BEISBOL 007: RUTH, RUPPERT, LA ADICCIÓN AL JUEGO Y EL SALARIO

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martes, 31 de julio de 2018

RUTH, RUPPERT, LA ADICCIÓN AL JUEGO Y EL SALARIO



Por Andrés Pascual
En 1958, Ted Williams estaba en el ocaso de su gloriosa carrera, entonces Boston le pagó 125,000 dólares, concluyó en 1960.
Aquel montón de billetes generó exclamaciones de asombro que casi se oyeron en la luna primero que la voz de Armstrong hablando un par de palabras con Nixon cuando el alunizaje del Apolo de 1969; porque, fríamente, era una soberana barbaridad; sin embargo, en esa época, los impuestos superaban el monto de los que el Tío Sam recogía antes de 1935, razón por la que Teodoro se quedó, por conceptos impositivos, con 55,000 de la cantidad que le pagaron.
Para 1959, el legendario Eddie Matthews, uno de los mejores antesalistas de la historia, artillero de más de 500 jonrones, miembro de Cooperstown que hizo la mayor parte de su grandeza jugando para los Bravos en las 3 versiones del club: Boston-Milwakee y Atlanta, asimiló con resignación una rebaja no divulgada, que justificó plenamente, porque promedió .254.
Mickey Mantle jugó 1957 con aumento de salario, para merecerlo, tuvo que ganar la Triple Corona en 1956 y soportar una advertencia del gerente: “si te quejas, puedes terminar en Kansas City”, club al que consideró la crónica sucursal de los Mulos en la Liga Americana durante más de 10 años.
Dimaggio ganó 90,000 dólares y Bob Feller una buena cantidad ligeramente inferior al Clipper; pero nadie, durante los 40’s y hasta Williams, pensó que pudiera superarse el salario que, por 3 años, le dio el Coronel Jacob Ruppert, dueño de los Bombarderos, a Babe Ruth…
Cuando los Gigntes le pagaron 90,000 a Willie Mays durante los 60’s, el comentario fue que el centerfielder se había convertido en el pelotero sepia mejor pagado del juego, sin tener en cuenta que Satchel Paige ganó una barbaridad; porque ajustaba su actuación al concepto de participación en la entrada, práctica habitual con los Monarcas que con Crawford, que con los Dragones de Trujillo, que en la Liga Mexicana; incluso en el Miami Marlins de la Internacional, que lo tuvieron como atracción de taquilla durante los 50’s, de alguna manera ajustaron por la izquierda su contribución por el concepto participación en la entrada.
La grandeza de Babe Ruth es tal, que el nombre del jonrón se deriva de su apodo, “bambinazo”; se le considera el mayor contribuyente de todos los tiempos con la disciplina, porque desarrolló la preferencia por el beisbol en Japón con sus visitas, acompañado de Gehrig y de otros bigleaguers, creando un fanatismo enfermizo hacia él mismo y hacia el deporte, que benefició a Joe Dimaggio incluso después de retirado.
Babe es el mejor pelotero de la historia, porque pudo ser un pitcher estrella de Cooperstown si no se lesiona el brazo; situación por la que se ganó al más grande bateador jamás igualado; fue un bebedor empedernido y un juelguero peligroso de una noche sí y otra también en las comisarías de Boston, verdadera razón por la que los Medias Rojas se lo vendieron a los Yankees; pero, simbólicamente, lo que representó para la pelota no tiene comparación, porque puso a los Yankees en el firmamento mundial de la preferencia fanática y “LOS YANKEES SON LOS YANKEES, EN NUEVA YORK Y EN TODOS LADOS”.
Tanto lo veneran e idealizan, que lo justifican como “el hombre que construyó al Yankee Stadium”, cuando podría ser al revés: “el hombre para el que construyeron el monumento del Bronx”, más lógico…
El Babe es el punto de partida de la preferencia por el jonrón, el bateador que enterró la llamada “era de la bola muerta”, que incluyó la saliva legal.
La adicción a las apuestas, vicio compulsivo de Ruth, ratificado en Cuba en 1920 durante el viaje en que acompañó a los Gigantes del Napoleón del Beisbol, John McGraw, posibilitó que no pudiera superar los 100,000 dólares, en vez de los 80,000 que le pagaron por tres años entre 1928-1931; en aquella oportunidad, Abel Linares y un comerciante santiaguero le pagaron una fortuna en La Habana y en Oriente, que dilapidó en el jaialai (foto) y en el hipódromo antillano.
Al finalizar la campaña de 1927, Ruth era uno de los personajes más influyentes de la sociedad americana, muy solicitado en todos los estratos, por lo que no escapó a la voracidad de Hollywood, y un estudio lo invitó a filmar una película, “EL BABE VUELVE A CASA”, por la que le pagaron 35,000 dólares.
Por su vicio incontrolable ante las apuestas, perdió en los hipódromos de California todo el dinero, estaba a días de firmar un contrato con Ruppert.
El Coronel, viejo zorro que sabía que el Bambino había perdido todo el dinero, lapidariamente le preguntó: – ¿Firmarías ahora mismo un contrato por tres años entre 75,000-80,000 cada campaña? La respuesta del artillero no se hizo esperar: – ¿Dónde están ese papel y esa pluma?
De esa manera, en desventaja sicológica, le tiró Ruth y no le dio a una recta por el centro que pudo ser una cantidad superior a 100,000 dólares en 1928…

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