Por Andrés Pascual
Deben ser muy pocos los clubes en los anales de las Grandes Ligas que hayan tenido un día tan malo en la asistencia del público como los Marlins hace menos de dos meses: alrededor de 300 fanáticos en las gradas para ver un equipo del Viejo Circuito no es para preocuparse como gerencia; sino para abochornarse como Organización.
Sin embargo, el próximo año cambian nombre e inauguran estadio con "team nuevo", según le escuche decir a un representante para el mercado hispano de un club que no lo es ni aunque le pongan Venezuela.
Esto de la baja concurrencia al beisbol no es noticia ni para el Caribe: en 1954, el editor y cronista deportivo del Diario la Marina de La Habana, Eladio Secades, se hacía eco de un survey entre fanáticos llevado a cabo por el periódico El Imparcial de Puerto Rico, buscando solucionar lo que, en aquella época, era un fenómeno preocupante.
¿Acaso perdía popularidad el pasatiempo cuando comenzaba Clemente y Víctor Pellot era el mejor prospecto de los Yanquis de Nueva York en Triple A? Ese año Rubén Gómez contribuyó a la victoria de los Gigantes de Nueva York, que concluyó cuando pisotearon la moral del staff "del siglo" de los Indios de Cleveland y el Caguas ganó la Serie del Caribe, ¿Entonces?
En aquella época no existía para el jugador boricua, de forma tan acentuada, la discrepancia con respecto al draft colegial como se justifica hoy; pero la Liga vio "una preocupante pérdida de interés…", discutible en los niveles del tiempo actual, cuando sí existe poco interés y, como en Cuba con el balompié impuesto; el beisbol cede terreno en la tierra de los Alomar, aunque de forma voluntaria, por el baloncesto.
Miami no es una ciudad que puede cuidar como merece la salud de una franquicia de Liga Grande, porque no es una plaza beisbolera de alto perfil; no es, digamos, Filadelfia, San Luis, Chicago, Los Angeles, Nueva York, Cincinnatti…que nunca ven amenazada la permanencia de sus equipos en sus estadios por circunstancias de asistencia.
Por veteranas, por tradicionales, esas ciudades le son fieles a sus clubes "en las buenas y en las malas" y, que conste, hay equipos con más malas que buenas; si no fuera así, hace rato que los Cubs estuvieran en la Luna.
En el Sur de la Florida han ocupado lugar equipos de todo tipo de beisbol, desde negros en los 30's, hasta dos en la Liga de la Florida durante los 50's. Pero también tuvieron a unos Marlins de Miami en la Liga Internacional Triple A de la era de los Cubans Sugar Kings que, ni con Satchel Paige en el box como atracción de taquilla lograban convencer a nadie de que podían para empeños superiores. Fue la época del boxeo en el Convention Center, del Gym de la calle 5ta en Miami Beach y de Cris y Anglo Dundee promoviendo y preparando atletas, con Hank Kaplan moviendo cielo y tierra con su capacidad organizativa sin igual y su sabiduría en niveles de leyenda como Sócrates de Fistiana.
Claro que hoy existe una población en la ciudad que es llamativa a efectos de su composición por países, algunos con el beisbol como deporte nacional; pero los precios y el crecimiento de una comunidad cubana que encaja más en el fanatismo balompédico, engaña; además, salvo en algunos lugares de Cuba, al cubano le gusta más hablar de pelota que ir al estadio y los precios son un divorcio absoluto con la intención de disfrutar el deporte "en el terreno" y está la televisión…
Aquí escapa a ese designio el beisbol colegial, que sí arrastra un tipo de público fiel por tradición, pero con el que no se puede copar el interés general como oferta de alto perfil que ofrezca dividendos más que aceptables, precisamente, por su status.
Para que los Marlins vean el estadio nuevo con concurrencias decentes sostenidas, no de abarrote, tienen que ganar con un club atractivo en el terreno y en esto la responsabilidad es totalmente de la gerencia que, en los últimos años, han actuado al revés de lo que se supone sea el objetivo supremo.
De nuevo con Eladio Secades: cuando Bobby Maduro creyó que engañaba a todo el mundo al venderle al Cincinnatti al Haitiano González, a Leonardo Cárdenas y a Borrego Alvarez, después de ganar la Pequeña Serie Mundial de 1959, y pregonar que "el próximo será mejor" (no pudo haber sido peor, pues la tiranía provocó el traslado a Jersey City), el maestro del diarismo deportivo cubano le ripostó con un comentario incisivo en su columna de Bohemia que tituló "Si ganan el público va, si no…", que se me ocurrió utilizar hoy porque, salvo ciertas diferencias, existen las aproximaciones entre los Reyes del Azúcar de hace 52 años con estos Agujas del Ese del Viejo Circuito que ratifican el carácter puramente mercantilista, a despecho del público, como el compromiso tal vez único y principal de ambas gerencias.
Secades siempre es un referente para el tiempo actual
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