Cooperstown es un destino con el todos sueñan. Nosotros, los mortales, podemos llegar sin desvíos guiados por el satélite, pero para quienes son albergados en la galería del Salón de la Fama, es un poco más difícil. Deben ser los mejores entre los mejores por mucho tiempo. Deben tener números y hazañas superiores, actuaciones especiales y aportes indiscutibles al beisbol en el terreno, delante de un micrófono o desde una oficina.
Es un pueblo bellísimo, no es un "lugar común", es realmente bonito, tranquilo y apacible. Tiene un lago que parece una pintura iy al rededor, por esta época, todo está muy verde y florido. Parece que estamos atrapados en una hermosa postal.
Además de beisbol, el pueblo también alberga el Museo y Salón de la Fama de los Granjeros, un lugar interesante que rescata la historia de quienes dedican su vida al campo.
Los letreros que poco después de salir de Manhattan anuncian la posibilidad de encontrarse con venados, finalmente cobra sentido cuando vemos una pareja pastando en un jardín.
En la calle principal está la hermosa casa que sirve de sede al "Museo y Salón de la Fama del Beisbol". Para disfrutarlo en detalle, es necesario disponer de por lo menos de 4 horas para recorrer cada sala, ver sus videos, vitrinas, biblioteca, librería, tienda y por supuesto, el magno espacio que contiene las placas de los hombres inmortales.
Es aconsejable empezar por el teatrino, las funciones inician cada hora, así que usted puede calcular el tiempo y dedicarse a la sala que muestra la historia, el "mito" del general Abner Doubleday y que justifica que Cooperstown haya sido el sitio escogido para edificar ese lugar increíble.
Mi consejo es que lleven, al menos, un pañuelo, la puesta y las imágenes visuales y sonoras pueden emocionar hasta las lágrimas. Varias atrapadas con manufactura criolla aparecen en el magnifico collage que recuerda umomentos espectaculares. Están Omar Vizquel, Endy Chávez, Johán Santana, Félix Hernández, Car-Go y el anfitrión, Luis Aparicio.
Después de llenar la mente de momentos inolvidables, seguimos sala por sala, conociendo más de Babe Ruth, las Ligas Negras o Jackie Robinson, encontraremos uniformes y objetos del beisbol femenino, fotografías y reliquias impactantes, como la famosa media manchada de sangre que usó Curt Schilling en el Play of de 2004, cuando los Medias Rojas acabaron con la "maldición del Bambino".
Una nueva sala "Viva beisbol", se dedica al beisbol caribeño, sus ligas, figuras y equipos emblemáticos. Por Venezuela se exhibe una camisa de los Navegantes del Magallanes, un par de gorras de los Leones del Caracas y un libro del médico cardiólogo Daniel Gutiérrez que da cuenta de la ancestral rivalidad de nuestro beisbol.
Hay objetos de Alfonso Carrasquel, el primer latino en un Juego de Estrellas y de su tío Alejandro, "el Patón", el hombre que inauguró nuestra historia en las Mayores. Un video donde Francisco Rodríguez habla de cómo llegó tan lejos y lo que significó para él Graciano Ravelo y aunque uno conoce la historia, otra vez hay que recurrir al pañuelo. También se proyecta un testimonio de Maglio Ordóñez y otra producción narrada por el ecuatoriano Jaime Jarrín, miembro del Salón de la Fama. Usted reconocerá a Felo Ramírez y es probable que sienta de nuevo rabia cuando se tope con los zapatos que Armando Galarraga llevaba puestos cuando Jim Joyce le arrebató el Juego Perfecto.
En muchas gráficas verá a Pete Rose y al "Descalzo" Joe Jackson, extraordinarios bateadores que fueron expulsados por apostar, pero a quienes no es posible excluir de la historia.
Otro espacio se dedica al cine, ahí usted se dará cuenta de que prácticamente no ha visto nada. No se pierda la rutina de "Quien está en primera" de Abbot y Costello, un clásico que siempre hace reír.
También las artes plásticas, óleos y esculturas alucinantes tienen un lugar en el templo del beisbol. En la tienda de la librería conseguimos afiches que reproducen los hermosos cuadros de la galería, películas, fotografías, postales, música, libros de cuentos, novelas, biografías y documentales.
Entonces ya estamos listos para entrar en el Salón de la Fama, el sagrado recinto donde habitan los inmortales del juego. En las paredes de madera están las placas de todos los promovidos desde 1939 porque jugaron un gran beisbol, fueron magníficos y respetables umpires o ejecutivos arriesgados, como Branch Rickie el hombre que cambió la historia del beisbol cuando decidió derribar la barrera del racismo contando con Jackie Robinson.
Dos esculturas tamaño real de Ted Williams y Babe Ruth, bates en mano, fungen de guardianes del mítico espacio, sólo se escuchan los pasos de otros visitantes, es sobre cogedor, sagrado para quienes vemos el beisbol como un hecho religioso.
Entonces, por si fuera poco, en la pared de la Clase de 1984 está el nuestro, don Luis Ernesto Aparicio Montiel, de Maracaibo, Venezuela, el campocorto que rescató el robo de base y ganó 9 Guantes de Oro entre otros logros que lo hicieron merecedor de un lugar en aquel espacio de hombres inmensos.
Es emocionante ir encontrándose a los jugadores que vimos de niños y no tanto y que ahora están ahí, como Cal Yastrzemski o Jim Palmer, Mike Schmitd o Rod Carew, Phil Niekro y Roberto Alomar, George Brett y Nolan Ryan …
El Salón de la Fama fue remodelado a la espera de los próximos inquilinos y se nos hace imposible no soñar, mirando aquellas lustrosas paredes de madera, con la cálida tarde de verano en la que volveremos, acompañando a Omar Vizquel…
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