El venezolano Miguel Cabrera conectó un jonrón durante un juego de béisbol en el entrenamiento de primavera contra los Kansas City Royals, el miércoles 8 de marzo de 2017 en Surprise, Arizona. |
JAMES WAGNER / New York Times
Cinco años después de haber sido secuestrado brevemente en Venezuela, su país natal, el receptor de los Tampa Bay Rays, Wilson Ramos finalmente consiguió el papeleo necesario para que su familia pudiera vivir con él en Estados Unidos. Carlos Carrasco, un lanzador venezolano de los Cleveland Indians, aprobó la prueba para obtener la ciudadanía estadounidense en agosto y ha pasado varios años sin regresar a su país.
Carlos González, un jardinero de los Rockies de Colorado, se sintió muy incómodo el año pasado cuando, tras tres años de ausencia, visitó a su familia y amigos en Venezuela antes de la temporada 2016: por primera vez necesitó andar con guardaespaldas. José Lobatón, un receptor de los Washington Nationals, vive en Orlando todo el año y se preocupa constantemente por si su familia y amigos de Venezuela tienen comida suficiente.
“Sabemos lo bella que es Venezuela y lo mal que ha sido tratada”, dijo Miguel Montero, receptor de los Chicago Cubs. “Como venezolano me duele porque tienes a tu familia y a tus amigos de la infancia allí, y no puedes verlos. Afortunadamente, tenemos la bendición de haber ganado dinero en el béisbol, pero muchos no tienen la misma suerte”.
El creciente caos económico y político de Venezuela ha afectado todas las actividades del país, incluyendo al béisbol, que es una de sus principales fuentes de orgullo. A pesar de que algunos de los mejores jugadores venezolanos se han puesto el uniforme de su país para jugar en el Clásico Mundial de Béisbol este mes, el grupo tiene emociones agridulces sobre su país de origen.
Y el mismo béisbol ha sufrido en Venezuela. A raíz del deterioro de las relaciones con Estados Unidos, el presidente venezolano, Nicolás Maduro ordenó en 2015 que los estadounidenses necesitan una visa para poder entrar al país, lo que dificulta que los reclutadores de las Grandes Ligas vayan a Venezuela y pone en aprietos a una fuente confiable de talento deportivo.
La Venezuelan Summer League, en la que solían jugar los prospectos firmados por equipos de las Grandes Ligas, cerró el año pasado cuando el número de equipos participantes cayó a tres. Y solo cuatro equipos de las Grandes Ligas todavía mantienen academias en ese país tan rico en béisbol, lo que refleja la preocupación por el deterioro de las condiciones de vida.
Todos los jugadores que hablaron de Venezuela lo hicieron en una serie de entrevistas durante los últimos meses. Algunos se negaron a declarar, recelosos de ser percibidos como partidarios de la polarización política del país. Tanto los que hablaron como los que no, de alguna manera están alejados del caos de su país natal.
Los beisbolistas utilizan diversas formas para enviarle dinero y suministros básicos a sus familiares y amigos de Venezuela, a veces le piden a la gente que visita el país que lleven los artículos. Sin embargo, viajar puede ser agotador; incluso los ciudadanos venezolanos han tenido dificultades para entrar y salir del país. Los secuestros son uno de los peligros que los jugadores experimentan cuando están en Venezuela.
Wilson Ramos de los Washington Nationals celebra después de batear un jonrón en en un partido contra los Rojos de Cincinnati, el 3 de julio de 2016, en Washington. Matt Hazlett/Getty Images |
En noviembre de 2011, Ramos fue detenido a punta de pistola en la casa de su familia en Valencia y fue liberado más de 50 horas después por la policía. Después regresó a Venezuela fuera de temporada para ver a sus familiares y jugar en la liga, pero los recuerdos del incidente seguían vivos. Después de que su esposa, Yely, tuviera su primer hijo en Estados Unidos en 2014, Ramos decidió que sería un lugar más seguro para criar una familia y un mejor lugar para entrenar durante la temporada baja.
Compró una casa en Davie, Florida, cerca del final de la temporada 2015. Con la ayuda de su equipo en ese momento, los Washington Nationals, y un abogado de inmigración, Ramos obtuvo la residencia permanente y la de su esposa, y visas de turista para sus familiares.
El jugador, que firmó con los Tampa Rays este invierno, dijo que quiere trasladar permanentemente a más miembros de su familia a Estados Unidos, pero señala que “traer a todo el mundo sería muy difícil”. Mientras tanto, Ramos todavía hace breves visitas a Venezuela. Dijo que su familia vive con altas medidas de seguridad, como también le tocó a él cuando regresó para pasar estancias más largas. Era necesario, dijo Ramos, pero se sintió como un prisionero en su propio país.
González, de los Rockies, dijo que sintió lo mismo antes de la temporada 2016. “Es triste porque en Estados Unidos todo es tranquilo y se puede caminar”, dijo González, que vive en Windermere, Florida y jugará como parte del equipo venezolano en el clásico este mes. “En mi país, es diferente. Es otro mundo. Es un mundo inseguro”.
Héctor Rondón, un relevista de los Chicago Cubs y miembro de la selección venezolana, dijo que le gustaría obtener la residencia permanente en Estados Unidos para garantizar la seguridad de su familia, que incluye a dos hijas jóvenes.
“Amo a mi país, pero necesito estar aquí para la estabilidad de mis hijos, su escuela, la comida, las medicinas”, dijo.
Pero a pesar del crimen, la corrupción, la escasez de alimentos y el intenso enfrentamiento político entre el gobierno y la oposición, Venezuela sigue siendo una tierra fértil para el talento beisbolístico con más de 500 prospectos firmados por los equipos de las Grandes Ligas en los últimos dos años.
El primero que jugó en las ligas mayores fue el lanzador Alex Carrasquel en 1939, con los Washington Senators. Luis Aparicio, el primer venezolano elegido para el Salón de la Fama del Béisbol, jugó entre 1956 y 1973, pero la explosión de venezolanos en las Grandes Ligas no comenzó hasta los años noventa.
Según baseballreference.com, 358 venezolanos han jugado en las ligas mayores hasta la fecha, una cifra solo superada por República Dominicana (669 jugadores). En 2016, 102 venezolanos aparecieron en las listas de las Grandes Ligas.
En 1989, los Astros de Houston fue el primer equipo que abrió una academia de béisbol para desarrollar jugadores jóvenes en Venezuela. A mediados de la década pasada, 13 equipos tenían presencia en el país y parecía casi inevitable que Venezuela superaría a República Dominicana como el mayor exportador de talento extranjero para las grandes ligas.
Pero eso cambió cuando el caos se apoderó de Venezuela. Los equipos comenzaron a cerrar sus academias y solo quedaron los Cubs, Detroit Tigers, Philadelphia Phillies y los Rays.
“Hay mucho talento”, dijo Johnny DiPuglia, director internacional de reclutamiento de los Nationals, que nunca han tenido una academia en Venezuela.
“Pero uno se preocupa cuando manda a los chicos a casa”, agregó. “Hay escasez de alimentos. No salen de noche porque es peligroso. No tienen los medios para trabajar donde quieren hacerlo porque no tenemos academias”.
Pero aunque el número de academias se ha reducido, el reclutamiento continúa.
“Aunque algunos clubes han alterado su presencia en Venezuela, la mayoría continúa viajando regularmente para reclutar”, dijo Michael Teevan, portavoz de la Major League Baseball. “Seguimos monitoreando la evolución del país para asesorar adecuadamente a los clubes y jugadores”.
Jon Daniels, el gerente general de los Texas Rangers, dijo que hubo un periodo de tiempo cuando, debido a una advertencia enviada a los equipos, no permitió que sus reclutadores viajaran a Venezuela y se basó en los expertos venezolanos.
DiPuglia dijo que solía visitar Venezuela cada mes pero ahora solo va pocas veces al año y confía en otros reclutadores. Raramente se aventura a salir lejos del hotel o del estadio.
En 2015, los Marineros de Seattle cerraron su academia. Construyeron nuevas instalaciones de 7 millones de dólares en República Dominicana y decidieron que era mejor trasladar a sus jugadores venezolanos a ese país para entrenar, dijo Jack Zduriencik, su gerente general en ese momento.
“Mucho de esto fue logística”, dijo. “Pero todo el mundo está al tanto de todo lo que ocurre en Venezuela”.
Los Tigers son uno de los equipos que mantienen sus operaciones en el país y tienen un contingente significativo de jugadores venezolanos. Ellos todavía tienen su academia y Al Avila, el gerente general del equipo, dijo que no presiona a sus jugadores para que eviten visitar el país durante la temporada baja.
“Dónde quieren vivir y qué tipo de seguridad quieren tener depende de ellos, es una situación personal”, dijo Avila.
El entrenador de primera base de los Tigers, Omar Vizquel, fue una estrella del campo corto en las Grandes Ligas y será el entrenador de la selección venezolana en el CMB. Vizquel dijo que se mantiene en contacto con Cabrera y Martínez, quienes juegan para los Tigers y tienen sus casas en Florida, y les hace recomendaciones sobre su seguridad cuando regresan a Venezuela.
“Todos hablamos de lo que puede suceder y compartimos las recomendaciones de seguridad”, dijo Vizquel, quien a menudo visita Caracas, su ciudad natal. “Entre nosotros los venezolanos, hay mucha experiencia compartida y hablamos de eso”.
Algunos jugadores han intentado aportar a la situación nacional. El otoño pasado, Carrasco recolectó suministros médicos —además de equipos escolares y de béisbol— para enviar a Venezuela. A Lobatón le encantaría volver a vivir en su país y organizar clínicas de béisbol para niños, como ha visto que hacen sus compañeros estadounidenses cuando regresan a sus ciudades en la temporada baja.
“Tengo fe, como todos los venezolanos, de que las cosas van a cambiar”, dijo.
Por ahora, los venezolanos participantes en el CMB tratarán de ganar ese campeonato para el país que aman, pese a la distancia.
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