Por Andrés Pascual.- Siempre me he preguntado por qué México, con equipos de grandes ligas, con jugadores buenos, algunos muy buenos y otros estrellas, lucen tan mal en competencias de bajo nivel, cuya composición es a base de amateurs, de profesionales de baja clasificación o, como los siervos de la tiranía castrista, de profesionales de estado. Incluso la impresión mexicana en los mal llamados clásicos, más que lastimosa, es avergonzante.
Sin embargo, desde hace varios años, el beisbol azteca es el que mejor juega (y gana), en la Serie del Caribe, un circuito de corta duración en el que, si las cosas no se hacen bien en el terreno de juego, el nombre rimbombante sobra.
¿Qué llevan los campeones mexicanos al evento regional que escasea en sus selecciones? En primer lugar, la preparación, porque los ganadores de los premios invernales no salen de un “resort vacacional” a enfundarse en una franela y tratar de hacer las cosas, sino que salen del terreno casero a seguir jugando en otro de fuerzas niveladas.
A mi modo de ver, los equipos que representan a la patria de Beto Avila son los más equilibrados de este tipo de competencia, los más estables en su juego que, tal vez, sean los únicos posibles de confeccionarse allá de acuerdo con el sentido de la disciplina, de la responsabilidad y del amor por la camiseta, atributos exigidos no solo para triunfar, sino para lograr un desempeño decoroso si no se puede ganar.
En la exitosa relación manager-jugador de los clubes de la Liga del Pacífico, radica parte importante del tremendo desempeño en el terreno, a fin de cuentas, es la motivación y la seriedad que confluyen en el trabajo de equipo.
Casi todos los años la noticia es el artillero de Venezuela o de Republica Dominicana o el refuerzo de cualquiera de estas novenas que tanto “la ayudará a ganar…” mientras que, por lo general, los equipos fronterizos con el Norte, son mantenidos en un estado de duda informativa: nadie quiere hacerse responsable del pronostico que los favorezca para no verse demolido por la opinión ajena si no ganan; algo así como esperar porque “en esta sí se derrumban…”
Hoy mismo, los Yaquis de Ciudad Obregón le ganaron a los Indios de Mayagüez 2-0 con un soberbio trabajo del importado Randy Keisler, que fue respaldado por solo cinco hits, pero muy oportunos y una defensa impecable, sumado a eso, el eficiente trabajo de relevo, muy bien manejado por el manager.
Ayer cayeron en el inaugural 1-2 contra el Escogido en un juego que, para mí, debieron ganar; pero no siempre se puede con marcadores tan estrechos.
Por la forma como juegan año tras años los vencedores que representan a México en la Serie del Caribe, mejor ir pensando en incluirlos en el grupo de dos de grandes del circuito; aunque, se debería y no sería injusto, comenzar a hablar de la dinastía azteca del siglo XXI.
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