Una tormenta en un vaso de agua. Así me parece el caso del pelotero cubano de los Azulejos de Toronto, Yunel Escobar.
Un mensaje escrito en las bandas adhesivas que los peloteros se colocan en los pómulos, debajo de los ojos y que nadie sabe a quién iba dirigido, fue considerado homofóbico por los jerarcas de las Grandes Ligas, que buscan ser políticamente correctos.
Lo de Escobar, más que homofóbico, fue estúpido. Fue desconocer en qué aguas se nada y que cualquier cosa que se diga o se haga puede levantar protestas de cualquier organización defensora de los derechos civiles.
"TU ERE MA...CON". Para colmo, escrito con una ortografía que bien merece la sanción de los defensores de la lengua española. Eres, Yunel, se escribe eres, no ere.
Pero antes de tomar la medida, las Grandes Ligas debieron investigar mejor la cultura latina, donde la palabreja en cuestión no siempre tiene una connotación ofensiva.
En Cuba, de donde viene Escobar, no es ofensivo decirle "negro" o "blanco" a alguien. Es normal y no encierra ningún odio racial.
Allá, las acciones, más que las palabras, son las que se toman como ofensivas. No justifico lo que hizo, pero tampoco me parece que merezca semejante alharaca.
No es la primera vez que el cubano se ve envuelto en polémicas.
En los Bravos de Atlanta , equipo con que debutó en Grandes Ligas en el 2007, le criticaron su actitud apática, tanto dentro como fuera del terreno, que restó mérito a su innegable talento y terminó afectando su rendimiento.
Tan lejos llegó en su mala vibra, que los Bravos le soltaron el paquete a los Azulejos en el 2010.
Ahora enfrenta un castigo por tres juegos sin salario y en dinero que dejará de ganar será donado a organizaciones que combaten la difamación contra gays y lesbianas.
Según el propio jugador, todo se trató de una broma y aseguró no tener nada en contra de los homosexuales, en tanto pidió disculpas si ofendió a alguien.
Salió bien, pues hubo incluso quien pidió a la franquicia de Toronto que lo despidieran y ningún otro equipo le diera trabajo nunca más.
Ahora que asuma las consecuencias por su acto tonto, pero sobre todo, por agresión a la memoria de Miguel de Cervantes.
De todos modos, entiendo que las Grandes Ligas deben tomar medidas para impedir cualquier acción que pueda considerarse discriminatoria contra cualquier grupo social o étnico.
Le toca ahora a Escobar sacar las enseñanzas de este incidente, quizás magnificado por algunos medios, que bien pudieron descarrilar un privilegio del que goza: ganar dinero por jugar a la pelota. ¿Cuántos no se morirían por haber tenido esa suerte?
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