Por Andrés Pascual
Un pelotero es un ex ligagrande si actuó los años suficientes para merecer el retiro.
La mayoría de los jugadores cubanos de los 20’s, los 30’s, los 40’s y algunos de los 50’s ó los 60’s, están en la categoría de no ligamayoristas en carácter oficial; lo mismo ocurrió con la mayoría de hispanos que accedieron a las Grandes Ligas desde que lo hiciera el azteca Melo Almada, en 1933, hasta los 70’s.
La primera mitad de la década de los cuarentas fue relativamente pródiga en jugadores de la Mayor de Las Antillas de poca acción en las Grandes Ligas; porque se les utilizó como reemplazo de los jóvenes americanos que eran enviados al Servicio Militar. Incluso eran peloteros de poco servicio en Ligas Menores y, algunos, en edad francamente descartable bajo situaciones normales; pero eso no importaba mucho en medio de la Segunda Guerra Mundial.
De esa forma lograron vestir uniformes de las Mayores Isidoro León, Santiago Ulrich, Moín García, Mosquito Ordeñana, Regino Otero, Luis Suárez y varios más.
Para aquellos cubanos y algún que otro hispano, la única posibilidad de jugar en una Serie Mundial estaba relacionado con actuar para un club poderoso como Yanquis, Cardenales, Gigantes o Dodgers.
Después de 1945 (en que por poco se cuela el inicialista cubano Regino Otero con los Cachorros de Chicago), el boricua Luis Rodríguez Olmo tuvo la suerte de jugar para el Brooklin, que ganó en 1947 y ser perfectamente elegible por fecha.
Cuando Orestes Miñoso se convirtió en el primer jugador de raza negra, cubano e hispano, en jugar en Grandes Ligas en 1949, se inició la era en que la clase demostrada en Ligas Menores decidía la promoción al beisbol de las Mayores más que el experimento de tapar un hueco por urgente necesidad de poco tiempo.
Pero Miñoso, de larga y fructífera carrera en Grandes Ligas, no pudo asistir al Clásico de Octubre, porque el Chicago Medias Blancas no ganó sino hasta 1959 y, lamentablemente, el cubano fue cambiado al Cleveland a finales de 1958, jugó todo 1959 con la Tribu y 1960 lo sorprendió, otra vez, enfundado en la franela del club de la Liga Americana que representa a la Ciudad de los Vientos…Mala suerte.
El torpedero cubano Willy Miranda tampoco pudo jugar en la Serie Mundial de 1953, con los Yanquis, porque no fue elegible por tiempo de juego. De la vieja guardia, Héctor López se “puso las botas” con los Mulos desde 1960. Y Roberto Clemente también con los Piratas.
Otro jugador estrella hispano, Victor Pellot Power, tampoco tuvo acceso al Clásico Otoñal, porque ni Kansas City ni Cleveland fueron grandes contendientes y, en 1954, el boricua no estaba en este club, como sí el mejicano Beto Avila. Tony Taylor y Orlando Peña, con 19 y 14 temporadas, tampoco respiraron el beisbol de Octubre en el terreno de juego, sino por televisión desde la comodidad de sus casas.
Irónicamente, el receptor cubano Rafael Noble, que apenas calentó el banco de los Gigantes de Nueva York, se metió un ponche contra el zurdo Ed Lopat en 1951.
Ni Humberto Fernández, ni Chico Carrasquel, ni Haitiano González…pudieron asistir al evento; pero el zurdo cubano Marcelino López se montó en el “cabú” y, con el brazo lesionado, asistió con el Baltimore en 1970.
El también cubano José Tartabull, acompañó al Boston, en 1967, como jardinero y con este el pitcher Josè “Palillos” Santiago, de Puerto Rico.
Y Marichal y los hermanos Alou estuvieron en 1962 con los Gigantes. En 1961, el torpedero cubano Leo CÁrdenas le dio un biangular en tres turnos a Bill Stafford, de los Yanquis, jugando con Cincinnatti. También Julián Javier acompañó 3 veces al San Luis a la competencia.
Nadie puede dudar que, el hecho de la sempiterna presencia de los Yanquis en Series Mundiales durante los 50’s, era un escollo, porque este club no acostumbraba a contratar hispanos con frecuencia, en el caso de Willy Miranda, como suplente y por muy poco tiempo; entonces quedaba un solo club para ocupar plaza que, como fueron los Gigantes, los Dodgers y los Bravos de Milwakee, con plantillas jóvenes, pues el hispano estaba resignado a firmar, para poder jugar rápido en Grandes Ligas, con clubes poco competitivos. Aunque Sandy Amorós actuara para el Brooklin y Félix Mantilla y Terín Pizarro para los de la ciudad cervecera en las de 1957 y 58; además de Aparicio con los Medias Blancas del 59.
Por eso el Washington se llevó a Camilo Pascual, a Pedro Ramos y a Miguel Fornieles, los tres mejores prospectos del pitcheo cubano durante los 50’ y, por eso, debutaron tan jóvenes (con 20 años).
El colmo de la mala suerte lo tuvo Pedro Ramos, a quien contrataron los Yanquis a finales de la temporada de 1964 como relevista y les ayudó decisivamente a obtener el banderín; sin embargo, no pudo estar en la Serie Mundial por inelegibilidad de fecha; 4 años antes, el zurdo boricua Tite Arroyo, sí jugó con los inquilinos del Bronx en el Clásico.
Hoy la presencia hispana en Series Mundiales no es de “salvar la honra”, sino abrumadora a veces: la expansión y el incremento de la clase del jugador regional, hacen la diferencia y, como que no solo los Yanquis son favoritos y los Dodgers casi un equipo marrullero, de muchas expectativas y poco cumplimiento, con unos Mets de Nueva York que se las traen, pues cualquier jugador hispano, aun sin rango de estrella, se puede llevar a su casa el anillo de ganador; o el dinerito necesario de perdedor en el evento.
Pie de fotografia: Miñoso tuvo mala suerte en 1959 |
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