Por Andrés Pascual
Lo místico se relaciona con lo esencialmente religioso, una de las dos corrientes de la poesía renacentistas; la otra, lo lírico: el místico Fray Luis de León, el del poema bello y sabio "Vida Retirada"
En su concepción más populachera, místico puede ser tener algo que lo haga interesante en carácter casi misterioso y hasta ocultista.
Mi hijo Sergio, que no ha visto jugadores de los Yanquis más allá de Jeter, Alex Rodríguez o Posada, pero que es un yanquista rabioso, visitó varias veces el demolido y original Yanqui Estadio y ha estado otras tantas en el nuevo y monumental que "el dinero de los Steinbrenner ayudó a construir".
Sin embargo, a pesar de que no lee sobre los Yanquis que "sí lo fueron de verdad" como le he sugerido, me dijo algo hace poco que me puso a pensar y dio origen a este trabajo: "…muy bonito, muy amplio, muy cómodo, pero le faltan los fantasmas…"
Es que hay una gran diferencia entre los dos parques: una visita al nuevo estadio no puede revivir la grandeza histórica del club más grande del deporte profesional americano; la sensación esotérica, el sueño con fantasmas agradables de la infancia, la juventud…concluyó por obra y gracia de la influencia del tiempo actual: "Aquí pudo haber estado parado Babe Ruth"; o "Tal vez por allá abordaron un taxi juntos Yogi, The Mick, Billy y Whitey…"
Esa mística, nostalgia de épocas, es lo que no se puede reasentar en la nueva casa de los Mulos de factura reciente; por lo que, desde el día de su inauguración, falta en el Bronx.
En Yanqui Estadio, porque solamente hubo uno, cobraban vida las hazañas de los jugadores inolvidables; allí escribieron una parte importante de la historia del beisbol Ruth, Gehrig, Lazzery, Dimaggio, Mantle, Lefty Gómez, Bill Dickey, Tommy Heinrich, Wayte Hoyt…el juego perfecto de Larsen fue allí y la atrapada de Amorós que ayudó al Brooklin a ganar la Serie Mundial de 1955 también.
¿Cuántos momentos inolvidables, verdaderamente estelares para el pasatiempo, encerraba ese castillo?
Tampoco habrá otro Robinson, otro Joe Louis, otro Marciano…que peleen en el nuevo parque. Con el boricua Miguel Coto y un estudiante para Rabí, Yuri Foreman, el intento por traer otra vez el boxeo al parque de pelota no es una celebración al "hijo pródigo", que se concibió en 1925 gracias a que el promotor Tex Rickert logró convencer al Coronel Jack Ruppert, entonces dueño de la gran franquicia, para presentar boxeo de primer nivel en la instalación; reeditar el acontecimiento exitoso de décadas pasadas en el nuevo complejo fue, más que un fracaso, una profanación.
El nuevo Yanqui Estadio tiene que hacer sus propios fantasmas; elaborar su mística y echar a girar su propia rueda de la historia, para lo que necesitan tanto tiempo como poco de vida nos queda a muchos para verlo.
La mística, los viejos y buenos fantasmas no se pueden trasladar de morada. Los Yanquis enterraron su historia en el viejo parque para siempre.
La nueva leyenda la iniciaron con el pie izquierdo, a través del capítulo negro de que su mejor jugador es convicto de uno de los delitos más bochornosos y peligrosos para el beisbol de todos los tiempos, los esteroides; de hecho, arrancaron mal y por la vía equivocada. Al nuevo estadio deberían cambiarle el nombre, ya no son los Yanquis…el mercantilismo mato la pasión y cualquier intento de sobrevivir al severo juicio de quien no perdona errores, la historia, será un fracaso.
Aquí se hizo la historia, se consiguió la mística grandiosa
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