MIAMI -- Vuelvo sobre el tema de la epidemia de lesiones que azotan a los lanzadores de Grandes Ligas y de la operación Tommy John prácticamente como única opción para solucionar los problemas del codo.
Un estudio realizado en el 2013 arrojó que el 25 por ciento de los lanzadores de las Mayores y el 15 por ciento en las Menores fueron sometidos al procedimiento quirúrgico.
Y estas cifras sólo se refieren a los serpentineros que regresaron después de la cirugía. En el estudio no se incluyen aquellos pitchers que nunca más pudieron volver a lanzar una pelota.
A raíz de la lesión del derecho cubano José Fernández, de los Marlins de Miami, el entrenador Orlando Chinea, quien lo formó como lanzador desde su llegada de Cuba en el 2008, pidió un voto de confianza y aseguró que rehabilitaría a su pupilo en un lapso de seis a ocho semanas, sin necesidad de pasar por el quirófano.
Algunos colegas, en un alarde de superficialidad, prefirieron burlarse de la propuesta de Chinea, hasta el extremo de catalogarlo de curandero, sin analizar a fondo la opción, ni revisar los antecedentes profesionales del preparador, radicado en Tampa.
Pero resulta que el currículum del entrenador incluyen años de trabajo en Japón, donde, curiosamente, los pitchers no sufren de la epidemia de lesiones en los codos que terminan en Tommy John.
Desde que el doctor Frank Jobe ideó la técnica para salvarle el brazo precisamente al zurdo Tommy John en 1974, más dos centenares de serpentineros pasaron por los salones de operaciones para reparar codos dañados, incluido, por ejemplo, Jarrod Parker, de los Atléticos de Oakland, quien ya lleva dos visitas al quirófano.
Desde que Masaharu Mitsui se sometió a la operación en 1979 y se convirtió en el primero en hacerlo en Japón, apenas 33 lanzadores, de ellos cuatro extranjeros, han pasado por el complicado procedimiento, que lleva entre 12 y 18 meses de recuperación, la cual no está 100 por ciento garantizada.
En 35 años sólo 33 operaciones Tommy John, a menos de una por temporada como promedio, hablan a las claras de cuán diferentes se hacen las cosas en Japón y en Estados Unidos.
Evidentemente, los japoneses encontraron métodos de rehabilitación alternativos y sólo acuden al bisturí en casos extremos.
Quizás haya que dejar a un lado la prepotencia y aceptar que, aunque en las Grandes Ligas se juega el mejor béisbol del mundo, no todas las cosas a su alrededor tienen que ser por ende perfectas.
Chinea afirmaba que por la edad de Fernández, sus células tienen la capacidad de regenerarse mejor, sin necesidad de llegar al salón de operaciones.
Los equipos nipones tienen rotaciones de seis abridores, en lugar de cinco, como en las Grandes Ligas, al tiempo que no tienen un control tan estricto de la cantidad de pitcheos por apertura.
Quizás ahí esté el quid de la cosa: menos aperturas por campaña, aunque no haya límite en el esfuerzo de cada salida.
Es cierto que en la mayoría de los equipos, el quinto abridor es un pitcher de menor categoría y son muy pocas las novenas que pueden darse el lujo de tener una rotación robusta en cada uno de sus puestos.
Así que imagínense buscar un sexto abridor para cada uno de los 30 equipos. Por razones obvias, aquí saldrían ganando los bateadores.
Pero algo hay que hacer y debería comenzar por revisarse el método de preparación física de los serpentineros, que antes no se lesionaban con esta frecuencia.
El comisionado Bud Selig reconoció esta semana que cada mañana abre con miedo el periódico en su casa, pues teme encontrarse siempre con la noticia de una nueva lesión.
Mensaje al señor Selig: deje el miedo a un lado y tome acciones, que para eso le pagan... y mucho.
Jorge Morejón
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