BEISBOL 007: A 30 años de la hazaña, los legados de Rose y Cobb se han invertido

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viernes, 11 de septiembre de 2015

A 30 años de la hazaña, los legados de Rose y Cobb se han invertido

Ty Cobb
Hace treinta años, cuando Pete Rose se convirtió en el Rey del Hit, ¿quién hubiese pensado que él estaría en la posición en la que está ahora?



Jayson Stark

Sucedió exactamente hace treinta años. ¿Lo recuerdan?
Fue el día en que se dio la vuelta a la página en el libro de los récords del béisbol, una hazaña que parecía imposible de lograr. Y reunió, en el mismo escenario salpicado de fuegos artificiales, a dos legendarias figuras: Peter Edward Rose y Tyrus Raymond Cobb.
En el momento en el que el hit número 4,192 de Rose cayó en los espacios libres del jardín izquierdo, y Cobb cayó al segundo puesto en la lista de más hits conectados de todos los tiempos, los legados de estos dos hombres parecían evidentes. Rose era una de las figuras más queridas del béisbol. Cobb era uno de los más atacados.
Ciertamente, todo estaba tan claro... hasta que todo cambió.
Tres décadas más tarde, ha habido grandes cambios. Tres décadas más tarde, Rose es el que se ha convertido en el principal paria del béisbol. Tres décadas más tarde, un extraordinario libro nuevo nos ha hecho reconsiderar las palabras que se han repetido hasta el cansancio sobre Cobb: el más grande racista del béisbol.
Esto debería servirnos de lección. Hablemos de ello. Pensemos sobre ello.
Queremos que nuestros héroes sean santos y geniales a la vez, atractivos y graciosos, simpáticos y reales. Así que, cuando aparece un tipo así, nos aferramos a él. Lo apoyamos. Lo alejamos de los vagos, los tramposos, los sinvergüenzas y los ególatras.
Nos imaginamos cuentos de hadas que definen el bien y el mal. Estamos seguros de que siempre podremos percibir la diferencia, distinguir a los buenos de los malos, saber exactamente quién debería usar los sombreros blancos y quién los sombreros negros.
Ojalá fuera verdad. Ojalá fuera así de obvio, así de sencillo.
Era fácil querer y respaldar a Rose. Era el rey de los hits y el rey de las ocurrencias. Debatimos si sería el primer miembro del Salón de la Fama unánime. Mientras se deslizaba en el polvo, parecía representar todo lo bueno del béisbol.
Y después su historia comenzó a girar, a la triste historia del hombre que cometió el más grave de todos los crímenes beisboleros: apostar en los juegos de béisbol. La de un hombre que fue vetado de por vida, condenado al ostracismo por el Salón de la Fama, enviado a prisión, relegado a un mundo de cartas y casinos, todo acompañado por la banda sonora de interminables protestas de inocencia.
Wow. ¿Cómo sucedió eso?
Si alguien te hubiera dicho el 11 de septiembre de 1985, que a ese camino es a donde se dirigirían los siguientes 30 años de Pete Rose, ¿qué tan fuerte te hubieras reído? ¿Qué tan rápido hubieras respondido: 'Seamos serios'?. ¿Hasta qué punto hubiera sido imposible creerlo todo?
Y después estaba Cobb. Fue la primera estrella beisbolera trascendente, el primer hombre elegido para el Salón de la Fama (con más votos que Babe Ruth, por cierto), una de las personalidades más mencionadas en los Estados Unidos de principios del siglo. Pero...
Su lado oscuro siempre lo acompañaba. Sus brotes de ira, su deseo de usar los puños para transmitir su opinión, su estilo de juego intencionalmente intimidante lo convirtió en un imán para los líos en su tiempo. Pero ¿cuánto de lo que se pensaba de él era realmente verdad?
Las historias se difundían en una tierra sin televisión, sin Internet, sin Twitter que pudieran ofrecer velocidad, imágenes o contexto. Cobb golpeó a un jardinero negro, resolvió a puñetazos un problema con un obrero, se peleó con el botones de un hotel. ¿Verdad o mentira?
Subió a las gradas para golpear a un aficionado discapacitado, se envolvió en discusiones con sus compañeros de equipo, fue señalado por las multitudes en las gradas que creían que pinchaba a los rivales a propósito, por desprecio o simplemente mala fe. ¿Real o irreal?
La leyenda de Ty Cobb era caótica y compleja. Pero increíblemente, nunca se examinó profundamente hasta este año. Hasta el lanzamiento del fabuloso libro nuevo de Charles Leerhsen, "Ty Cobb: A Terrible Beauty."
Ty CobbGetty ImagesTy Cobb sigue siendo una de las figuras más vilipendiadas en el béisbol. Pero, ¿debe seguir siendo así?
¿No les parece increíble cómo una investigación (una verdadera y minuciosa búsqueda de los hechos) puede hacernos reconsiderar lo que pensábamos que sabíamos, en particular sobre un hombre como este?
Hasta ahora, según la opinión general, Cobb era un hombre tan cruel, racista y perverso, que apareció en un libro del 2004 titulado, "Monstruos americanos", junto con figuras como Charles Mason, John Wilkes Booth y (por supuesto), O.J. Simpson.
La reputación de Cobb era tan abominable que Ron Shelton, director de la película del 2004, "Cobb", le dijo a Leerhsen: "Es bien sabido que Ty Cobb posiblemente había matado a tres personas".
Era supuestamente tan detestado, que en la película "Field of Dreams", Shoeless Joe Jackson hizo todo lo que estaba a su alcance para asegurarse de que Kevin Costner supiera que Cobb no había llegado al campo de maíz, porque "ninguno de nosotros podía aguantarlo cuando estábamos vivos, así que le dijimos que no viniera".
¿Entienden la situación? Este era un hombre tan infame y tan repugnante, que hacía que Lance Armstrong se viera como Roger Federer. Hizo que Alex Rodríguez se viera como Tony Gwynn.
Excepto por un pequeño detalle: Muchas de esas historias resultaron ser lo que en el argot de los medios solemos llamar como "mentiras".
Y Leerhsen admitió que él también se había sentido sorprendido. Su experiencia al escribir este libro, según escribió, "me enseñó una lección sobre cómo los supuestos pueden influenciar nuestro pensamiento y, por lo tanto, nuestras vidas. Solo porque has escuchado algo mil veces, no significa que sea verdad".
Pero esa no es una lección solo para él. Es una lección para todos nosotros.
Al encontrarnos pensando en Rose, Cobb y su histórico aniversario, el comisionado del béisbol, Rob Manfred, se encuentra analizando el caso de readmisión y el Salón de la Fama de Rose. Manfred comenzó su trayectoria beisbolística como abogado. Así que estará buscando hechos, no cuentos populares ni encuestas de opinión.
Aunque los "hechos" pueden ser cosa curiosa. Mientras leía el libro de Leerhsen, mientras comenzaba a pensar sobre el verdadero significado de este trascendental trigésimo aniversario de Rose superando a Cobb, me encuentro ponderando algo que aprendí en la escuela de periodismo.
Tantas cosas que consideramos como "hechos" son en realidad supuestos. Pete Rose nos lo recuerda, de manera clara y rotunda. Ty Cobb nos lo recuerda, de forma igual de clara e igual de rotunda.
Yo soy votante del Salón de la Fama. Estoy rodeado de cientos de votantes cuya misión en la vida ha sido mantener a todos los tramposos y sinvergüenzas fuera del Salón de la Fama. Pero con frecuencia pienso, mientras me enfrento a la difícil decisión de votar cada otoño: "¿Estamos seguros de que podemos diferenciar a los tramposos y sinvergüenzas de los héroes y modelos de conducta?"
Estoy seguro de que no puedo. Es demasiado complicado, demasiado matizado. ¿Quién sabe cuál será la percepción de Pete Rose en diez años? ¿O 20? ¿O 30? ¿Quién sabe cómo veremos a las estrellas de la era de las sustancias que aumentan el rendimiento? ¿Quién sabe cómo la siguiente ola de votantes verá las cosas? ¿Quién sabe cuáles serán los "hechos" que resultarán incorrectos, y los mitos que terminarán siendo los "hechos"?
He pasado mucho tiempo analizando la saga Ty Cobb con uno de mis editores, Matt Marrone. Él leyó el libro de Cobb primero e inició esta conversación. Él tuvo un pensamiento esta semana que era demasiado elocuente como para no compartirlo, porque resume la moraleja de esta historia perfectamente.
"La historia no está grabada sobre piedra", dijo, "incluso cuando está grabada en las placas del Salón de la Fama".
En una fecha como hoy, hace treinta años, pensábamos exactamente cómo esta historia reflejaría la vida y los tiempos de Peter Edward Rose y Tyrus Raymond Cobb. La historia, sin embargo, tenía otros planes.

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