobleplay por segunda, le envió la bola a Camaleón en tercera, con tiempo suficiente para sacar out al corredor”.
Todos en el estadio vieron asombrados cómo la bola entraba al guante del antesalista y cómo este, buscando en un abismo lo que tenía ante sus propias narices, comenzó a girar aturdido, sin reaccionar a los gritos de sus compañeros. Mientras, Jim Rivera, advertido por la confusión del tercera base, continuó el viaje al home.
Cuando el venezolano descubrió la píldora en su guante, ya el corredor había pasado por encima del plato con la carrera que serviría para que el Caguas presagiara el resultado final de la serie.
Con score de 3-2 concluyó uno de los más dramáticos y extraños juegos en la historia del evento.
Secades relató el angustioso momento de Camaleón García con la antigua expresión de desconcierto “Caballito de San Vicente, lleva la carga y no la siente”, en la magnífica reseña del juego que tituló “Los zapatos homicidas de Jim Rivera”.
Los Criollos Brujos de Chicho Carrasquillo ganaron aquella Serie del Caribe por 4 victorias y dos derrotas y se puso delante de Cuba por un juego; el Almendares concluyó en segundo con 3-3.

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