Por Andrés Pascual
En 1999 escribí un comentario sobre la Serie del Caribe que titulé: "Nubes negras en el horizonte…"; en el 2001 volví a la carga con "Ese evento se está muriendo…", cuando ocurrió el incidente de Vladimir Guerrero con el público de Venezuela, influencia total de la irresponsable, criminal y bárbara filosofía de los irremediables enfermos fanáticos del balompié, redacté otro cuyo título fue "A quién le interesa esta competencia", todos en el Diario las Américas.
Cuando, un año y medio antes y basado en el promedio de entrada a los estadios de Puerto Rico, además de la avidez de jugadores activos o ex por comprar aquellos clubes, decidí comentar sobre esa liga renacida de sus cenizas esta campaña que pasó, escribí "Ni el Médico Chino salva ni a Puerto Rico ni a la Serie del Caribe"; en la Isla del Encanto se produjo un robo de público por el baloncesto, al estilo cubano con el balompié, que hoy solo puede llenar en el Cerro, mientras se juega con ausencia preocupante de público en el interior; sí, en la patria de de Miñoso, los estadios de fútbol están a reventar y el fanático conoce más de este deporte que de beisbol.
Claro, el caso de Borinquen tiene como justificación que sus peloteros son sometidos al sorteo colegial americano, entonces ya no hay la cantidad de jugadores de hace solo 15 ó 20 años y esto aleja al fanático del estadio…los otros son los problemas propios de toda la región, que golpean duro y bien a la competencia de 61 años de existencia conocida como Serie del Caribe.
A esta nuevas oficinas de la Confederación no las respeta el Beisbol Organizado, digan lo que digan; o, ¿Cuántas veces se ha visto a Bud Selig en palcos de uno de estos torneos desde que se apropió, como un gobierno de facto y con intrínseco interés de grupo, del cargo de Comisionado del Beisbol? Durante la era conocida como primera etapa del evento, era frecuente observar la foto en el país que sirviera de anfitrión ese año, no solo del Comisionado, sino del Presidente de los Circuitos Menores y otras personalidades del beisbol de la época. Tal vez la definición que deba utilizar para separar bien una era de otra, para diferenciar con justicia unos "oficiales" de otros, deba ser "distancia y categoría…".
El área está saturada de beisbol, sin dudas que el gran aparato creado para entretener, la televisión, conspira contra la entrada a los estadios, porque todos los países pueden disfrutar de las Grandes Ligas por esa vía y son 6 meses y, en el invierno, la transmisión televisiva también es enemiga de la asistencia al terreno. Pero no hay iniciativas, ideas nuevas que refresquen el ambiente y calienten el espíritu competitivo del evento, por lo que al este campeonato solo le falta el epitafio.
Como que ya, por la espiral salarial de las Mayores este asunto es un relajo y una tomadura de pelo, pues ningún jugador de estos tiempos, con etiqueta de liga grande, necesita trabajar en "tiempo muerto" ni quiere jugar en su país ni, mucho menos, en la Serie del Caribe si gana su equipo; o reforzar a otro que ganara y se lo pidiera, caso de que vea la acción limitada y esporádica de estos tiempos.
La época de Roberto Clemente en las Series del Caribe por Puerto Rico; de Héctor López por Panamá; o Camilo Pascual por Cuba; así como de los tremendísimos refuerzos americanos como Willie Mays, Jim Bunning, Rocky Nelson, Norman Cash, o John Roseboro pasaron a mejor vida: eran estrellas nuestras en las Mayores, incluso los importados que, año tras año, se les disfrutaba por su público natural y, al final, estaban allí, en el país que organizara la Serie del Caribe, como miembro del róster histórico de su club, o en calidad de refuerzo. Este acontecimiento se mantuvo en forma hasta 1989, después ha tenido destellos de su grandeza histórica como cuando se enfrentaron los todos estrellas de dominicanos y boricuas, por una circunstancia de hálito nacionalista, a mediados de los 90's.
¿Tendrá salvación la Serie del Caribe? La respuesta pudiera ser dudosa, pero hay una circunstancia que la perfila pesimista: el sr. Puello, flamante mandamás solo interesado en quién sabe qué, incapaz de demostrar ni la capacidad ni la intención de representar su cargo, como Dios manda, dentro de la Confederación, acaba de afirmar que hay que despedirse del jugador de grandes ligas y, ahí mismo, le echó el célebre cubo de agua fría a todo el mundo al decir que Cuba puede entrar cuando quiera al evento y que la competencia tiene que jugar "nuestro beisbol clase A".
Gracias a un presidente como este se agravó ese cáncer, por lo poco reconocido como personalidad que es; por incapaz de reflejar la presteza que hombres inteligentes, respetuosos y respetables, hace 61 años, emplearon al crear el torneo y porque, aparentemente, desoye a los que, con buenas ideas y mejor intención, tratan de hacer algo hoy. A fin de cuentas, con sus últimas declaraciones, parece que Puello tiró la toalla…no puede verse de otra forma.
Pie de grabado: Puello no es ni la chancleta de "los padrecitos fundadores"
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