Juan A. Martínez de Osaba y Goenaga
No está en la galería eterna de los grandes del béisbol cubano, ni siquiera dejó récords para la historia, pero es imposible escribir el andar del béisbol vueltabajero sin su nombre, porque fue una de esas semillas que germinan hacia la eternidad, insertadas en el corazón de centenares de jugadores y miles de aficionados. Todo en él fue creación, así lo recordaremos.
Marcos Páez Hernández, o sencillamente El Prieto, había nacido el 25 de abril de 1930, en San Cayetano, municipio de Viñales, provincia de Pinar del Río y falleció en esta última localidad, el 17 de diciembre de 2013. Fue un destacado lanzador derecho desde fines de la década del cuarenta del siglo XX, hasta los primeros años sesentas. Tuvo en la inteligencia su mejor arma y en los rompimientos.
En sus comienzos había defendido el cuadro y los jardines, pues no era un mal bateador, pero su obra definitiva la hizo desde el box y, años después, formando jugadores. Apenas un niño engrosó las filas del San Cayetano en
Posteriormente, ya en la década del cincuenta, jugó en el poderoso equipo Verdugos de Mencho Vega, en Santa Lucía, un poblado costero del municipio Minas de Matahambre, donde elevaría su figura a los más altos planos de la pelota autorizada a jugar los negros; posteriormente dirigió ese equipo. Con ellos, que resultarían campeones en 1960 en la zona Occidental de
Con más de tres décadas de existencia, fue fundador de las Series Nacionales en 1962, con los Occidentales campeones a las órdenes del otrora estelar receptor Fermín Guerra, con una efímera actuación de relevista en 3 innings, y 4 carreras limpias permitidas, para una efectividad de 12,00. Allí estaría, entre otros, junto a vueltabajeros como José Joe Pedroso, recientemente fallecido, y Fidel Linares.
Prieto Páez estuvo por más de dos décadas como entrenador en los equipos vueltabajeros, a las órdenes del Gallego Salgado, Francisco Martínez de Osaba (Catibo), José Miguel Pineda, Lacho Rivero, Jorge Fuentes, y otros destacados directores. En varias ediciones se proclamaría campeón.
Es una figura legendaria de las bolas y los strikes. Contaba con orgullo cómo dominaba con facilidad al slugger minero, René Melo, no así a Tomás Nené Martínez. Al Prieto lo caracterizó una voluntad de acero. Ya veterano, se le veía ir y venir de Viñales, donde vivía cerca del estadio, cargado de mercancías, sin chistar.
Los incómodos viajes en ómnibus antiguos, los soportaba con estoicismo espartano, teniendo como émulo en el sacrificio a José Joaquín Pando. No estudió béisbol, porque nació con ese deporte en las venas. Nadie pudo quejarse de su buen oficio y el carácter bendito que le acercaba a las amistades. Era envidiable su disposición para la faena, a cualquier hora y en cualquier circunstancia. Su muerte es una dura pérdida para el quehacer beisbolero de Pinar del Río.
¡Gloria eterna al Prieto Páez!
Juan A. Martínez de Osaba y Goenaga.
17 de diciembre de 2013.
(Con documentación de Juan Antonio Camejo, Juan A. Martínez de Osaba y Goenaga, Roberto Llende, Francisco José Martínez de Osaba Goenaga, Ismael Salgado, Andrés Pascual, Felipe Álvarez, y otras fuentes).
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