Por Andrés Pascual
Los juegos como el de anoche entre San Luis y Texas, por lo general, son buenos para el fanático del ganador, para el que apostó o para ganar una discusión entre fanáticos; a fin de cuentas, ante situaciones como estas, solo importa la victoria; pero, para el pasatiempo no, no es posible que uno de los peores jamás jugados en el Clásico de Octubre sea considerable en el rango de "buen beisbol".
Con errores de todo tipo, algunos manigueros, como la bola que se le cayó a Matt Holliday porque Rafael Furcal parece que no jugó en su etapa infantil, que es en la que se aprende que una pelota se le deja al que está de frente por comodidad y por mejor visibilidad de las bases y de la propia bola, transcurrió el encuentro.
Texas estuvo a un strike de la victoria dos veces, ¡A un miserable strike! y el relevista de liga menor, obligado a lanzar en un nivel que le es ajeno, pero con millones de salario, flagelo del beisbol de hoy, lo perdió.
¿Hasta cuándo se debe seguir soportando en Grandes Ligas a un pitcher que solo tiene que dominar a un bateador y no puede? Lo peor del caso es que la concesión se produce o con una base por bolas, o con un pelotazo, o con un wild-pitch.
La cara es el reflejo del corazón en el juego de pelota: desde que el manager Ron Washington llamó a Ogando para que cerrara un juego casi ganado, se notaba que el tipo quería salir del box sin haber llegado al infield y eso se llama poco coraje, no falta de experiencia.
Neftalí Infeliz, por su parte, da muestras de no entender en qué lugar se encuentra a veces, por lo que aparenta que se le olvida que ese hombre parado ahí, con un bate al hombre, tiene que sacarlo out tirando strikes y no huyendo tanto la bola; como alternativa perniciosa, a veces pone algunos pitcheos mansamente por el centro que, a pesar de las 99 m/h, es bateable en este nivel y duro.
De nada valieron las remontadas a jonrón limpio del club del Joven Circuito, para casos como el juego de anoche, se inventó la frase "de poco sirve nadar tanto para morir en la orilla".
Por todo lo que sucedió anoche en San Luis, porque los fantasmas del ayer glorioso bailaron al lado de cada jugador cardenal para reclamar, aunque sea una vez, el nombre y el juego monumental de una franquicia de verdadera importancia para el pasatiempo, a través de la presencia de Musial, Schoendiest, Gibson, Brock, este club merece concluir como campeones mundiales una temporada en que descontaron 10 juegos del primer lugar en agosto para estar ahí, con la ventaja que da la energía por una victoria como la de anoche.
Porque entregaron un juego que debieron ganar 4 veces, los Vigilantes de Texas deben irse a casa solo con la satisfacción, si cabe, de haber jugado en la Serie Mundial y la falsa justificación esperanzadora de "veremos que pasa el próximo año". Ni aunque ganen deben ser campeones, no se puede jugar tan mal, tan ofensivamente dañino al juego de las grandes ligas y esperar aplausos.
Merecen ganar la Serie Mundial
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