Por Andrés Pascual
¿Por qué esas inversiones monstruosas en
los jugadores mercenarios producen tanta angustia y decepción con frecuencia
rutinaria?
¿Es espejismo o realidad considerar la
explosión de la chequera de los clubes que pagan tanto por tanto tiempo, como
un cheque al portador directo a la postemporada?
Sí y no, porque, el trabajo conseguido a
largo plazo, genera la predisposición a no jugar como se supone que lo haga una
figura de gran cartel, que firma, además, por montañas de dólares que no se ha
ganado honestamente; es decir, al agente libre le están pagando por lo que
creen que hará en 5, 7, 10 años, por lo general, poco comparado con lo que le
pagan.
Esas firmas a largo plazo son un riesgo,
un robo y una falta de respeto con total autorización de la víctima, que no es
el dueño, sino el público.
Sin embargo, como consecuencia de la
llegada de un “monstruo” a un club, que puede frustrar a cualquiera desde la
primera vez al bate o desde el primer lanzamiento al home que efectúe, muchas
veces se ha beneficiado un pelotero subestimado, que esperaba su oportunidad
para lucir su clase con el juego diario cuando lo envíen como “contra”, para
completar la operación, a otro equipo que le dará oportunidad de juego diario y,
el caso Omar Vizquel, un inmortal indudable, es un ejemplo magnífico.
En los cambios para la campaña del 2013
los cubanos Adeiny Hechavarría (en la foto) y Yunel
Escobar resultaron beneficiados: el primero, porque pudiera recibir la
encomienda del short stop regular con los Marlins; el segundo, porque, al no
retenerlo los surfloridanos, tiene la oportunidad de actuar para un team con
posibilidades de ser contendiente.
Otro que debería estar celebrando el
cambio de club es Kendry Morales, que le atrasó el desarrollo como artillero de
números impresionantes la lesión que puso en peligro su carrera. En Seattle, el
ambidextro cubano pude recuperar el valor que sus condiciones tienen; además,
se aleja del radio de impacto negativo que podría ocurrir en Anaheim si, como creo, Al Pujols
continúa por 4to año consecutivo su baja escalonada con números cada vez peores
al anterior.
Una vez los Marlins cambiaron a Trevor
Hoffman al San Diego y le abrieron las puertas de Cooperstown, con Johan
Santana sucedió igual que con Escobar, porque fue enviado al Houston sin ver la
Ciudad del Sol.
Pero no son los Marlins los únicos que
sacrifican talento, más que superestelar, de vergüenza y pundonor, ha sucedido
con varios clubes durante esta era de la agencia libre.
En lo individual, después de ratificarse
como el peor fracaso de la historia Alex Rodríguez con los Yankees, nadie
decepcionó tanto, nadie hizo más robado el dinero que le regalaron que Al
Pujols.
Hay que ver si, para esta temporada, se
le da vuelta al monigote o se afina el público para la chifladura rutinaria.
Adeiny Hechavarria
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