BEISBOL 007: A propósito de una celebración: “Secades, si lo ves ahora…”

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martes, 11 de octubre de 2016

A propósito de una celebración: “Secades, si lo ves ahora…”


sisler y mike gzlez 1946
Por Andrés Pascual
El pasado 27 de diciembre se celebró el 134 aniversario del primer juego de pelota oficial en Cuba (Liga General de Baseball, que duró hasta 1900, en el Estadio Palmar de Junco de la ciudad de Matanzas), referente como precursora de la poderosa y “asesinada” Liga Cubana de Beisbol Profesional de Invierno, su nombre verdadero, o “el Champion”, popularmente hablando.
En 1959, con motivo de celebrarse el 82 aniversario del juego que mencioné, por mucho el más “viejo” del área caribeña y solo detrás de los Estados Unidos en antigüedad, el Maestro de Maestros del diarismo deportivo cubano, Eladio Secades, redactó un material casi luctuoso para la sección deportiva de Bohemia, de la que era editor-jefe, por el estado punto menos que deplorable y crítico como veía el juego en Cuba, de acuerdo a la baja asistencia a los estadios y la pérdida de la pasión fanática “estilo antiguo”.
EL 1er Campeonato de Beisbol Cubano en 1878 lo jugaron los clubes Habana, Almendares y Matanzas; al año siguiente, Colón, Habana, Almendares y Progreso serían los encargados de la acción sobre el terreno.
En 1881 aparece el club Fe, al decir de Secades, “solitario, romántico y de gallardete amarillo”.
El Fe se convirtió en la zona neutra del champion, especie de palco preferencial para quienes rechazaban envolverse en la pugna entre escarlata y añil, que se resistían a ser arrastrados por una marea que, desde aquel momento, consumió toda la pasión y el proselitismo en el beisbol nacional, alterándolo todo, absorbiéndolo todo.
El Fe, según Secades,  “significó la inconformidad, el aislamiento, la misantropía…, especie de equivalente a una secta aislada, exclusiva y casi misteriosa”.
En Cuba la gente era educada en la creencia de que el beisbol existía para que los habanistas rabiaran con los triunfos del Almendares o al revés, por lo que, cuando aparecía un héroe con el valor suficiente para proclamarse devoto del Fe, posiblemente despertara más sorpresa que descubrir al primer extraterrestre en el Parque Central habanero.
Según datos de la época, la primera gran alteración del orden recordada en los anales del beisbol cubano fue una victoria 8-7 de los Anacoretas del Fe sobre los Rojos del Habana.
El Habana protestó el resultado y el panel de árbitros escogido por la liga se declaró incompetente, por lo que el juego se anuló, evitando tal decisión que el Fe lograra su primera victoria.
El club perjudicado, a tenor con los años románticos de la sociedad, abandonó el campeonato por semejante ofensa.
Al año siguiente no apareció la enseña amarilla, que reapareció el próximo sin recursos, pero con dignidad suficiente como para lograr un raro éxito de campeón con 2 ganados y uno perdido.
El desarrollo de la preferencia del beisbol contó siempre con la sólida base de la competencia entre Habana y Almendares.
En 1901, con evidente matiz patriótico, inicia su historia la Liga Cubana, organizando un campeonato con Habana, Almendares, Cubano, San Francisco y Fe.
Ese año comenzó una nueva etapa para el juego, más próspera, más sólida y con el fanatismo más preparado y entendido hacia el beisbol.
La rivalidad entre habanistas y almendaristas tuvo ciclos de locura incontrolable y de dramatismo de novela: balcones adornados en toda Cuba con el color predilecto en el terreno, el Almendares Park asaltado por verdaderas mareas rojas o azules según la ocasión ganadora o la locura inenarrable del público ante los jonrones de Dick Sisler (en la foto con Mike González) y de Saguita Hernández.
El campeonato 1946-47 fue apoteósico por la rivalidad que alcanzó la serie extra con la yunta Agapito-Lanier como vencedora por el Almendares contra el Habana, que hizo comentar por radio a René Molina: “quizás en 100 años todavía se recuerde”, el pasado febrero cumplió 66.
En aquel material de 1959, Secades hacía votos por la salud del pasatiempo porque, evidente en aquel momento, “a veces juegan los punteros y ni 2,000 asistentes ocupan las tribunas…”
Lo que nunca imaginó el inmortal diarista fue que esa propia instalación de la barriada del Cerro quedaría únicamente como la referencia de la gloria pasada, previa a 1962.
Hoy se puede decir que, por efectos de la influencia política de la horda, por sus intereses nada patrióticos, el beisbol está muerto en Cuba, pendiente y a la espera de la declaración de cadáver.

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