Antes de llegar a la tierra de los senderos, la bola da un salto abrupto, hacia el rostro de Lindor. Con reflejos felinos, el boricua la captura, evitando el ficticio hit... y un golpe doloroso.
"Cuida tus labios", dice Francona, quien no se pierde la oportunidad de bromear con su joven pelotero.
Lindor ríe.
"Ya son suficientemente grandes", responde.
Más tarde, Lindor dice que este tipo de momentos definen su amor por este deporte.
"Siempre he sido el mismo niño, corriendo, sonriendo, tratando de jugar un poco con la gente", dijo Lindor. "Quiero hacerlo por el resto de mi carrera".
Y, a juzgar por el debut que tuvo en la campaña pasada, esa carrera podría ser larga y exitosa.
En 99 juegos después de que se le ascendió de las menores, el torpedero de 22 años bateó para .313, con 12 jonrones y 51 impulsadas. Añadió 12 robos y bateó para .361 con 78 hits después del 4 de agosto. Esa cifra de imparables fue la más destacada en las mayores durante ese lapso.
Asimismo, Lindor realizó varias jugadas asombrosas con el guante, y lo hizo todo con una combinación de entusiasmo juvenil y una madurez difícil de creer a su edad.
Finalizó segundo en la votación para el Novato del Año en la Liga Americana, sólo detrás de su coterráneo
Carlos Correa, de Houston, quien debe agradecer que Lindor no jugó la temporada completa.
"Uno sí olvida a veces su edad", dijo el intermedista de Cleveland,
Jason Kipnis.
Lindor cree que esta dualidad entre un niño divertido y un hombre trabajador es una herencia de sus padres.
"La familia de mi mamá es muy alegre", comentó Lindor, la octava selección general del draft de 2011. "Del lado de mi papá, todos son más decididos a alcanzar sus metas".
Y ese equilibrio ha permitido que Lindor muestre su talento. Muchos lo consideran la mayor promesa en las Grandes Ligas.
Francona, quien ha estado cerca de grandes peloteros durante una vida dedicada al béisbol, normalmente se cuida para no elogiar demasiado a los jóvenes. Pero asevera que Lindor tiene potencial para llegar al Salón de la Fama.
"No hay nada que él no pueda hacer", indicó Francona. "Batea como ambidiestro, tiene velocidad, saca la pelota del parque, juega muy bien a la defensiva y es un chico muy inteligente. Es un paquete muy bueno. Lo tiene. Sabemos que es un buen jugador y probablemente terminará siendo uno de los grandes, ojalá".
El camino de Lindor hacia las Grandes Ligas no fue tan terso como la forma en que acomete por un roletazo antes de lanzar una bala a la primera base.
Cuando tenía 12 años, se mudó de Puerto Rico a Florida, donde asistió a la Academia Monteverde, una escuela privada donde también residió.
Había pasado toda la vida con sus padres, y se topó con un mundo nuevo.
"Fue duro, porque yo era joven", dijo Lindor. "No tenía a mi mamá cerca, ni a mi papá. Tuve que confiar en mis maestros y en mis compañeros de equipo y de clase".
Solo, aprendió a aceptar la responsabilidad por sus errores, a administrar su tiempo y a integrarse con un nuevo grupo de amigos, todo ello mientras aprendía el inglés.
En retrospectiva, siente que esos momentos duros lo prepararon para la vida en las mayores.
"Tuve que sobrevivir por mi cuenta", relató. "Eso me ayudó a ser mejor persona, a ser un joven que trabajaba bien duro".
Lindor aprovechó muchas de esas lecciones como novato, y no tiene la intención de aflojar el paso.
Para él, llegar a las Grandes Ligas no es suficiente.
"Tengo miedo de no tener éxito", aseguró. "Tengo miedo de que mi familia no esté orgullosa de mí. Por eso trabajo lo más duro que puedo. Si dedico el tiempo y el trabajo, a largo plazo tengo que ser exitoso, voy a serlo".
En momentos en que se prepara para su segunda temporada, Lindor no da nada por descontado. Francona lo contempla como campocorto titular, pero el boricua considera esta pretemporada tan importante como la anterior.
"El año pasado llegué acá y competí para quedarme en el equipo y mejorar", dijo. "Este año, voy a hacer la misma cosa".