Por Andrés Pascual
Tal parece que esperan el último año del contrato para convertirse en agentes libres con más impaciencia y excitación que un niño el regalo de cumpleaños: en primer lugar, lograrán su credencial de ricos del pasatiempo; en segundo, obtienen la patente de corso que les permitirá lesionarse y comenzar el conocido calvario de la inefectividad controlada
¿Cuántos jugadores continúan rindiendo igual después de firmar como mercenarios del pasatiempo, que es lo que significa ser agente libre? Es verdad que cualquiera se lesiona; pero, ¿Por qué razón uno de estos millonarios de contrato multianual, corriendo desde el plato a la primera base, donde ni piedras hay por pequeñas que sean, cae al suelo en el trayecto, retorciéndose de dolor con una lesión en el muslo, en la ingle o en una pantorrilla que le sacará del juego quién sabe por cuánto tiempo? ¿A qué obedece el residuo óseo en el codo, el problema en la rodilla o en la espalda del lanzador que firmó por 3 o más campañas por, quizás, más dinero del que costaban todos los clubes de ambas ligas durante cualquier año de la década de los 40’s? Déjenme recordar algo, para pagar gastos de divorcio en 1949, Bill Veek, entonces propietario de los Indios de Celeveland, vendió a la Tribu por la miseria de algo más que un cuarto de millón de dólares, un equipo al que le encabezaba la rotación de pitcheo Bob Feller…
Tome el récord de cualquiera de los grandes serpentineros del pasado, de antes de 1985, su labor año tras año, para que vea que sus memorables actuaciones mejoran o se mantienen una temporada tras otra: Warren Spahn, Whitey Ford, Bob Feller, Lefty Gomez, Robin Roberts, Steve Carlton, Bob Gibson, Early Wynn, Jim Bunning, Juan Marichal…Y luego venga a los últimos 20 y haga lo mismo para que entienda la razón de la frase que dice que “cualquier tiempo pasado fue mejor…” De esta era hay que hacerles un monumento en todos los estadios a Gregg Madduxx, a Tom Glavine, a David Wells, a Jaime Moyer y a algún que otro más; porque sus actuaciones han sido sostenidas en cuanto a calidad; pero su dedicación, su pasión por el juego les hizo o hace ajenos al relajo de los tiempos modernos y les coloca en el grupo de herederos virtuales de la verdadera esencia del jugador de pelota, en lo moral, y en su relación con el público.
El pitcher mejicano de 28 años, Oliver Pérez, se convirtió en un sonado fracaso para la rotación de pitcheo de los Mets de Nueva York el año pasado; entraba al primero de un flamante contrato de 36 millones por 3 temporadas; es decir, que su curva y buena velocidad, le han producido dividendos con los que ni soño Sandy Koufax, a quien casi mandan a electrocutar los Dodgers cuando, en 1966, a él y a Don Drysdale se les ocurrió exigirle al club medio millón para ambos. ¡Qué manera de cambiar los tiempos! Y, para mal del pasatiempo, que nadie lo dude…
En el ano 2007, Oliver Pérez tuvo récord de 15-10 con 3.56 clp en 177 entradas de trabajo; pero, el pasado, solo ganó 3 con 4 derrotas, y 6.82 de clp en la miserable cantidad de 66 innings actuados. ¡Hum! ¡Y hubo una lesion en su rodilla! claro que la hubo, si hasta fue operado; pero parte del asunto radica en, ¿Cuál es la causa de esas lesiones en el momento que tienen que comenzar a respaldar, con su efectividad, la monstruosidad de dinero que les logra robar el agente que los representa, al equipo que los contrata?
Según Johan Santana, el as de la baraja del pitcheo de los Mets, que también regresó de una intervención quirúrgica en el codo, Pérez está en excelente forma y listo para hacerse cargo del cuarto turno en la rotación, que incluye a Pelfrey y a Maine.
Todo en este beisbol es cuestionable con respecto al “buen tiempo ido”; mas, por la incidencia en el normal desarrollo del juego de liga mayor, el asunto del contrato multianual levanta sospechas favorables a que jueguen al 100 % de sus facultades solo el primero y el último del contrato, con un intermedio que es un verdadero vacilón por la pobre demostración en el terreno y por la poca entrega en la preparación personal, acorde con el cuidado de su persona. Tal vez en lo último resida la explicación razonada de por qué se lesionan tanto los peloteros estos jugadores.
El contrato multianual es lo que tiene al beisbol actual a la zaga del buen tiempo ido, en igual proporción que la expansión y, a las Grandes Ligas, con un nombre que mejor deberían cambiárselo por otro que disminuya la expectativa sobre el juego y los peloteros modernos.