BEISBOL 007: El laberinto de Orestes Minnie Miñoso

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viernes, 12 de agosto de 2011

El laberinto de Orestes Minnie Miñoso

El pelotero tiene méritos suficientes como para entrar al recinto de los inmortales tanto por el Comité de Veteranos de Grandes Ligas como el comité especial de las Ligas Negras.



El boricua Roberto Alomar acaba de entrar al salón de la fama de las Grandes Ligas y se convierte en el latino número 12 en llegar a Cooperstown y su meritoria calificación hace que uno se pregunte cuándo llegará Orestes Miñoso.
Llegar al salón de la fama del béisbol de Grandes Ligas para el cubano Orestes Miñoso hasta el momento es como si atravesara un laberinto que lo aleja de esa estancia inmortal y dilata su entrada más que ganada.
Año tras año algunos aficionados se preguntan entre consternados y rabiosos: ¿Qué tiene que mostrar el Minnie para ser elegido en Cooperstown?
Y sus preguntas rebotan, se apagan, se pierden dentro de ese laberinto implacable que le cierra el paso a esa leyenda y en el que la Asociación Americana de Cronistas del Béisbol (Baseball Writers Association of America) y El Comité de Veteranos tienen sin lugar a dudas la respuesta definitiva por ser los que controlan la llave para penetrar ese deseado salón.
Mientras que Jackie Robinson es mencionado como el indiscutible pionero que contribuyó a romper la odiosa barrera racial que impedía a los peloteros negros desempeñarse dentro del llamado Big Show, el hecho de que Miñoso fuera el primer negro latino en hacerlo pasa inadvertido por lo general y muchos aficionados incluso desconocen.
Saturnino Orestes Armas Arrieta, el “Cometa”, el “Charro negro”, “Mr White Sox” o sencillamente el hombre que conjuga todos esos nombres: Minnie Miñoso, es sin dudas un pelotero extraclase de las cabezas a los pies; por algo el mítico mánager de los yanquis de Nueva York, miembro del Salón de la fama, Casey Stengel, afirmó de manera rotunda sobre su calidad: "Ojalá lo tuviera en mí club. No me preocuparía por la pérdida de Joe DiMaggio. Es como si fueran dos o tres jugadores plasmados en un solo esqueleto humano".
La afirmación del “viejo profesor”, como llamaban a Stengel, no resulta exagerada. Miñoso fue un portento en Grandes Ligas y sus números finales reflejan su calidad, pero no el colorido y entrega que exhibía en sus apariciones, las cuales por cierto llegaron a siete décadas- cinco en Grandes Ligas y dos en ligas independientes- los cuales provocaron que su promedio final no sobrepasen los 300.
En su carrera activa bateó para 298 con 186 jonrones, 1023 carreras impulsadas, 1136 anotadas, 1963 hits, 336 dobletes, 83 triples, 205 bases robadas, 814 bases por bolas y recibió 192 pelotazos. Nueve veces Todos estrellas y tres Guantes de Oro. Líder en tres ocasiones de bases robadas y triples y diez veces en recibir pelotazos. Estos son sus números fríos.
Pero detrás de esas frías, pero convincentes estadísticas se encuentra un pelotero de gran colorido, que llenó estadios con solo mencionar su nombre y quien, en su primer año de Grandes Ligas con las Medias Blancas de Chicago, terminó en segundo lugar de la ofensiva del circuito americano con un promedio de 326, líder en triples con 14 y máximo estafador de bases con 31.
Lo increíble es que Miñoso tiene méritos suficientes como para entrar al recinto de los inmortales tanto por el Comité de Veteranos de Grandes Ligas como el comité especial de las Ligas Negras, ya que en ambos circuitos intervino con calidad indiscutible como un nombre digno de ser tenido en cuenta y sin embargo sigue olvidado.
La ceguera e incapacidad de ambos comités para descubrir los valores de Miñoso hace recordar aquella vieja sentencia del pequeño corso Napoleón Bonaparte cuando dijo: “Cuando quiero que un asunto no se resuelva lo encomiendo a un comité”.
Durante un aparte con el simpático y ocurrente Miñoso, antes de la ceremonia que lo encumbró en Republica Dominicana al salón de la fama del béisbol latinoamericano, donde tuve la satisfacción y el honor de representar a mi padre Martín Dihigo, rememoraba su paso por las Ligas Negras y se preguntaba por qué no lo tomaban en cuenta tampoco por esa vía al ser uno de los últimos jugadores que saltó de esas fuertes lides hacia las Grandes Ligas.
En 1946 consiguió dentro de las Ligas Negras 306 de average y un año después con los New York Cubans colaboró con su bateo (294) y su rapidez en las bases, junto a los brazos fuertes de Luis Tiant padre y Martín Dihigo para ganarles la Serie Mundial de Color a los imponentes Cleveland Buckeyes. En noviembre del 2005 el comité especial de las Ligas Negras lo colocó en una boleta y no obtuvo los votos de historiadores y académicos.
Su llegada a la gran carpa fue en 1949 con los Indios de Cleveland, equipo que no le ofreció muchas oportunidades y donde solo apareció en 16 oportunidades al plato, pero la diosa fortuna inclinó la balanza y el muchacho que cortaba caña en Perico y soñaba con emular las hazañas de su ídolo Martín Dihigo fue transferido a  Chicago en 1951 por una triple negociación de Atléticos con Indios y Medias Blancas.
Su debut fue en tercera base y al bate conectó un largo batazo de jonrón. Ese primer año de accionar completo en Grandes Ligas terminó con promedio de 326, líder en triples (14), máximo estafador de bases (31), 10 jonrones, 76 impulsadas y 112 anotadas.
Por lo pronto mientras se deciden a elevarlo a Cooperstown, ya el Minnie pertenece a los salones de la Fama de México, la Serie del Caribe (2005), Cuba y el Latinoamericano con sede en Altos de Chavón, Republica Dominicana.
El exitoso mánager y miembro del salón de la fama, Bucky Harris aseguraba a los cuatros vientos en la época activa de Miñoso que “el sueño, el ideal de un manager de pelota, es tener a nueve hombres como Miñoso en su team”.
Esperemos con los dedos cruzados que alguna vez cuando los expertos se reúnan y deliberen no vuelvan a dejar quejosos a los miles de aficionados que esperan la elección de Miñoso.
Ojalá que esos expertos le acaben de entregar a Orestes Miñoso la llave de salida del laberinto que le entorpece su merecida llegada al templo de los grandes del béisbol de las Grandes Ligas. Él lo merece.
AUTOR:
Gilberto Dihigo


Orestes Miñoso


    

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