Por Andrés Pascual
El concepto amenazante de “Espada de Damocles” sobre las gerencias de algunos clubes de Grandes Ligas, con inversiones caras, comienza a hacerse sentir desde el inicio de la temporada.
Parece una ridiculez que cunda el pánico entre la gerencia, la prensa y los fanáticos por los resultados en abril de clubes como Boston o los Medias Blancas de Chicago. Si mayo cuenta poco; si en junio, julio y, hasta en agosto, todavía nadie puede precisar a ciencia cierta quiénes clasificarán por divisiones; si, por encima del favoritismo, presente o ausente en la postemporada eliminatoria, las caras que se encuentran en la Serie Mundial, a veces, no eran familiares en el pronóstico 6 meses antes, ¿Cuál es el barullo?
El dinero invertido averguenza cuando no se pudo ganar con plantillas que nunca han soñado más de 10 equipos que, como ha ocurrido, no solo han clasificado como comodines, sino que han estado en el Clásico de Octubre varias veces y hasta lo han ganado.
Para la gerencia de un club, para su fanático natural y para la prensa de la ciudad, los grandes salarios, que inflan las posibilidades de victoria de, por ejemplo, los Yanquis y el Boston, son una presión extra con la que hay que lidiar; mejor, saber lidiar, porque no es fácil observar a Alex Rodríguez dejar anclada en bases, más de una vez, la carrera que pudo ponerlos en el estado superior de la competencia de postemporada; pero no es solo el antesalista de los neoyorquinos, el fraude, tan rutinario que cansa, son un buen grupo de peloteros que no responden como deben a la intención por la que se le contrató y, si a veces concluyen con buenos números, su participación decisiva en juegos determinantes brilló por su ausencia.
Se va haciendo rutina en las Grandes Ligas que un grupo de peloteros, modestos en su desempeño, con salarios casi de miseria de acuerdo al pago por el nombre que reciben algunos, solo por exhibirse en los terrenos de juego; porque jugaron a matarse, fusionados en un solo rumbo de trabajo altamente destacable en cuanto al colectivismo, se imponga a otros que pudieran estar en Cooperstown algún día.
La verdad más grande alrededor del juego de pelota es que, “en el beisbol no gana el mejor; sino el que mejor juegue”; ahora, ¿Cuál es la razón por la que una constelación de estrellas no puede imponerse en un circuito con, más que buen juego, actuaciones apabullantes?
El beisbol de hoy, que dista mucho del de solo 30 años atrás, hasta palabras que identifican conductas individuales justificativas tiene: el ego del jugador.
Sin embargo, porque pudiera cuestionar el mecanismo laboral que muchos consideran “un logro” para el pelotero, el contrato a largo plazo, no abordan con seriedad el hecho del poco interés que demuestra el jugador que está en el medio de ese tipo de compromiso, logrado como agente libre que, nadie lo dude, es el mayor escollo al normal funcionamiento del pronostico pre-temporada y del cumplimiento obligatorio de la actuación, verdaderamente estelar, del superestrella.
No obstante, es una exageración aterrarse en abril o mayo por los resultados del club de preferencia, porque, durante esos meses, ningún departamento del juego está a tono con el juego ganador y, a veces, ni julio decide algo con respecto al resultado final.
Si bien el pánico por poco cunde en Boston después de 5 partidos de temporada y el Chicago Medias Blancas está al borde del paroxismo por su 8-12 de inicio de campaña, tampoco un comienzo ganador es la medida de cómo concluirá la tabla de posiciones en octubre. Eso, también se ha visto muchas veces.
Pie de grabado: Con solo 20 encuentros jugados, casi cunde el pánico en Chicago. |
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