Por Andrés Pascual
Hace unos días vi un documental de 2 horas en el MLB Channel sobre pitcheo de título “BEHIND THE SEAM” o Detrás de la costura.
En realidad los autores se recrean en lo que consideran “la evolución” del departamento desde 1960, haciendo hincapié en el desarrollo de la medicina deportiva aplicada a los brazos de los lanzadores, es decir, a las intervenciones quirúrgicas, sobre todo la conocida como Tommy John.
Al modo mío de ver el asunto, yo no le llamaría “evolución” del pitcheo al período 1975 hasta hoy en cuanto a la salud de los brazos, sino “involución”, mejor aún, hecatombe, para lo que la prevención, que debería ser lo principal, a pesar de los 100 lanzamientos y toda esa mercancía de bazar barato, brilla por su ausencia con los resultados prácticos en las exageradas cantidades de brazos lesionados que, cada año, afectan el standing y la caja de caudales de las franquicias.
El año antepasado leí que el llamado “no wind-up” estaba en la línea de mayor importancia con respecto a las lesiones de los brazos de los pitchers, incluso decían que estaba “trabajándose” en la práctica en una liga menor la recuperación de los movimientos estilo “antiguo”.
Posiblemente es verdad que esos movimientos sin impulso, sin la ayuda de todo el cuerpo, con los que quisieron fabricarle un templo al modernismo, formen parte de la causal de tantas lesiones, sin embargo, para concluir lo contrario e imponer lo que hay, debieron invertir más dinero que el desperdiciado por Obama, además de que tendrían que negar las tesis de “afamados especialistas”, basuras mediáticas que se arriesgaron a ridiculeces como: “hoy se pitchea con tres partes del brazo” y una sarta de barbaridades que, a lo único que han contribuido es a liquidar la carrera de muchos lanzadores o a reducirle la efectividad y la durabilidad en número mucho más que generoso a otros.
Me contaba un ex bigleaguer cubano que hasta 1968-70 a los lanzadores les dosificaban hasta el tiempo de piscina como entretenimiento, porque sabían que este ejercicio, de forma abusiva, engarrotaba los músculos de los brazos, igual de supervisado era el poco ejercicio con pesas. Lo que se indicaban como fundamental para la fortaleza del brazo era correr y eso hacían los pitchers de aquellos períodos: corrían mucho.
Hasta la era de Gibson, Marichal, Camilo Pascual, Pedro Ramos… un monticulista podía enviar al plato más de 120 pitcheos por apertura, ganar o caer apretado, salir con el out 27 y estar perfectamente dispuesto en 4 ó 5 día para la próxima sin quejarse.
En esta última Serie Mundial a Verlander le pidieron que abriera el 3er juego, con 4 días de descanso, en total derecho a proteger su brazo, se negó, porque no es esa la frecuencia de tiempo como trabaja.
Pero, en 1965, Sandy Koufax (en la foto antes de una apertura), que padecía de artritis en su codo izquierdo y se tenía que someter a tratamientos bárbaros por lo dolorosos antes y después de cada salida, le metió dos juegos al Minnesotta en menos de 4 días, lo bueno de la historia fue que le pidió la bola a Walter Alston para el 2do de ellos, casualmente, el 7mo y último de aquella Serie Mundial en que le tiró a Oliva el que consideran el más difícil lanzamiento jamás hecho en el evento: una recta al pecho de 95-96 millas que “curveó hacia arriba” a la que el cubano le tiró “mañana”.
Como quiera que sea, la cantidad de operaciones y lesiones antes de empezar cada campaña incluso, desdicen de la aplicación del training moderno como benefactor de la salud del pitcher, algo anda mal y la medida del conteo de lanzamientos nada resuelve.
Algo tienen que hacer, porque ese detallito es parte de lo que conspira no solo contra la buena actuación de un club, sino contra la cantidad de buenos serpentineros que requiere el nivel de grandes ligas.
Hace poco observaba un video de Aroldis Chapman en el que caía sobre el carcañal de su pie de péndulo, caramba, lo mismo que hizo Camilo Pascual durante por lo menos 4 años de carrera hasta que se lo corrigieron, con el resultado de una lesión en la espalda que requirió de operación y la pérdida del 10-15 % de la efectividad en su recta.
Lo mejor es el vino cosecha… ¿Qué cosecha? La de mientras más añeja mejor… No hay algo más parecido al vino que el juego de pelota: urge un regreso a aquellas viejas cosechas que, mientras más años pasan mejor saben, para ver si se deja de escuchar que “en el mundo escasean los pitchers”, cuando hay más de 200 en plantillas que hasta 1969.
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