Su nombre era Lázaro Salazar, pero todos le decían el Príncipe de Belén y sabía lanzar muy bien; además, era un excelente bateador y logró importantes triunfos como director en Cuba, Venezuela y México. Su final fue trágico, porque falleció joven y en el mismo lugar donde recibió tantos aplausos: en un terreno de béisbol.
Los vínculos entre el béisbol de Cuba y México son amplísimos y durante las primeras décadas del siglo XX, en especial a partir de los años 30, era muy normal que la mayoría de las estrellas cubanas jugaran para algún equipo de aquel país. Entre todos los peloteros que estuvieron en México quizás el más destacado haya sido Martín Dihigo y detrás del "Inmortal" se podría situar a Lázaro Salazar, el Príncipe Campeón o Príncipe de Belén, como lo llamaban los fanáticos y la prensa.
Lázaro nació en La Habana, en 1911, en el populoso barrio de Belén. Era un mulato de mediana estatura, zurdo, al que le gustaba vestir bien, apuesto, inteligente, todo un caballero, lo cual explica el epíteto de "Príncipe", reconoce en su libro "La Gloria de Cuba" el profesor Roberto González. El entorno socio-cultural en el que creció el futuro Príncipe lo llevaron a tener fuertes creencias en las religiones afrocubanas, por lo que siempre utilizó en su carrera el número 17, asociado con San Lázaro.
Salazar debutó en la Liga profesional cubana en la temporada de 1931-32, con 20 años; aunque su nombre se hizo sentir por primera vez en 1934, cuando impuso un récord impresionante: ganó el título de bateo y el de los lanzadores, con el equipo Almendares.
En aquella excelente campaña ganó seis partidos, perdió uno y su promedio ofensivo fue de 407. Dos años más tarde, en 1937, el Príncipe de Belén dirigió a su primer equipo en la Liga, los Leopardos de Santa Clara, y con ellos ganó el título. Esto fue impresionante, pues Salazar tenía apenas 26 años y alternaba su responsabilidad de director con la de lanzador y bateador.
Los Leopardos repitieron el éxito en la siguiente campaña, 1938-39. Lázaro Salazar nunca más ganó un título en Cuba como director; pero ya había inscrito su nombre entre otros grandes como Miguel Ángel González, Adolfo Luque, Fermín Guerra o Tony Castaño quienes triunfaron en más de una ocasión en la competitiva Liga profesional cubana.
La primera incursión del Príncipe en México ocurrió en 1938 cuando fue contratado por el equipo de Córdoba. Su debut fue bueno, aunque cayó en un cerrado duelo de lanzadores ante Martín Dihigo quien jugaba para las Águilas de Veracruz.
Por casi dos décadas Salazar jugó y dirigió al Córdoba; también comandó durante 11 temporadas consecutivas a los Sultanes de Monterrey y, por mucho menos tiempo, a los Diablos Rojos de Ciudad México. Sus números fueron excelentes, pues en total ganó siete campeonatos y en cinco oportunidades concluyó con su equipo en la segunda posición. Como director triunfó en 839 encuentros y cedió en 621.
El nombre de Lázaro Salazar también fue muy reconocido en Venezuela, ya que allí dirigió a los Navegantes de Magallanes, en la década de los cincuenta e incluso estuvo con esta selección en una Serie del Caribe.
Uno de los grandes sueños del Príncipe de Belén era convertirse en manager de su equipo favorito de la Liga cubana: Almendares. Salazar alcanzó varios de sus principales resultados como jugador con los Alacranes y, de seguro, entre sus momentos de más alegría estuvo el espectacular triunfo en la temporada de 1947-48, cuando los azules, liderados por el zurdo norteamericano Max Lanier, barrieron a los Leones del Habana y conquistaron el banderín en aquel campeonato.
En 1957 la directiva de Almendares le ofreció al Príncipe un contrato de dos años. La segunda parte de la década del cincuenta no fue de las más felices para los Alacranes quienes esperaban que los conocimientos y la simpatía que despertaba Salazar les posibilitara recuperar viejas glorias.
El sueño de Lázaro Salazar nunca se cumplió. El 25 de abril de 1957 se enfrentaron los Sultanes de Monterrey y los Diablos Rojos, equipo este comandado por el cubano. Todo marchaba tranquilo en el desafío cuando los gritos y las incoherencias del Príncipe llamaron la atención de sus jugadores. ¡Hay dos outs! ¡Ganamos!, vociferaba constantemente Lázaro, hasta que se desmayó y su cuerpo cayó dentro del banco.
Trataron de reanimarlo, pero no respondió y lo llevaron de urgencia para el hospital más cercano. No hubo mucho más que hacer y los médicos certificaron que la muerte del Príncipe de Belén había sido por una fulminante hemorragia cerebral. Lázaro Salazar tenía 46 años.
El trágico deceso conmocionó a todos los fanáticos en México y Cuba. En el entierro los jugadores de los Diablos Rojos, vestidos con el uniforme del equipo, acompañaron el féretro de su director. Un año después, Lázaro Salazar, el Príncipe de Belén, fue exaltado al Salón de la Fama del béisbol mexicano. Allí, en su placa conmemorativa, todavía puede leerse: "El manager más grandioso que ha habido en México".
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