Por Andrés Pascual
Nunca, cuando he escrito sobre el caso Miñoso y Cooperstown, lo he hecho sobre la base de establecer paralelos basados en, “el mío es mejor…” no, los jugadores que se emplean para “compararlos” con El Idolo de Perico en cuanto a la estancia debida de “ellos o yo” en el recinto sagrado, son merecedores del lugar que ocupan; el problema es que el cubano debe estar allí y, desde esa posición, es que se debe organizar la “protesta”.
Hay que tener en cuenta que, con la excepción de Larry Doby, primer negro en jugar en la Liga Americana que firmó a los 23 años en 1947, el resto que comparan con el cubano sufrió también del “síndrome de la edad”, porque debieron estar 8, 9, quizás 10 años antes en los circuitos mayores y, en el caso de Campanella, lo obligó al retiro el trágico accidente que le dejó parapléjico; por lo que el tremendísimo bateador solo actuó en 10 campañas; Jackie Robinson vio acción en otras 10; pero, por si fuera poco, un pelotero del que nadie habla, que también llegó tarde y que la fractura de una pierna le redujo las habilidades, Luke Easter, nunca se ha considerado con posibilidades.
En Grandes Ligas, en el período 1949-54, conectó jonrones bestiales de más de 400 pies, como uno en Cleveland a 477, igualado por Mickey Mantle en 1953. Easter nació en 1915 y falleció en 1973 asesinado por un ladrón.
Todavía queda un exponente al que se le hizo justicia en el en el grupo del 2006 y que solo jugó meses con los Carmelitas del San Luis y me refiero a Willard “Home run” Brown, considerado el gran bateador negro de los 40’s y el de más poder de jonrón.
Y está afuera un cubano que, posiblemente, haya sido mejor bateador que todos los mencionados y ni en el grupo amplísimo del 2006 logró que se le hiciera justicia: el Caballero Alejandro Oms. Parece que, por la extrema y sospechosa miopía de estos personajillos del Comité de Veteranos, Oms estará ausente por siempre.
Tal vez haya más injusticias de las que uno cree y hasta blancos, como Cecil Travis, Babe Herman o Lefty O’Doul, con números sobrados, faltan.
El caso Miñoso tiene tela por donde cortar que a muchos no les gustaría escuchar: primero, que sus números son insuficientes, sin entrar en comparaciones con los que ya están allí; segundo, que estuvo poco tiempo en Ligas Negras (así, “negras”, que la construcción “de color” es ofensiva, porque no define “persona” y su traduccin en inglés sería “COLORED”) y, tercero, que por el capricho de alcanzar décadas como jugador, cayó del promedio de .300, necesario si no hay más de 1,500 empujadas, 500 jonrones u otros guarismos combinados para poder vivir con comodidad y esperanza.
Como he escrito siempre cada vez que he abordado el caso Miñoso y Cooperstown, si bien sus números no son impresionantes, se mantuvo 8 años en el exigido “carácter de liderazgo”; lideró varios departamentos ofensivos a través de los 50’s; ganó Guante de Oro y asistió a más Juegos de Estrellas que Peruchín Cepeda (no lo comparo con el boricua)
Pero, más importante: su pimienta, su juego siempre agresivo de pie en el acelerador, a matarse, de traje sucio, su pasión, su entrega absoluta por la franela y su magnetismo personal, facetas que identifican al inmortal, son las razones para que esté en Cooperstown.
Sin embargo, a mi modo de ver, Miñoso no estará nunca en Cooperstown (a menos que ocurra el tan manoseado “milagro), porque no integra la legión de ex jugadores de raza negra que, como recalcitrantes de la sociedad americana y amparados en el liberalismo más absoluto y radical, todavía no perdonan civilizadamente el pasado.
Miñoso nunca ha hecho quórum en esta estúpida forma de racismo moderno que es el revanchismo; entonces, ¿Qué queda, si no considerar al criollo un permanente Tío Tom de las circunstancias?
Minoso es un hijo de su patria libre y la dictadura castrista, tan protegida por los liberales de aquí, blancos y negros, lo masacró económicamente al robarle todo su dinero invertido.
Por tal razón, el Idolo Nacional Cubano del Béisbol no ha cerrado filas nunca al lado de quienes pretendieron destruirlo.
Desde Hank Aaron (que ha viajado a Cuba a legitimar a la tiranía) hasta el último negro que integra el Comité de Veteranos, más otros blancos, le han cobran así lo que, como actitud de decencia; incluso patriótica, han hecho degenerar en sumisión al blanco.
Ojala que no; pero, si esto es como pienso, Miñoso solo será un inmortal en el corazón de los cubanos; ante circunstancias como estas, Cooperstown es un lugar muy insignificante para acoger la grandiosidad, la vergüenza y la moral de un jugador como Minnie.
Miñoso es un inmortal, quieranlo o no los Padrecitos del recinto |
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