BEISBOL 007: El beisbol, instrumento de la tirania antillana para dividir

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martes, 26 de julio de 2011

El beisbol, instrumento de la tirania antillana para dividir


El caso cubano es especial: una tiranía que le corroe el tuétano a la nacionalidad, que ha sido capaz de dividir el país, con toda intención, a efectos de obstaculizar la unidad necesaria para combatirla…
¿Elementos que utiliza? Todos…Por eso, porque Cuba es un país sin un ripio de libertades ni de soberanía individual, es por lo que no le aplica el gastado concepto de separación de lo político de lo deportivo, bueno y efectivo en las sociedades libres, en las cuales el factor mediático nunca se haya visto censurado, de forma tan bestial, como en la sociedad cubana durante medio siglo; si no, piense en esto: el castrismo no habla de sus abusos ni de los problemas que han ocasionado la decadencia del, una vez, deporte nacional en la Isla a extremos ridículos; entonces, ¿Debe permanecer indefensa la pelota cubana, los peloteros cubanos, porque simpatizantes del sistema, bien encubiertos como desafectos, quieran oír o leer otra cosa? No, el que quiera que no se mezcle lo político con lo deportivo, en una versión muy libre de adaptación, que lea el exiguo, famélico y mentiroso ariete contra la verdad, el Granma, o el Nuevo Herald.
El beisbol cubano y la parte que lo merece de esa población que sufre y espera, necesita voces favorables como ataques a la tiranía desde todos los frentes, gústele o no a quien sea. Aquí, por ser un país de amplio concepto de la libertad, las opciones sobran; entonces, cuando le moleste el ataque a Castro, que se supone que le sacó del país por razones válidas, si es que existen, pase la página y diríjase a otro tema y a otro autor. Es solo una sugerencia.
Los administradores y dueños de la Liga Cubana, con intención o sin ella, nunca contribuyeron a la división de la sociedad desviando hacia una guerra regional el fanatismo por provincias: los clubes de aquellos torneos se confeccionaban, cada uno de ellos, con peloteros de todas las provincias mezclados.
Castro llegó al país para destruirlo y cambiarle hasta la forma de caminar al cubano en virtud de intereses muy ajenos al normal funcionamiento de la relaciones fraternales: como elemento de importancia capital para sus intereses de permanecer, por siempre jamás, como dueño hasta del aire que se respira, fomentó la división más absoluta entre los cubanos, punto de partida en la forma como se ha podido someter al esclavismo a toda la población y crear la duda y la desconfianza entre los individuos, arma de contención, de la obligatoria unidad organizada para combatirlo.
Mientras más tiempo pasa y más se conoce sobre las interioridades del castrocomunismo, menos espacio le queda a la especulación y, cualquier juicio, por descabellado que hubiera sido, emerge como una verdad contundente: el experimento ha sido terrible, más en lo moral que en lo material; todo se ha hecho con la mala voluntad de estos hunos de no tan reciente edición a estas alturas que, al revés de los verdaderos, no voltearon la espalda ante la civilización romana, acaso sobrecogidos por la diferencia cultural convertida en abismo infranqueable; no, estos se quedaron a pisotear con sus patas asquerosas y a destruir con sus garras cochinas a una nación que merecía mucho más que lo que el destino le colocó en su camino.
El formato de Series Nacionales tiene que haber sido elucubrado dentro de los cánones del diseño de la división de la sociedad cubana, por especialistas del aparato político y de la seguridad del estado castristas. No hay otra forma de verlo; porque ha disparado en espiral y en niveles nunca sospechados en Cuba, un odio brutal entre el oriente y el occidente del país…
La guerra fratricida de sentimientos y palabras entre habaneros y orientales es uno de los crímenes del castrismo a su favor, con apoyo absoluto en el juego de pelota: orientales y habaneros aparentan dos naciones en guerra a muerte por circunstancias de nivel radical-extremista. La pelota, con la representación de cada provincia en las series de Castro, es un teatro de enfrentamientos que escapa del terreno de juego y se proyecta sobre la población en su totalidad.
Al tirano no le interesa la pelota; pero odia tanto a La Habana como a Oriente con un tipo especial de odio que abarca a la República.
La Habana y Oriente son dos provincias de tanta importancia histórica en la lucha por la libertad de Cuba, que no pueden considerarse enemigas entre sí; porque este enfrentamiento se alimenta diariamente desde hace 50 años, se ha complicado la lucha y la posibilidad de alcanzarla.
Industriales, Serranos, Vegueros, Santiago, Ciego de Avila…han sido, a través del beisbol y como parte de una estructura ideada para liquidar la unión necesaria, laboratorios ideológicos devenidos pruebas contundentes de hasta dónde puede llegar una dictadura experimentando con el odio impuesto; a fin de cuentas, esos equipos de pelota fueron, son y serán el elemento ambivalente que, de una parte, con febril fanatismo, se sigue por una población a la que le queda muy poco espacio de juicio propio.
De la otra, representan un arma más del castrocomunismo contra la posibilidad de que el cubano, en medio de la hermandad más absoluta, se reconozca en cada cual, se una y cree las bases del cambio radical que adecentará y recuperará al beisbol y a la República para sí.
Después de meditar sobre el asunto, ¿Persiste en la idea creada para aplicar, únicamente, en el periodismo libre de “separación del deporte de lo político”? Si se responde afirmativamente, recuerde que “lo político” solo es patrimonio de las sociedades democráticas, en las que el voto es libre, secreto y sin imposiciones…Entonces, vuélvase a preguntar, ¿Dónde quedaría Cuba si me opongo, quién sabe por qué razón, a la denuncia contra quien la oprime? ¿Que clase de reclamo patriótico creíble y honesto puedo hacer trascender al abrazar esa conducta?

Orlando Peña
Autor : Andres Pascual

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