BEISBOL 007: "El Grande" del shortstop

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sábado, 26 de diciembre de 2015

"El Grande" del shortstop


Luis Aparicio Ortega, quien cumpliría en agosto pasado sus 100 años, fue el primer gran campocorto del béisbol venezolano. Su influencia se ha transmitido de generación en generación y este año la Lvbp celebrará el campeonato 2012-2013 en su honor. Su propio hijo, inmortal de Cooperstown, lo considera el mejor de todos.
Luis Aparicio Ortega nunca llegó a enseñar su calidad en un terreno de Grandes Ligas. Sus problemas de salud, principalmente por hernias, le hicieron perder esa oportunidad, pero su influencia sí ha estado presente, de generación en generación, pasando desde Alfonso “Chico” Carrasquel hasta el propio Elvis Andrus.

“El Grande”, hijo de Leonidas y Adelina, nació en Maracaibo el 28 de agosto de 1912 y desde temprano demostró sus dotes de atleta.  Fue jugador de fútbol con el Ayacucho y con el Guaraní, en la Primera División de Maracaibo, donde jugó al lado de otro destacado atleta, José Encarnación “Pachencho” Romero.
“Papá, el viejo Luis y su hermano Ernesto jugaban juntos”, recordó Rafael Romero, sobrino de Herminia Montiel, esposa de Aparicio Ortega. “El viejo era rápido. Después que terminaban, Luisito y yo jugábamos caimaneras”.
“Luisito”, su hijo mayor, siguió sus pasos en el béisbol y terminó en el Salón de la Fama de Cooperstown. Sus otros vástagos fueron Carlos, Adelina, María Concepción, Higdalia y Rafael.
“Papá jugaba fútbol, como delantero. Vivíamos cerca de La Ciega y él me llevaba siempre de la mano”, contó Aparicio Montiel. “Por eso lo primero que yo jugué fue fútbol”.
Aparicio Ortega también llegó a demostrar sus dotes con el balón en Caracas, con el equipo Dos Caminos, pero terminó dedicándose por completo al béisbol cuando jugaba para el Lucana, en 1931, cuando fue contratado para actuar en el torneo de Primera División.
“Silvino Ruiz era el mánager del Lucana y fue quien lo encaminó y le hizo saber que tenía cualidades para jugar el shortstop”, contó el historiador Javier González. “Él jugaba en varias posiciones, en el left field, en segunda base, hasta que Ruiz se dio cuenta que era muy hábil y muy ágil y lo puso a jugar en el shortstop a diario”.
Años antes, en 1928, Aparicio fundó, junto con su hermano Ernesto, el equipo Los Muchachos, en Maracaibo, posteriormente bautizado como Gavilán y después se convertiría en Gavilanes, un histórico del béisbol zuliano.
En 1936 se convirtió en el primer venezolano en actuar en el exterior, tras ser firmado por los Tigres del Licey.
Ese viaje a República Dominicana lo hizo junto con Narciso “Chingo” Cañón, quien también fue firmado por el Licey, y Jesús “Manduco” Portillo, ficha de las Estrellas Orientales”.
“El Grande” se paseaba entre la pelota zuliana y la Liga Central de Primera División, hasta 1946, cuando nació la Liga Venezolana de Béisbol Profesional. Después, se alternó entre la Lvbp y la Liga Profesional Zuliana.
El 13 de enero de 1946, Aparicio fue el primer bateador oficial en la historia de la Lvbp. Como campocorto del Magallanes disparó inmediatamente el primer hit, un batazo ante Carlos Rotjes, del Venezuela, y en el mismo primer episodio anotaría la primera carrera en el circuito.
Magallanes venció 5-2 con pitcheo completo de Alejandro Carrasquel.
“Algo que nadie nombra y no le dan crédito es que él fue quien entusiasmó a la gente a jugar el shortstop”, apuntó González. “Abrió las puertas para que muchos niños quisieran brillar en esa posición”.
Aunque nunca llegó a jugar en las mayores, Aparicio Ortega tuvo una oferta de los Senadores de Washington que no pudo concretar, en 1938. Una de sus varias operaciones por hernia evitó que enseñara sus dotes en el norte.
No obstante, su hijo mayor se encargó de llevar su legado al mejor béisbol del mundo, poco después de saltar al profesional, con Gavilanes, en 1953, en el campeonato rotatorio.
“Cuando decidí jugar profesional mamá cogió tremenda rabia porque iba a dejar el colegio, pero papá no me dijo nada”, rememoró Aparicio Montiel. “Solo me dio un consejo: ‘Si vas a ser jugador profesional no seas nunca el segundo de nadie. Tienes que ser el mejor’. Y creo que no lo defraudé”.
“El Grande” le dio el testigo al Junior el 18 de noviembre de 1953, el Día de la Chinita, en un duelo a casa llena en el estadio Olímpico de Maracaibo entre Gavilanes y Pastora.
“En ese estadio no cabía un alma”, comentó Antonio Núñez Rovira, anotador oficial de ese compromiso, que no solo marcó el debut del joven Aparicio, sino también la despedida del “Grande”.
“Yo iba a debutar un día antes, pero cayó un palo de agua y no se pudo jugar”, describió Aparicio. “Eso me lo tenía preparado la Chinita. Jugamos un domingo y yo era el primero del line up, por lo que papá me entregó el bate”.
“Luisito”, tres años después, llegó a las Grandes Ligas con los Medias Blancas de Chicago, ayudado por Alfonso “Chico” Carrasquel, su mentor.
“Carrasquelito”, el pionero de los campocortos criollos en las mayores, también exhibió algunos conocimientos adquiridos en su amistad con “el viejo” Luis.
“Lo que hacía el viejo en el campocorto no tenía comparación”, dijo Carrasquel a PANORAMA en enero de 1971. “Él era un genio en esa posición”.
“Luis era consejero de todo novato. Siempre les insinuaba algo y les corregía los errores”, agregó. “Eso daba pie para animarse como yo lo hice”.
“Él fue un asesor de ‘Chico’ Carrasquel”, aseguró Romero, quien vivió durante tres años con la familia Aparicio Montiel. “En varias oportunidades fue a la casa y los veía hablando de pelota. Además, fue el gran maestro de Luisito”.
Gran observador del juego, Aparicio Ortega siempre fue un maestro, a pesar de ser conocido como “un hombre de pocas palabras”.
“Papá no hablaba mucho, pero era muy echador de broma”, reconoce Rafael, el menor de sus hijos. “Era muy estricto, muy correcto, porque era muy protector, pero también muy echador de broma y dicharachero”.
“En el béisbol también fue demasiado serio y observador”, añadió. “Una muestra de eso fue que él fue quien descubrió lo que hacía Whitey Ford para sacar out a mi hermano en los intentos de robo”.
“Whitey me tenía fregado”, dijo el inmortal de Cooperstown. “Pero papá vio un video y notó que hacía un movimiento cuando iba al home y otro a primera. A partir de eso no me hizo out más nunca”.
Ya retirado, Aparicio Ortega fue coach de Gavilanes y después fundador de Rapiños cuando un desacuerdo con su hermano lo hizo apartarse de la organización. Desde allí no se apartó de su hijo y siguió a su lado con Tiburones de La Guaira y con Águilas del Zulia, club del cual fue el primer mánager.
“Él fue como un segundo padre para mí”, contó el exgrandeliga Ángel Bravo. “Cuando Luis y el viejo se fueron a La Guaira, yo me fui con ellos. Una vez, en una práctica, estaba Enzo Hernández en el campocorto y le dijo a Graciano Ravelo que le bateara unos rollings, para que Enzo aprendiera cómo se jugaba allí”.
“El rolling le dio en la punta del pie y cayó en su guante. Le dije al viejo, ‘eso fue pura suerte’... ¡Y lo volvió a hacer!”.
“Mi papá todavía me comenta que mi abuelo fue mejor que él”, reconoció Nelson Aparicio, el hijo menor del miembro de Cooperstown. “Todavía lo considera el mejor de todos”.
Y es que a pesar que un infarto lo apartó de este mundo el 1 de enero de 1971, su legado se ha transmitido de generación en generación, pasando por el “Chico”, su hijo, David Concepción, Oswaldo Guillén, Omar Vizquel, Asdrúbal Cabrera, Elvis Andrus, entre otros.
Por ello la Lvbp no dudó en aceptar la propuesta de Águilas del Zulia y jugar a su nombre la campaña 2012-2013 que arranca este 11 de octubre.
“Esperaba algún reconocimiento a su memoria por los 100 años, pero no tanto como jugar el campeonato en su nombre”, reconoció su hijo Rafael. “Estoy seguro que papá debe estar bailando en una pata”.

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