Por Andrés Pascual
Bueno, en realidad fritos, lo que se dice muy inferiores a ediciones capaces de provocar verdadera nostalgia, están desde 1965, sobre todo porque no han tenido la vergüenza deportiva que los haga convalidar la hazaña que los convirtió en, quizás, el 75 % de la historia del beisbol de Grandes Ligas. Por supuesto, responsabilidad absoluta, o ¿Debería decir "irresponsabilidad"? de las oficinas. Ya los Yanquis no son los Yanquis desde hace rato, sino otro club de alternativas, cuya marca registrada de los últimos 40 años han sido la controversia o el escándalo, a veces; otras, porque el impacto por el derroche de dinero, injustificado y poco resultante en el terreno más de una vez, ha superado a la critica favorable de acuerdo a sus posibilidades. Hace más de 15 años que Jim Palmer, que lanzó durante toda su carrera con el Baltimore, después de varios retirado, anunció que "regresaba" y hasta tuvo su oportunidad en la primavera, para esa época, el hombre llevaba algún tiempo como inquilino de Cooperstown y anunciaba calzoncillos "sexy". No pudo porque el Creador puso "su mano" al hacer del intento un soberano fracaso, granito de arena como contribución divina, aunque inútil, a la salvación de un deporte que parece destinado a desaparecer como pasatiempo no solo primero, sino de importancia relativa…cuestión de tiempo. Bueno, ahora regresó de las vacaciones, que parece que fue lo que se tomó Andy Pettitte, al club del Bronx. Un contrato de Liga Menor, la invitación al campo de entrenamiento y 2.5 millones por "la gracia" ha sido, hasta ahora, el ruido mediático; además de una insólita y desconocida "virtud como vidente" de Derek Jeter, que acaba de declarar "intuí que volvía…" solo le faltó "se los dije", como premonición cumplida de alcance convincente. Si este tipo de cosas no se han constituido en vicios cuya parada final es la ruina del juego, entonces todas las razones con que han justificado la caída del Imperio Romano son, más que irracionales, mentirosas; a fin de cuentas, fue la decadencia, tanto ayer con Roma como hoy con el beisbol y con toda la sociedad, la causa de la hecatombe. He leído a un cronista referirse a la consumación del regreso de Pettitte, tras su fraudulento retiro-vacaciones de dos años, como capaz de inundar el clubhouse de entrenamiento de los Yanquis con "mares nostálgicos" que, por lo general, solo se justifican cuando la miseria presente se impone y el recuerdo inalcanzable de días gloriosos es la única almohada posible donde recostar las penas y las angustias. Para colmo, este jugador no puede evocar ninguna etapa de grandeza del club, porque es miembro convicto de la era más desprestigiada y delincuente no solo de la franquicia, sino de las Grandes Ligas, pero así están los tiempos. Si el serpentinero zurdo ha sido capaz de elevar el nivel de esa mezcla de tristeza y melancolía que es la nostalgia, los ex Bombarderos están liquidados. Sencillamente, desde hace rato, como que están viviendo de la historia.
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