Por Andrés Pascual
Todo lo que los Marlins puedan hacer para la venidera temporada, está en las manos de Ossie Guillen: los jugadores de disciplina probada, como Gaby Sánchez o Logan Morrison; o los considerables en el rango de "mala influencia", como Hanley Ramírez o José Reyes.
Se ha filtrado que Ramírez no quiere jugar en el campocorto y, si es verdad, pues la situación es complicada para poder dirigirlo, entonces lo mejor pudera ser cambiarlo de equipo, a fin de cuentas, se sometió a una intervención quirúrgica en un hombro y está por verse si afecta su rendimiento.
De los recién llegados Bell, el cerrador, fue una gran movida en el mercado; pero es el zurdo Mark Buehrle el que trae un impresionante comportamiento a través de sus 12 años como liga grande: 10 campañas consecutivas con más de 200 entradas trabajadas en una era en que los pitchers viven en la lista de lesionados; además, sus 161 victorias y su promedio de carreras limpias inferior a 3.70, le hacen un contribuyente poderoso a la causa del club que estrenará estadio, nombre y uniformes a partir de abril de la próxima temporada.
Como un club preparado para jugar el beisbol tradicional de velocidad en las bases, encabezados por Bonifacio, Reyes y, si no aparecen contratiempos y decide quedarse, Hanley, si el pitcheo se mantiene saludable y responde como se supone, comenzando por Johnson, los surfloridanos van a dar que hacer en su división, porque, lo que nadie debe dudar: con Guillen hay que jugar a matarse o el cuento se termina en la Liga Mexicana, en Triple A, en el banco o en otro club; eso, que no lo dude nadie.
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