En Japón el béisbol es una gran fiesta. Una fiesta, por demás civilizada, a la que acuden miles de fanáticos de todas las edades; jóvenes, ancianos, niños, adultos, incluyendo a familias enteras, en un ambiente de sano esparcimiento. Una fiesta que se inició con la introducción de ese deporte al país, hace ya casi 140 años, y que lleva 75 años desde que se comenzara a jugar a la pelota profesionalmente. La temporada actual está llegando a su fin por estos días y, como ocurre con otras ligas profesionales del mundo, los ánimos se exacerban y la competencia se pone más dura, con cada equipo en la búsqueda de asegurarse un lugar para la post-temporada. Las posiciones están muy cerradas y cada juego se juega con intensidad. El público que asiste a los estadios es también el gran protagonista y su aporte al equipo de casa puede resultar decisivo en el desenlace de muchos encuentros.
El equipo más emblemático de la región de Kansai es el de los Tigres de Hanshin. Representando al cinturón urbano que une las ciudades de Osaka y Kobe, los Tigres son una de las franquicias con más seguidores en el béisbol japonés. El término Hanshin no significa otra cosa que la combinación de los nombres de ambas ciudades, así que los felinos son queridos tanto en la orgullosa Osaka - segunda ciudad del Japón - como en la más pequeña, portuaria e internacional ciudad de Kobe, vecina de aquella. La rivalidad entre las regiones de Kansai y de Kanto - cuyo epicentro es la capital Tokio - ha estado presente por siglos. En el plano deportivo, esa rivalidad la exhiben y dirimen el equipo de los Gigantes de Yomiuri, proveniente de Tokio y el de los consentidos locales, los Tigres deHanshin. Desde tiempos antiguos, cuando el eje del poder político se movió del Oeste al Este; es decir desde que el asiento de los poderes gobernantes se desplazo a la orientalEdo (hoy la cosmopolita Tokio), la región occidental de Kansai, que incluye a las ciudades de Kyoto y Nara (capitales históricas) y a la antiguamente poderosa Osaka (antigua sede de despacho de importantes señores feudales), ha mantenido una fuerte rivalidad con la primera. De manera tal que un partido entre los Tigres de Hanshin y los Gigantes deYomiuri, es un pulso entre las regiones, un verdadero clásico, una suerte de Caracas-Magallanes de nuestro béisbol venezolano.
Lo que les quiero contar a mis lectores este domingo, es acerca de las "peculiaridades", esos detallitos curiosos, singulares y quizás únicos, que los fanáticos de este deporte podríamos encontrar y disfrutar al asistir a un partido del béisbol japonés. Es pues el relato de un fanático que comparte sus observaciones, para el disfrute tanto de los entendidos en la pelota como de los que solo pudieran tener curiosidad por conocer similitudes o diferencias entre la práctica de este deporte en Japón y el primer pasatiempo nacional de Venezuela. Empezaré por decirles que, por su gran colorido, es de por sí ya un espectáculo el contemplar el público en las gradas. Además de las camisetas con los colores de cada divisa, los asistentes despliegan grandes banderas las que son batidas al viento, a la usanza de los estadios de fútbol en Europa. Por supuesto, no podrían faltar los expendedores de bebidas y de comida que circulan por las graderías. Los fanáticos disfrutan también de llevar sus cajas de almuerzo - llamadas O Bento - o de comprar en el estadio toda clase de platillos, para disfrutar antes y durante el juego. En los estadios japoneses destacan las chicas que portando vistoso uniforme y un depósito a manera de morral gigante, le llevan al fanático la cerveza en sifón hasta su misma silla. Portan ellas consigo además los pasapalos o snacks que mejor combinan con la espumante bebida. Se consiguen refrescos, helados, chucherías, además de otras bebidas espirituosas. Pero para desilusión de algunos, no encontraremos ni chicharrones ni tostones. Continuaré con las barras y con los coros que se entonan durante cada partido. La barra de cada equipo ocupa un número importante de escaños en las tribunas del fondo - en los llamadosbleachers -, tanto por el lado izquierdo como por el lado derecho de los jardines. Las conforman decenas de jóvenes que siguen a sus equipos a cada estadio y el grupo se refuerza, en calidad de visitante, con hinchas locales del club que apoyan a su divisa cuando está en "la carretera".
Algo muy significativo es que mientras la barra del equipo que batea se esfuerza por levantar el ánimo de su team, la barra contraria escucha tranquila, en silencio, esperando que le toque su turno al cambiar el inning, para entonces entonar su versión del cántico a favor de su propio equipo. No hay lugar para la provocación o para la ofensa, para el exceso o la violencia entre las barras. Todo transcurre dentro del mejor espíritu deportivo, la civilidad y la decencia. Cuentan las barras con dos instrumentos principales, al menos con una trompeta y un tambor, además de las decenas de gargantas de sus entusiastas miembros. No descansarán durante todo el juego, sea que el equipo vaya ganando por 5 o perdiendo por la misma cantidad. En el turno de cada bateador, repetirán varias veces un pegajoso estribillo que, en el caso del equipo de la casa, será acompañado a manera de coro por los hinchas locales. El mismo canto en cada ocasión, pero también en cada ocasión incluirá el nombre del bateador de turno para animarlo a batear. Por ejemplo, si el bateador es de nombre Arai, el coro de los Tigres dirá algo así como: "batea duro Arai, batea fuerte Arai....arriba y ánimo Arai....". Y así cada vez que se pare un hombre en el plato. Y si se trata de estar en medio de un rally, entonces la emoción se hace mayor y todas las tribunas se unen al coro para ligar al bateador propio y presionar al pitcher contrario. Celebrarán cada una de las carreras, cada ponche, cada lanzamiento en strike, cada cuadrangular. Esto lo hacen saltando y mostrando banderolas o pendones. En el caso de los jugadores extranjeros más populares mostrarán incluso las enseñas nacionales de ese jugador. Así pues es, en el caso de la barra de los Gigantes de Yomiuri, es posible ver banderas de Venezuela, ondeando orgullosas, cuando el turno de bateo corresponde al tremendamente popular y exitoso jugador venezolano Alex Ramírez, toda una sensación en este béisbol.
Una curiosa diferencia con nuestro béisbol y también con el de las Grandes Ligas de los EEUU, es que los Umpires permiten que algunos jugadores calienten el brazo durante el partido. Y no se trata de un pitcher haciendo bull-pen. No, se trata de jugadores suplentes del banco que se ubican a un lado de su dog-out en forma paralela a la raya de foul, dehome a primera o de home a tercera, y allí calientan el brazo. Eso sí, lo hacen mientras la acción del juego esta suspendida, la pelota que usan la detienen cuando el lanzador está impulsándose al plato. La regla es hacerlo solo mientras la bola no está viva o en movimiento. Esto es algo que nunca he visto en ningún estadio, sólo aquí en Japón. Pero, cuando llega el séptimo de la suerte, aparece otra notoria y simpática diferencia. Los fanáticos no entonan canciones o cantan himnos patrióticos para el cierre de ese capítulo, como la hacen los norteamericanos. Durante la parte alta de la entrada, los seguidores locales inflan globos de múltiples colores. No los ligan ni los amarran en sus extremos, solo los aprietan para retener el aire. Los globos con el nombre o las insignias de su equipo pueden ser comprados en el estadio y casi nadie se queda sin inflar al menos uno. Cuando se va a iniciar la parte baja del séptimo, para desear suerte al equipo, después de seguir una rítmica melodía acompañada de un bailecito, cada fanático suelta su globo al aire para que se desinfle mientras sube y hace un fuerte silbido. Segundos después los globos caen como una lluvia multicolor, entre la euforia y celebración colectiva y la felicidad reinante, especialmente de los más pequeños.
Y al cierre del encuentro no puedo dejar pasar el detalle, muy ligado a la cultura japonesa, de que los peloteros del equipo vencedor saldrán de la cueva a hacer una fila sobre la raya de foul del lado correspondiente a su dog-out para - despojándose de sus gorras y con una venia - saludar al público que en su gran mayoría aún no se ha retirado de las gradas. Minutos más tarde, el héroe del partido será entrevistado en vivo, aún sobre el gramado y muy cerca del diamante, encima de una pequeña tarima improvisada al efecto, ante un público delirante que sin retirarse todavía del estadio le aplaudirá a rabiar, celebrando y terminando de descargar toda la emoción acumulada después de nueve intensas entradas. Cosas del béisbol, de la emoción del béisbol; que a pesar de las diferencias no le podían ser ajenas a la pelota en este lado de mundo.
izquierdomoreno@gmail.com
twitter: @nizquiermo
El equipo más emblemático de la región de Kansai es el de los Tigres de Hanshin. Representando al cinturón urbano que une las ciudades de Osaka y Kobe, los Tigres son una de las franquicias con más seguidores en el béisbol japonés. El término Hanshin no significa otra cosa que la combinación de los nombres de ambas ciudades, así que los felinos son queridos tanto en la orgullosa Osaka - segunda ciudad del Japón - como en la más pequeña, portuaria e internacional ciudad de Kobe, vecina de aquella. La rivalidad entre las regiones de Kansai y de Kanto - cuyo epicentro es la capital Tokio - ha estado presente por siglos. En el plano deportivo, esa rivalidad la exhiben y dirimen el equipo de los Gigantes de Yomiuri, proveniente de Tokio y el de los consentidos locales, los Tigres deHanshin. Desde tiempos antiguos, cuando el eje del poder político se movió del Oeste al Este; es decir desde que el asiento de los poderes gobernantes se desplazo a la orientalEdo (hoy la cosmopolita Tokio), la región occidental de Kansai, que incluye a las ciudades de Kyoto y Nara (capitales históricas) y a la antiguamente poderosa Osaka (antigua sede de despacho de importantes señores feudales), ha mantenido una fuerte rivalidad con la primera. De manera tal que un partido entre los Tigres de Hanshin y los Gigantes deYomiuri, es un pulso entre las regiones, un verdadero clásico, una suerte de Caracas-Magallanes de nuestro béisbol venezolano.
Lo que les quiero contar a mis lectores este domingo, es acerca de las "peculiaridades", esos detallitos curiosos, singulares y quizás únicos, que los fanáticos de este deporte podríamos encontrar y disfrutar al asistir a un partido del béisbol japonés. Es pues el relato de un fanático que comparte sus observaciones, para el disfrute tanto de los entendidos en la pelota como de los que solo pudieran tener curiosidad por conocer similitudes o diferencias entre la práctica de este deporte en Japón y el primer pasatiempo nacional de Venezuela. Empezaré por decirles que, por su gran colorido, es de por sí ya un espectáculo el contemplar el público en las gradas. Además de las camisetas con los colores de cada divisa, los asistentes despliegan grandes banderas las que son batidas al viento, a la usanza de los estadios de fútbol en Europa. Por supuesto, no podrían faltar los expendedores de bebidas y de comida que circulan por las graderías. Los fanáticos disfrutan también de llevar sus cajas de almuerzo - llamadas O Bento - o de comprar en el estadio toda clase de platillos, para disfrutar antes y durante el juego. En los estadios japoneses destacan las chicas que portando vistoso uniforme y un depósito a manera de morral gigante, le llevan al fanático la cerveza en sifón hasta su misma silla. Portan ellas consigo además los pasapalos o snacks que mejor combinan con la espumante bebida. Se consiguen refrescos, helados, chucherías, además de otras bebidas espirituosas. Pero para desilusión de algunos, no encontraremos ni chicharrones ni tostones. Continuaré con las barras y con los coros que se entonan durante cada partido. La barra de cada equipo ocupa un número importante de escaños en las tribunas del fondo - en los llamadosbleachers -, tanto por el lado izquierdo como por el lado derecho de los jardines. Las conforman decenas de jóvenes que siguen a sus equipos a cada estadio y el grupo se refuerza, en calidad de visitante, con hinchas locales del club que apoyan a su divisa cuando está en "la carretera".
Algo muy significativo es que mientras la barra del equipo que batea se esfuerza por levantar el ánimo de su team, la barra contraria escucha tranquila, en silencio, esperando que le toque su turno al cambiar el inning, para entonces entonar su versión del cántico a favor de su propio equipo. No hay lugar para la provocación o para la ofensa, para el exceso o la violencia entre las barras. Todo transcurre dentro del mejor espíritu deportivo, la civilidad y la decencia. Cuentan las barras con dos instrumentos principales, al menos con una trompeta y un tambor, además de las decenas de gargantas de sus entusiastas miembros. No descansarán durante todo el juego, sea que el equipo vaya ganando por 5 o perdiendo por la misma cantidad. En el turno de cada bateador, repetirán varias veces un pegajoso estribillo que, en el caso del equipo de la casa, será acompañado a manera de coro por los hinchas locales. El mismo canto en cada ocasión, pero también en cada ocasión incluirá el nombre del bateador de turno para animarlo a batear. Por ejemplo, si el bateador es de nombre Arai, el coro de los Tigres dirá algo así como: "batea duro Arai, batea fuerte Arai....arriba y ánimo Arai....". Y así cada vez que se pare un hombre en el plato. Y si se trata de estar en medio de un rally, entonces la emoción se hace mayor y todas las tribunas se unen al coro para ligar al bateador propio y presionar al pitcher contrario. Celebrarán cada una de las carreras, cada ponche, cada lanzamiento en strike, cada cuadrangular. Esto lo hacen saltando y mostrando banderolas o pendones. En el caso de los jugadores extranjeros más populares mostrarán incluso las enseñas nacionales de ese jugador. Así pues es, en el caso de la barra de los Gigantes de Yomiuri, es posible ver banderas de Venezuela, ondeando orgullosas, cuando el turno de bateo corresponde al tremendamente popular y exitoso jugador venezolano Alex Ramírez, toda una sensación en este béisbol.
Una curiosa diferencia con nuestro béisbol y también con el de las Grandes Ligas de los EEUU, es que los Umpires permiten que algunos jugadores calienten el brazo durante el partido. Y no se trata de un pitcher haciendo bull-pen. No, se trata de jugadores suplentes del banco que se ubican a un lado de su dog-out en forma paralela a la raya de foul, dehome a primera o de home a tercera, y allí calientan el brazo. Eso sí, lo hacen mientras la acción del juego esta suspendida, la pelota que usan la detienen cuando el lanzador está impulsándose al plato. La regla es hacerlo solo mientras la bola no está viva o en movimiento. Esto es algo que nunca he visto en ningún estadio, sólo aquí en Japón. Pero, cuando llega el séptimo de la suerte, aparece otra notoria y simpática diferencia. Los fanáticos no entonan canciones o cantan himnos patrióticos para el cierre de ese capítulo, como la hacen los norteamericanos. Durante la parte alta de la entrada, los seguidores locales inflan globos de múltiples colores. No los ligan ni los amarran en sus extremos, solo los aprietan para retener el aire. Los globos con el nombre o las insignias de su equipo pueden ser comprados en el estadio y casi nadie se queda sin inflar al menos uno. Cuando se va a iniciar la parte baja del séptimo, para desear suerte al equipo, después de seguir una rítmica melodía acompañada de un bailecito, cada fanático suelta su globo al aire para que se desinfle mientras sube y hace un fuerte silbido. Segundos después los globos caen como una lluvia multicolor, entre la euforia y celebración colectiva y la felicidad reinante, especialmente de los más pequeños.
Y al cierre del encuentro no puedo dejar pasar el detalle, muy ligado a la cultura japonesa, de que los peloteros del equipo vencedor saldrán de la cueva a hacer una fila sobre la raya de foul del lado correspondiente a su dog-out para - despojándose de sus gorras y con una venia - saludar al público que en su gran mayoría aún no se ha retirado de las gradas. Minutos más tarde, el héroe del partido será entrevistado en vivo, aún sobre el gramado y muy cerca del diamante, encima de una pequeña tarima improvisada al efecto, ante un público delirante que sin retirarse todavía del estadio le aplaudirá a rabiar, celebrando y terminando de descargar toda la emoción acumulada después de nueve intensas entradas. Cosas del béisbol, de la emoción del béisbol; que a pesar de las diferencias no le podían ser ajenas a la pelota en este lado de mundo.
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