Por Rogério Manzano
En su perenne visión megalomaníaca del mundo, Fidel Castro también quiso otorgarle a Cuba un proyecto superior, y más “revolucionario”, que el béisbol imperialista.
Para ello, el “creador en jefe de todas las cosas” ordenó a sus seguidores engendrar un sistema deportivo que fuera capaz de fraguar sus delirios beisboleros. Medio siglo después, sabemos que lo que parió su enorme ego no fue un proyecto saludable y próspero para el pueblo y sus atletas, sino un aparato artificial para amamantar su narcisismo insaciable.
Como resultado de tal esquizofrenia ideológica, los dirigentes del sistema beisbolero cubano también se infectaron de un incurable complejo de inferioridad. Un trastorno que se ha expresado a través del tiempo en esa permanente necesidad de obtener la victoria deportiva al precio que sea necesario.
No importa la salud de los atletas, no importan sus derechos laborales, no importan sus esperanzas más íntimas, no importan sus aspiraciones personales; por encima de todo eso, lo único valedero para estos personajes es perpetuar el sectarismo de su máximo líder y esa entelequia alienante de una superioridad política que jamás ha existido.
¿Cuando será el día en que una novena cubana de béisbol vuelva a jugar un certamen de pelota sólo por la alegría de competir, y no con la distorsionada obligación de ganar? Quienes necesitan desesperadamente demostrar que lo suyo tiene más valor, es porque realmente sienten que tiene mucho menos valor del que posee.
En todos estos años, la propaganda comunista del gobierno de Cuba se afanaba en probar que el béisbol cubano era el resultado de un sistema que, según sus ideas, era superior al capitalista. Pero en su frustrante agonía, lo único que lograron fue impedir la verdadera evolución del béisbol en nuestra amada Isla.
Mientras en el mundo capitalista la disciplina se enriquecía y desarrollaba gracias al dinamismo del mercado y a la iniciativa individual, en la Cuba socialista envejecía y se agotaba la única propuesta colectiva que ofrecía el gobierno.
De ahí surgió esa urgencia constante de compensar el sentimiento de inferioridad con la conquista de cualquier cosa que pareciera un logro. Una demencia que se convirtió en obsesión por ganar y ganar… desde unos Juegos Olímpicos en Atlanta, hasta el último torneo de Quimbumbia en Kuala Lumpur; no sólo con el mejor equipo, sino además con el esfuerzo total, con la entrega incondicional, con el sacrificio absoluto.
Los comunistas cubanos toda la vida se llenaron la boca de aire para criticar al béisbol profesional, dónde, de acuerdo con su perspectiva dialéctica, un pelotero es tratado inhumanamente como mercancía.
¿Pero es que acaso no llegaron a mirarse en su propio espejo? Allí ni siquiera los atletas son mercancía, son menos que eso, son objetos de utilería ideológica.
Hay una excusa muy tonta que utilizan constantemente los corifeos del régimen cubano para justificar el llamado “robo de talentos”. Según esta teoría, el estado socialista cubano tiene que invertir muchos recursos en la formación, el entrenamiento y la preparación física y material de los jugadores. Por tanto, resulta “inadmisible” para ellos que luego aparezcan los capitalistas con su dinero y se los lleven sin retribuir nada a cambio. Yo le pregunto a quienes no piensan cómo yo:
¿Tienen los peloteros cubanos “otra opción” en la Isla para entrenarse, prepararse o formarse, que no sea dentro de una institución deportiva estatal?
¿Se permiten patrocinar torneos de béisbol en Cuba donde los peloteros puedan percibir una remuneración salarial diferente a la “única” que les ofrece el gobierno en la Serie Nacional?
¿Pueden los peloteros cubanos “escoger libremente” un representante que se ocupe de velar y defender sus contratos y derechos laborales fuera de otra institucion que no sea el INDER-estado?
¿Son libres los peloteros cubanos de poder manifestar abiertamente algún tipo de afiliación política o de pensamiento liberal que no se ajuste a la ideología oficial comunista que impera en la Isla?
Si el régimen cubano es dueño de todos los estadios, de todos los torneos, de todos los equipos, de todos los salarios, de toda la ideología, cuando un pelotero cubano escapa hacia Estados Unidos ¿estamos hablando del robo de un talento o del despertar de un esclavo?
Pero, si contra esta realidad, aún se insiste en que los capitalistas se roban a los peloteros cubanos, esto solo me reafirmaría el caracter totalitario de un gobierno que ciertamente considera a sus atletas una propiedad, un medio básico, una máquina para producir entretenimiento en nombre de la “Revolución” y en detrimento de la libertad y el derecho individual de esas personas para elegir su propio destino.
Y quién me puede exigir a mí que no mezcle política con deporte en este artículo, cuando aún hoy en pleno siglo XXI, un beisbolista cubano puede ser conminado a pararse frente a un grupo de personas para leer públicamente un panfleto que, implícitamente, condena a uno de sus propios compañeros porque tomó la decisión de ser diferente ¡¿Eso es deporte, o es política?!
De qué deporte estamos estamos hablando cuando un pelotero, por encima de los sentimientos a la madre, al entrenador o a la persona amada, tenía que hacer aquellas hipócritas dedicatorias a ese caudillo que se creyó el comandante en jefe del proletariado mundial.
¡Basta ya de repetir la misma falacia de que son los Estados Unidos los que obligan a los peloteros cubanos a escoger el camino del exilio!
Estados Unidos no es un país de santos, ni el capitalismo es la solución definitiva de nuestros problemas terrenales, pero a quienes les gusta levantar su dedo acusador hacia afuera, primero deberían palpar en la llaga que tienen dentro.
¿Será que un pelotero cubano se atreve a arriesgar vida y carrera, únicamente incitado por la “mano negra del Imperio” y su dólares capitalistas, o por culpa del desastre económico de un país que ni sus propios economistas pueden explicar; por la constante y ridícula cantaleta del fanatismo ideológico; por la naturaleza excluyente del mismo sistema que lo engendró; por el desprecio hacia la prosperidad individual de las personas; por la intransigencia ante la diversidad; por la adoración eterna a un Dios de carne y hueso; o por la esencia absurda del comunismo cubano?
Cuba es, y ha sido por más de 100 años, una tierra bendecida para jugar béisbol. Sus hijos han recibido el don, el talento y la habilidad, para que, no solo practiquen este deporte y lo hagan su pasatiempo favorito, sino también para que lo muestren y lo compartan con todos los hombres del mundo… y así será, por los siglos de los siglos, porque los profetas de verde-olivo son mortales, pero el béisbol es una pasión eterna.
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