Por Andrés Pascual
Este tipo llegó al baseball de Grandes Ligas como un especimen salido de una de esas fotos de clubes de principios del siglo pasado: slugger de promedios altos, dueño de un brazo poderoso para la posición del rightfield y con velocidad poco usual para robar bases desde sus 6'3 y 215 libras.
Para parecer más un pelotero de estampa antigua, no usa guantes de bateo en las manos y mueve el bate con absoluta autoridad en el home plate. Un bateador extraordinario de wildpitchs.
Guerrero pudiera ser un Hall of Famer en cinco años si anuncia su retiro hoy; pero, todavía, tiene dos metas: batear 500 jonrones y 3,000 hits.
Definitivamente, ya no depende del jugador poder lograrlo, sino del club que esté dispuesto a incluirlo en su róster y darle juego suficiente para que conecte casi 55 jonrones y más de 450 hits, lo que, quizás, no sea fácil.
El gran jugador no es el mismo, entre la edad y las lesiones le mermaron las prodigiosas facultades que le hicieron MVP una vez y que le convirtieron en uno de los más temidos bateadores de ambos circuitos, en los que bateó 13 veces sobre .300.
Si alcanzara un muy poco posible contrato de tres años, todavía debe tener salud para, con temporadas mediocres y sacrificando el promedio general de .318, llegar a las metas o quedarse cerca. Ahora, al Salón de la Fama debe ir, solo un loco o un estúpido pudiera no votar por él cuando llegue la boleta con su nombre.
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